Claudio Archubi

Archubi, Bruno y lo inagotable

 

 

Por Martín Ayos*

 

“Te digo: Bruno se está poniendo en acto infinito

 

 

La cena de las cenizas (1), de Claudio Archubi, hace propio el título de uno de los libros (2) de Giordano Bruno, para extraer de él una cualidad (haecceitas), un nombre que reúne la vida y la obra del nolano como la manifestación de un furor heroico, una intensidad o potencia que se afirma a sí misma, un momento en el que el pensamiento devela su carácter extático.

“Toda lectura comienza así (rimando la desmesura): despiertas, estás de pie y dices voy, voy hacia el borde, que no existe.”

Por ello retoma, al principio del texto, la modalidad del diálogo original; pone al universo bruniano en conversación con la contemporaneidad (El Telesio (3) de Lucas Margarit, la ausencia de crítica actual, la necesidad de volver a pensar; de desafiar el poder de la doxa, la ficción del satu quo), y lo une a la imagen del pensador en la hoguera, como amor fati, realización de un deseo que no se agota nunca, una interrogación infinita, una voluntad que desborda, que se vuelve indestructible.

La escritura poética de Archubi pasa por diversos estilos (prosa, fragmentos, versículos) que describen, con una minuciosidad casi pasional, las diferentes tonalidades del alma o stimmungen de quien ha hecho de la búsqueda un ethos. Las recorre y las aborda, por un lado, para demostrarnos que, como dice Francis Yates (4), “… cuando se cita a Bruno en el contexto de la tradición hermética del Renacimiento, su filosofía, su magia y su religión pueden verse como parte de una visión de la naturaleza y del hombre que, por extraña que sea, es sin embargo perfectamente coherente dentro de sus propias premisas” y, por otro, para reinventar esa misma ascesis que defiende, como la construcción de una nueva mirada.

“Este libro se transforma, pero no desaparece. Así la substancia deja caer las máscaras, una a una, comenzando por la tuya y la mía, hasta que queden nuestras almas mirándose de frente, sin nada que decirse, prontas a caer también, como toda imagen, por detrás de las máscaras vacías.”

Tal vez, una lectura rápida pueda asociar La cena de las cenizas con la metáfora de un vía crucis. Pero es, más bien, la descripción de una metamorfosis, cuyos elementos primordiales son el fuego y las cenizas; y que a todas luces nos marca el pasaje del pathos a la gloria.

 

 

 

 

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Notas

 

1 Finalista del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Salamanca 2021. Ediciones la Última Vértebra 2025
2 Giordano Bruno: La cena de le ceneri, 1584
3 Lucas Margarit, Telesio. Brevissimo tratado sobre el asombro, posfacio de Adalber Salas Hernández, Leteo, 2021.
4 Francis Yates: Giordano Bruno y la tradición Hermética, p. 187.

 

 

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Martín Ayos:

http://ayos.com.ar
X, Ediciones Estigia, Buenos Aires, Argentina, 1999-2000.
Caos o Naturaleza, Autoedición, Buenos Aires, Argentina, 2011
Participación en Homenaje a Pedro Chappa, Colección Alto Guiso, Editorial Leviatán, Buenos Aires, Argentina, 2017.
Dejando Santos Dumont, Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, Argentina, 2018
“Sobre la Marea Negra y la poesía en Zona Sur a finales de 1980” En: Bartalini C. Biaggini M. Comp. (2020), Literaturas y Conurbanos. Buenos Aires: UNAJ.
Roberto Juarroz Baja en Temperley. Un mapa posible de la poesía en la zona sur del Gran Buenos Aires. Compilación y estudio introductorio, junto a Martín Biaggini y Alejandro Seta, Editorial Leviatán, 2021
Uirapurú o devenir-pájaro, Martín Ayos – Santiago Cucullu (imágenes), Editorial Barnacle, Buenos Aires 2023. «Siete variaciones acerca de ‘No siempre puedes obtener lo que deseas’» Junto a Santiago Cucullu, Salina Art Center, Kansas, USA, 2010-2011.
«En la bruma de lavanda» Junto a Santiago Cucullu, Galería Labor, México DF, México, 2011 Reimagining The Global Village Frederick Layton Gallery, Milwaukee Institute of Art & Design, 2021, Junto a Santiago Cucullu
Coordinador de talleres de filosofía desde 1996 hasta 2002.
Coordinador de talleres de poesía hasta la fecha.

 

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Poemas de La cena de las Cenizas

 

 

 

 

Sobre la imagen de Bruno en llamas

 

Dices: Veo a Bruno arder.

Dices: Estoy frente al cuerpo de Bruno en llamas, inseminado por el dolor.

Y yo, Filoteo, te respondo: No es Bruno el que arde sino que el Mundo está ardiendo en Bruno; siempre lo estuvo.

Contempla las ampollas en la espalda y la madera.

Te digo: Bruno se está poniendo en acto infinito.

Bruno se expande, se disemina, se multiplica como una madre adolorida.

Brota Bruno en la madera y van siendo uno.

¿Ves cómo se abre el atanor de su piel?

Bruno, parte y accidente, tras la llama viva, se mueve de su nombre y florece.

Lento, muta, como si Dios volcara su vaso rojo.

Dices que los sentidos, declaró Bruno, pueden engañar.

Los sentidos no engañan esta vez.

En cada átomo de cada una de estas llagas, como si fueran palabras que se abren por amor a la Verdad, hay un pedazo de Bruno que se escapa y se te acerca.

Así yo, Filoteo, te digo: Si la substancia es eterna detrás de toda máscara, en cada animal que aun temblando se acerca implacable a la Verdad, una parte llamada Bruno sigue ardiendo en nuestro Mundo.

 

 

Discurso del Furioso

No creas en los versificadores y los copistas. En el centro de todo libro debe crecer no la letra sino una imagen: la de tu cuerpo: barro y cielo. El pensamiento es un tierno animal que se alimenta de esas hojas: las hojas son los diferentes espejos enfrentados, donde se refleja infinitamente el sol: el sol que encandila tu mirada, circula por tu sangre, incendiando tu corazón que asciende: sin descanso, porque un libro que crece hasta el humo de ese modo es tan necesario como implacable.

Toda lectura comienza así (rimando con la desmesura): despiertas, estás de pie y dices voy, voy hacia el borde, que no existe.

 

 

De Novum Organum

¿Cómo puede existir un infinito más grande que otro? ¿Qué me quieres decir, Cantor? ¿Qué tu mujer es más grande que tú? ¿O tú, más que tu mujer? ¿Qué el futuro es más grande que el pasado? ¿Qué el deseo es más grande que el error?

Yo, Filoteo, te digo que el infinito no tiene partes, que dos cuerpos no pueden tocarse para siempre, y tú, ¿que las partes son infinitas y no se juntan nunca, que no puedes llegar de A a B, que el cero es más grande que Dios?

Yo, Filoteo, te hablo de un animal que vive para siempre.

Y tú, alma del futuro, ¿que entre manojos de universos la Nada burbujea, que hace cada vez más frío, que el cero es más grande que Dios?

 

 

(Primera pregunta)

Bruno, ¿ya saliste de todo lugar? ¿Has tocado el vacío?

 

 

(Tercera pregunta)

Bruno, ¿escuchaste los ecos de la creación?

 

 

(Primera ceniza)

Te he visto sentado en el viejo monasterio, entre la mirra y el sándalo, donde has vuelto para contemplar el sexo de María, abierto, siempre abierto por piedad al infinito.

 

 

(Cuarta ceniza)

El conocimiento debe pertenecer a todos, dijiste. Y pusieron una prensa de madera en tu lengua.

Por pronunciar palabras en la lengua de tu madre.

Pero tu madre ya estaba en todas partes: era el Mundo tu madre llevándote en brazos del monasterio a la hoguera.

 

 

(Quinta ceniza)

Este libro se transforma, pero no desaparece. Así la substancia deja caer las máscaras, una a una, comenzando por la tuya y la mía, hasta que queden nuestras almas mirándose de frente, sin nada que decirse, prontas a caer también, como toda imagen, por detrás de las máscaras vacías.

 

 

imagen de tapa y contratapa recortada

 

Claudio Archubi (Mar del Plata, Argentina, 1971). Doctor en Física e investigador de CONICET. Actualmente trabaja en el IAFE (Instituto de Astronomía y F ... LEER MÁS DEL AUTOR