

Presentamos tres textos de la célebre autora española.
María Zambrano
ARDE ESTA IRA IRREAL
Arde esta ira irreal
y sin embargo
hay que soportarla
cruje el escenario al incendiarse
tu belleza cuando cae
y sin embargo
hay que soportarla
arde el silencio
su fractura
y las ramas
y los huesos
de los pájaros
sólo la fe calmará este fuego
esta ira
sin rama
sin hueso
sin pájaro
No
no son pájaros
son alas de ceniza
con la lengua de acero de las locomotoras
no
no son pájaros
son cenizas de un ave mitológica
barco ebrio o loba parturienta
abriéndose
por encima de las cúpulas
no son pájaros los estambres
de las flores funerarias
la cabeza enterrada
avestruz de los agostos
transeúnte que tala
los sueños
son alas de ceniza
frágiles cuerpos dormidos
en el santuario de la voz
no
no es un pájaro este miedo
anidando en la boca
ESTA IRA
Que aprendáis a llorar el día breve
que enfermen vuestras hijas
y no sepáis
el nombre exacto para el miedo
en la garganta se ahogue ese pitido
y arda la madera seca de la muerte
sólo un día
de atravesadas horas
y luces que se enciendan
rojísimas las luces
y sean bestias
escupiendo
sobre los mausoleos
sólo un día
tiriten de frío azuladas las mandíbulas
y nadie pronuncie
el verbo que calme
sus articulaciones
y todo sea balbuceo
de sabio que atesora
sus cuerpos con asepsia
cuando caigan las crías
en lo ignoto
y en esas horas aprendáis
el idioma absurdo de la muerte
sólo un día
LA DESPEDIDA
Viajero, tu huella
se desvanecerá en la arena,
y al poco tiempo será borrada,
y ningún pie repetirá tu paso.
Todo pasará así en la tierra,
todo se irá hundiendo en las arenas,
así lo hemos sabido siempre.
No te aferres, viajero, a tu paso,
que nada importa si abandonas
esta torre de violencia y ambiciones,
este ruidoso medio de aciertos.
No es aquí, viajero, donde esperes
fuego, luz o libertad:
una voz oculta,
un temblor de sangre
que apenas llega
hasta el pecho, hasta el alma,
eso es todo lo que la vida enseña.
¿Qué te importa saber dónde vas
si nunca hubo camino,
ni destino ni salida?
¿Qué te importa querer saber?
Caminas, y sólo eso sabes,
y junto a ti va el caminante,
ese que tú ni ves,
ese que es.
Y a veces, con una palabra,
con un gesto, con una sonrisa,
te alcanza y tú lo alcanzas,
y quedas inmóvil, detenido,
y el mundo corre delante,
sin pesarte, sin saber de nadie,
ni de ti menos,
y tú ya no sabes si avanzas
o retrocedes, si subes o bajas,
si sueñas o despiertas.
La despedida no se acaba nunca.
Desde el suelo mismo de las cosas
parte, continúa, sigue la despedida.
No lo mires, camina en busca
de tu propia despedida,
ese llegarte a ti mismo
que es esa sombra siempre presente,
esa desnudez del alma que es,
en definitiva,
la única imagen verdadera.
Viaja, caminante, sin tener camino,
que tu camino es tu despedida,
y es también tu encuentro.