Max Rojas

Escrito al borde de los pozos

 

 

 

 

Escrito al borde de los pozos
(Fragmento)


1

Por los toneles de la noche el viento
trae su memoria de camión nocturno:
deshilachados potros de la tarde asumen
su condición de usuarios del silencio.
Sombra como retazo del olvido,
un hombre al borde de su sombra cruje;
sujétalo a su cuerpo un clavo ardiente
y una feroz manera de aferrarse
a los crujientes garfios del recuerdo.
No sabe que al caer caerá en un pozo
donde de nada le valdrá su aullido.
Una luciérnaga le alumbra la mirada
y ve su cuerpo, en el desplome, solo.
Deshilachados potros de la sombra asumen
su condición de huraños cavadores,
algo como galope de caballos
en el silencio funeral se acerca.
De los toneles de la noche llega
el grito atroz de la bestial caída.
En la tiniebla de los pozos tiembla
la luz de una velita que se apaga.

 

2

El aguaitado por su duelo viene
con su cencerro funeral sonando;
su apagada velita entre los dedos masca
para entregarla a la que en brasas mora.
Algo como segmento de hombre ahorcado
desde la lumbre de su trozo brama;
en el crepite de la llama, entonces,
puede escucharse en vela su balido.
En el brasero de su zarza el fuego
entre calderos le acalora el frío,
y a seguetazos su bramido corta
la densidad de la oquedad que no lo adopta.
Al desamparo el aguaitado vuelve
con su velita, entre los dedos, rota;
como que a tumbos su crujir lo masca todo
y hacia lo oscuro su bramar se hace balido.
El desvalido y su cencerro funeral sonando,
busca zarzal donde las manos del ahorcado puedan
en la tiniebla de lo atroz hallar morada;
en los fogones de la noche ávidamente se asarán
sus manos hasta volverse sombra de ceniza en vela,
y siendo musgo ya y helecho calcinado
en la oquedad donde la flama de la vela mora
se hundirán para siempre en su desvelo.
Sobre el callado bramadar de su silencio,
de su cencerro funeral llega la bruma
con que el ahorcado por su duelo en su balido llama.
Brumoso en su brasero, su zarzal y su vela
que se extingue, entre alaridos de su llaga masca
y desvalido,
desde la oscuridad que a seguetazos lo destaja
ladra la desvalida soledad de su bramal balido.

 

 

Epitafio del perro

Fue de sombra.
Aquí no está sino la sombra
de la sombra de un hueco que una vez
cavó buscando el alba.

(Jardín pleno de luz le fue vedado).

Se devolvió a la sombra.
En soledad su sombra y su ladrido
siempre estarán huyendo entre la sombra.
Nunca jamás habrá perdón para él y su alarido.
Nunca hallará la paz su imagen de suicida.

 

 

No hay olvido

Sueño hecho pares; pared en la que el alba
deshecha está en cristales. Vaso roto.
Imagen destrizada de tu cuerpo en el espejo
yace.
Alba fuiste, amanecer distante
—y qué nocturna. Eres muro.
Cuánto pesa tu sombra. Cuánto cercas.
Sueño soy hecho piedra. Soy pared hecha sueño.
Sueño que estás, pero es un muro.
Sangre, y no hay olvido.
Alba deshecha: qué nocturna.
Sueño que estás, y palpo.
Este muro. Este muro. Este muro.
Sueño ya no. Sólo este muro.
Este cristal, cómo me sangra.
No hay olvido.

 

 

Acercamiento de una sombra

Fuego, o cuánta dulzura como lluvia
o fruta mordisqueada hay en tu sombra.
Quedo vienes, callada, calladamente vienes,
llovizna o niebla llegada de la tarde.
Apenas un sonido,
una guitarra que suena desde adentro de lo triste
te aproxima.
Dulce, o muy triste, tristemente yo estoy
o espina o me desgarro, o quedamente quedo
yo te llamo.
Quedamente te llamo. Yo te llamo muy quedo
y quedo vienes, desde lejos,
de tu sonido de guitarra vienes,
calladamente tiste a veces vienes.
Yo te quiero.
Ira o amor. No sé, Te quiero:
como a ciruela herida por el viento
yo te quiero.
Rescoldo o brasa de pasión que no se extingue:
te amo.
Fuiste, o no: eres cuerpo,
cuerpo deseado. Qué abrasante.
Aquella brasa queda.
Queda, calladamente vienes, triste o dulce,
a veces vienes, clavo que ya, cómo desgarra.
Yo te quiero.
Ceniza o qué. Aquel rescoldo.
Qué desolado está, sin tim
este o aquel mundo que tú poblaste de linternas.
Ven.
Cuánto silencio hay. Cómo te llama.

 

Max Rojas (Ciudad de México, 1940 - 2015). Autor de los libros de poesía: El turno del aullante (1983) Ser en la sombra (1986), y ... LEER MÁS DEL AUTOR