Luis Eduardo Aute. De alguna manera

 

Presentamos tres textos del gran cantautor español.

 

 

 

Luis Eduardo Aute

 

 

El tiempo, el viento

No se trata de hallar un culpable,
las historias no acaban porque alguien
escriba la palabra <<fin>>.
No siempre hay un asesino,
algunas veces toca morir…
lo que viene se va
como suele pasar
el viento, el viento.

Márchate si ha llegado la hora,
date prisa que, como ya sabes,
es muy impaciente el amor…
No malgastes ni un segundo
después de darle cuerda al reloj,
que un cumplido de más
no te vaya a robar
el tiempo, el tiempo.

Y no queda nada,
las espinas, las rosas
se las llevó
el viento, el tiempo…

Ahora sólo la vida te espera
con los brazos abiertos y el firme deseo
de hacerte feliz.
Puedes irte cuando quieras,
no hay muros que te impidan salir…
y no mires atrás
que te va a despeinar el
viento, el viento.

Qué difícil decirte <<hasta
luego>> cuando no es el terror de
perderte este miedo a no verte
jamás.
Ya no hay puntos suspensivos,
llegó el rotundo punto final…
cuando la soledad
sólo espera matar
el tiempo, el tiempo.

 

 

 

De alguna manera

De alguna manera
tendré que olvidarte
y aunque lo pretenda
no es fácil, ya sabes
me faltan las fuerzas
ha sido muy tarde
y nada más, y nada más
apenas nada más.

Las noches te acercan
y enredas el aire
mis labios se secan
e intento besarte
que fría es la cera
de un beso de nadie
y nada más, y nada más
apenas nada más.

Las horas de piedra
parecen cansarse
y el tiempo se peina
con gesto de amante,
de alguna manera
tendré que olvidarte
y nada más, y nada
más apenas nada más.

 

 

 

El niño que miraba el mar

Cada vez que veo esa fotografía
que huye del cliché del álbum
familiar, miro a ese niño que
hace de vigía oteando el más allá
del fin del mar.
Aún resuena en su cabeza el
bombardeo de una guerra de
Dragones sin cuartel, su mirada
queda oculta pero veo
lo que ven sus ojos porque yo soy él.

Y daría lo vivido
por sentarme a su
costado para verme
en su futuro desde
todo mi pasado
y mirándole a los
ojos preguntarle
enmimismado si
descubre a su
verdugo en mis
ojos reflejado
mientras él me ve
mirar
a ese niño que miraba el mar.

Ese niño ajeno al paso de las horas
y que está poniendo en marcha su reloj
no es consciente de que incuba el mar de
aurora ese mal del animal que ya soy yo.
Frente a él oscuras olas de
naufragios acumulan tumbas
junto al malecón
y sospecha que ese mar es un
presagio de que al otro lado
espera otro Dragón.