Ernesto Che Guevara. Quise llevar en la maleta

 

Presentamos tres textos del mítico guerrillero argentino.

 

 

 

Ernesto Che Guevara

 

 

ASÍ CUANDO ESTE DÍA…

Así cuando este día con mano temblorosa
pongo mi prisma en un registro ambiguo.
Con el sabor extraño de fruto encajonado
antes de consumar la madurez al árbol.
A veces no percibo su llamado
desde mi alada torre de viejo solitario,
pero hay días que siento despertar al sexo
y voy a la hembra, a mendigar un beso;
y sé entonces que jamás besaré el alma
de quien no logre llamarme camarada…
Sé que los perfumes de valores puros
llenarán mi mente de fecundas alas,
sé que dejaré los agnósticos placeres,
de copular ideas sin funciones prácticas.
Sé que el día del combate a muerte
hombros del pueblo apoyarán mis hombros,
que si no veo la total victoria
de la causa porque lucha el pueblo,
será porque caí en la brega
por llevar la idea hasta un fin supremo,
lo sé con la certeza de la fe que nace
quitando del plumaje el cascarón antiguo.
 

 

 

QUISE LLEVAR EN LA MALETA…

Quise llevar en la maleta
el sabor fugaz de tus entrañas
y quedó en el aire circular y cierto,
el insulto a lo viril de mi esperanza.
Ya me voy por caminos más largos que el
recuerdo
con la hermética soledad del peregrino,
pero, circular y cierto, a mi costado
algo marca el compás de mi destino.
Cuando al final de todas las jornadas
ya no tenga un futuro hecho camino,
vendré a reverdecerme en tu mirada
ese riente jirón de mi destino.
Me iré por caminos más largos que el recuerdo
eslabonando adioses en el fluir del tiempo.

 

 

 

LA VIEJA MARÍA

Vieja María, vas a morir,
quiero hablarte en serio:
Tu vida fue un rosario completo de agonías,
no hubo hombre amado, ni salud, ni dinero,
apenas el hambre para ser compartida;
quiero hablar de tu esperanza,
de las tres distintas esperanzas
que tu hija fabricó sin saber cómo.
Toma esta mano de hombre que parece de niño
en las tuyas pulidas por el jabón amarillo.
Restriega tus callos duros y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mis manos de médico.
Escucha, abuela proletaria:
cree en el hombre que llega,
cree en el futuro que nunca verás.
Ni reces al dios inclemente
que toda una vida mintió tu esperanza.
Ni pidas clemencia a la muerte
para ver crecer a tus caricias pardas;
los cielos son sordos y en ti manda el oscuro;
sobre todo tendrás una roja venganza,
lo juro por la exacta dimensión de mis ideales
tus nietos todos vivirán la aurora,
muere en paz, vieja luchadora.
Vas a morir vieja María;
treinta proyectos de mortaja
dirán adiós con la mirada,
el día de estos que te vayas.
Vas a morir vieja María,
quedarán mudas las paredes de la sala
cuando la muerte se conjugue con el asma
y copulen su amor en tu garganta.
Esas tres caricias construidas de bronce
(la única luz que alivia tu noche),
esos tres nietos vestidos de hambre,
añorarán los nudos de los dedos viejos
donde siempre encontraban alguna sonrisa.
Eso será todo, vieja María.
Tu vida fue un rosario de flacas agonías,
no hubo un hombre amado, salud, alegría,
apenas el hambre para ser compartida,
tu vida fue triste, vieja María.
Cuando el anuncio de descanso eterno
enturbia el dolor de tus pupilas,
cuando tus manos de perpetua fregona
absorban la última ingenua caricia,
piensas en ellos… y lloras,
pobre vieja María.
¡No, no lo hagas!
No ores al dios indolente
que toda una vida mintió tu esperanza
ni pidas clemencia a la muerte,
tu vida fue horriblemente vestida de hambre,
acaba vestida de asma.
Pero quiero anunciarte,
en voz baja y viril de las esperanzas,
la más roja y viril de las venganzas
quiero jurarlo por la exacta
dimensión de mis ideales.
Toma esta mano de hombre que parece de niño
entre las tuyas pulidas por el jabón amarillo,
restriega los callos duros y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mis manos de médico.
Descansa en paz, vieja María,
descansa en paz, vieja luchadora,
tus nietos todos vivirán la aurora,
LO JURO.