Ropa americana
Ropa Americana es uno de los libros más reveladores de cuantos se hayan escrito en Centroamérica en las últimas décadas. Tremendamente delicado, de radical consciencia de resistencia, el libro es impresionante en todos los órdenes, en su capacidad emotiva, en su dicción, en los hallazgos de nuevas formas expresivas, en su profundidad ideológica, en su belleza formal, en fin, en su entidad absoluta, en la densificación de su habla, en la luminosidad de su lenguaje, en la asamblea de voces, en la redención que asume, en la bondad misericordiosa sobre los humildes y las raíces del mal que no siempre la ideología permite nombrar, solo la alta poesía, la alta conciencia de una voz tan pausada y atentamente reveladora como la de Dennis Ávila. Un auténtico milagro de la poesía en lengua castellana, un libro ya imprescindible, necesario e inolvidable.
Juan Carlos Mestre
ESTUDIOS SOCIALES
En tercer grado
nos enseñaron que Honduras
no tenía volcanes.
A manera de consuelo,
los maestros agregaban
que éramos el país
más montañoso de Centroamérica.
La fertilidad vendría de otra parte,
no de la lava ni del flujo pyroclastic
que arrasó la naturaleza
para que todo pudiera volver.
Al final
no importó que nuestras montañas
nacieran ciegas.
Esta región del mundo
aprendió a vomitar para adentro.
NÚMEROS EQUIVOCADOS
Llamo a mis amigos.
Muchos están ocupados
con sus trabajos y familias;
otros manchan con pelotas
la pared de su hastío
sin oír que alguien los llama.
Un río se interpuso entre nosotros.
Los que logran contestar
agachan sus palabras cuando hablan.
No me dejan ver
más allá de sus teléfonos.
VENTA DE GARAJE
Vendo zapatos viejos.
Necesitan andar otro camino.
Vendo el botiquín de mis abuelos,
los lentes quebrados de mi hijo,
una joyita que le di a mi mujer.
Me quedo con las horas
que he dedicado a la construcción:
mi mano de obra barata,
mis pocas sonrisas al mes.
Me cansé de poner los pies sobre la tierra.
Llevo a mi familia en un retrato.
Los dejo con la promesa de volver.
IMPUESTO DE SALIDA
Las muchachas se preparan
para cruzar la frontera.
Llevan
un hilo de miedo
entre sus piernas.
Las pastillas anticonceptivas
se agotan
en la farmacia del pueblo.
DEPORTADO
Soy lo que traigo:
esta bolsa en mis manos,
una silla de ruedas,
mi rabia incontenible.
El tren me amputó la esperanza.
No quiero que mi esposa reciba
a un hombre incompleto.
Orino por una sonda.
Tengo que lidiar
con cada una de mis úlceras.
Nunca he subido a un avión.
No temo a las alturas
sino al regreso.
EL EXTRANJERO
Algo de esta casa está al otro lado del río:
el retrato en sepia de mis hijos,
una bandera en la pared del cuarto.
Sus piedras se parecen
al caracol que habita el eco de mis manos.
Salgo a buscarlo y ya está en el mar.
Aunque no haya nada que decir,
siempre hay un río.
Aunque no haya nada que escuchar.
ROPA AMERICANA
La Navidad nos encantaba por los estrenos:
ropa para el 24 y para el Año Nuevo.
Nos zambullíamos en prendas
alineadas como montañitas
en desiertos de sal.
Allí encontré una camisa
que olía a Estados Unidos.
Su cordillera de colores
preparaba algo más
que la resignación del tiempo.
Años después
supe que Ropa Americana
y Ropa Usada
eran la misma cosa.
Me hubiera gustado encontrar
al verdadero dueño de mi camisa
para contarle que la usé
hasta los últimos días de mi infancia.
ÚLTIMAS PALABRAS
Juro
que saldré de mi país
las veces necesarias.
Mi cuerpo
es un pasaporte
sellado
con las cicatrices
de estas páginas.