Como quien se deja caer
-Cesare Pavese. Poesía completa (edición bilingüe) /
Barnacle, 2025 / 600 páginas
(Traducción al español de Jorge Aulicino)
Como quien se deja caer
para no moverse más.
Una inmensa multitud alrededor
siento fatigarse y avanzar,
pero tal vez sea solo una ilusión
de los sentidos agotados.
La meta está aún tan lejos
pero ya tantos y tantos
la anhelaron y alcanzaron
sólo puedo temblando
aniquilarme en la oscuridad.
Pero tal vez sea sólo el vértigo
del deseo en agonía.
Como quien se deja caer
y no se mueve más.
[16 de abril de 1928]
Golondrinas lentas
vuelan en un crepúsculo incoloro.
Nunca volveré a estar tan triste:
solo un poco más cansado,
hasta la última agonía.
No es vida la mía:
los moribundos a quienes oprime
un estertor en la garganta
¿también son viles?
Las golondrinas afanosas,
prisioneras del cielo,
te pueden enloquecer de monotonía.
Dentro, con el rugido de la sangre,
me sacude el cerebro
un deseo atroz de locura.
[21 de abril de 1929]
Encuentro
Estas duras colinas que han hecho mi cuerpo
y lo agitan con tantos recuerdos, me han abierto el prodigio
de ella, que no sabe que la vivo y no llego a comprenderla.
La encontré una noche: una mancha muy clara
bajo las estrellas ambiguas, en la neblina de verano.
Había alrededor el olor de estas colinas
más profundo que la sombra, y de repente sonó
como salida de estas colinas, una voz más limpia
y áspera a la vez, una voz de tiempos perdidos.
Alguna vez la veo, vívida delante,
definida, inmutable, como un recuerdo.
Nunca pude aferrarla: su realidad
cada vez se me escapa y me lleva lejos.
Si es bella no lo sé. Entre las mujeres es joven:
me sorprende al pensarla un recuerdo remoto
de la infancia vivida entre aquellas colinas,
tan joven es. Es como la mañana. Me anuncia en los ojos
todos los cielos lejanos de aquellas mañanas remotas.
Y tiene en los ojos un propósito firme: la luz más limpia
que haya tenido jamás el alba sobre esas colinas.
La he creado desde el fondo de todas las cosas
que me son más queridas y no llego a comprenderla.
[8-15 de agosto de 1932]
Pensamientos de Dina
En el agua que corre limpia y fresca de sol,
es un placer tirarse: a esta hora no viene nadie.
Dan escalofríos las cortezas de los álamos si tocan el cuerpo,
más que al agua ruidosa de una zambullida. Bajo el agua
está oscuro
todavía, y te da un hielo que mata, pero basta saltar al sol
y una empieza a ver las cosas con ojos limpios.
Es un placer tenderse desnuda sobre la hierba caliente
y buscar con los ojos entrecerrados las grandes colinas
que sobresalen sobre los álamos y me ven desnuda
y nadie desde allá se da cuenta. Aquel viejo en calzoncillos
y con sombrero que iba a pescar me vio zambullirme,
pero creyó que era un chico y ni siquiera me habló.
Esta tarde volveré a ser una mujer con vestido rojo
—no saben que estoy aquí tendida, desnuda, esos hombres
que me sonríen por la calle—; vuelvo vestida
a provocar esas sonrisas; no saben esos hombres
que tendré las caderas más fuertes bajo el vestido rojo
y que seré otra mujer. Nadie me ve aquí abajo,
y pasando las plantas están los areneros, más fornidos
que aquellos que me sonríen: nadie me ve.
Son bobos los hombres —esta noche, bailando con todos,
estaré como desnuda, como ahora, y nadie sabrá
que podría encontrarme aquí sola—. Seré como ellos.
Solo los bobos querrán apretarme bien fuerte
y susurrarme propuestas de zorros. ¿Pero qué me importan
sus caricias? Sé hacerme caricias yo sola.
Esta noche deberíamos poder desnudarnos y mirarnos
sin hacer sonrisas de zorro. Yo sonrío sola
cuando me tiendo aquí en el pasto y nadie lo sabe.
[23-24 de marzo de 1933]
Eres como una tierra
que nadie dijo jamás.
No esperas nada
sino la palabra
que surgirá desde el fondo
como una fruta entre las ramas.
Hay un viento que te alcanza.
Cosas secas y mortecinas
te estorban y andan en el viento.
Miembros y palabras antiguas,
tiemblas en el verano.
[29 de octubre de 1945]
También eres el amor.
Eres de sangre y de tierra
como los otros. Caminas
como quien no se aparta
de la puerta de casa.
Miras como quien espera
y no ve. Eres tierra
que se duele y que calla.
Tienes sobresaltos y cansancios,
tienes palabras —caminas
esperando. El amor
es tu sangre —no otra.
[23 de junio de 1946]
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos—
esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito callado, un silencio.
Así la ves cada mañana
cuando sobre ti sola te inclinas
en el espejo. Oh, querida esperanza,
ese día sabremos también nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
resurgir un rostro muerto,
como escuchar un labio cerrado.
Descenderemos al abismo, mudos.
[22 de marzo de 1950]