

Presentamos dos textos del recordado autor argentino.
Nicolás Olivari
EL DOLOR EN LA SOMBRA
Lo amable de un amor pronto se apura
y con una sola cuerda me lamento,
que el amor huraño es el que dura
a través del tiempo.
Mi dolor te digo sin comento,
y es la causa de mi canto monocorde,
no te sonará a música el sentimiento
de un solo acorde.
En la sombra se agacha mi tristeza
con vergüenza de lo torpe de su aliño,
que es sabido que no admiten a la mesa
a un desharrapado niño.
Mi verdadero dolor muere a la noche
para volver a ser en nuevo día,
sonámbulo de pena, a troche y moche,
mi violón solloza en elegía.
AUTORRETRATO
¿Quieres que te haga mi retrato
En esta colección de versos cojos?
…acaricio el dulce lomo al gato,
y mis lágrimas acuden a tus ojos.
Todo yo estoy en ti, no poseo
cara alguna sin tu amor,
porque ya sabes cuán es de feo
un ciudadano incolor.
Sin ti estoy desintegrado,
sin escala, sin metro, sin figura;
me veo solo, enamorado
de esta infiel y alegre criatura.
Sin ti, un sueño pesado de letargo,
una frente triste que sin cesar humillo,
(el esquema de mi verso tan amargo
lo dibuja eternamente el cigarrillo).
Soy el frente de un edificio descascarado,
mi corazón enseña su ladrillo apagado.
Soy la tristeza que hay en el Debe y en el Haber;
a la dulce amada no la he vuelto a ver.
Soy la tristeza de esas sirvientitas
que sólo los domingos’ asoman a las ventanas:
en sus delantales blancos lloran infinitas
las vulgares tristezas de toda la semana.
Soy la tristeza de esos descamisados,
chiquilines flacos, diareros o lustrabotas;
renguean por todo lo que han caminado,
y anotan un agujero más en la media rota.
Soy la tristeza de esos patios mezquinos,
silenciosos y fríos, sin ecos de canciones;
en la espera del acaso, de su vulgar destino
llena la gente la Agencia de Colocaciones.
Soy la tristeza de un libro de versos
donde un poeta puso su corazón,
y que encontramos un día entre los diversos
“Manuales del buen cocinero” en liquidación.
Soy la tristeza que hemos encontrado
en los apagados ojos del mozo del bar;
Era la Nochebuena, ellos han pensado
que deben pasarla lejos del hogar.
Soy la tristeza de una tarde amarilla
-el sol en la puesta enfermó de ictericia,
una nube oscura le hizo de camilla,
y otra nube blanca le hizo una caricia.
Soy la tristeza de una mujer enferma,
Que espera hace rato con su muchacho,
Cariátide de angustia junto a la taberna
De donde su hombre ahora va a salir borracho.
Soy un agua detenida junto a la vereda,
se enverdece lentamente, sin curso, mi tristeza,
copia el cielo a veces, o como una moneda
en la charca la luna se juega la cabeza.
Soy la tristeza de esos vagos suburbios
cuando la tarde se pliega en los bandoneones,
y a lo lejos nos guiñan, por la tristeza turbios,
los problemáticos ojos de las constelaciones.
Soy la tristeza del ex socialista
que rico y burgués toma el fresco al balcón;
Le trae el viento el eco del ideal colectivista,
Mientras abajo pasa elástica la manifestación.
Soy la tristeza de una galería
de mujeres antiguas en traje de baile;
¡cómo se lamentaba el viejo de la fotografía:
– Esto se acabó, amigo; ya no viene nadie!
Soy la tristeza de dos ojos castaños,
recogida una tarde en un lejano andén;
cómo nos miraban, hace tantos años,
cuando partimos con el último tren!
Soy un páramo yerto donde va a llover.
– Lector, a Ella nunca la he vuelto a ver…