

Presentamos tres textos del celebrado escritor chileno.
Roberto Bolaño
Las sirenas
¿Escuchas las sirenas de la noche?
Sí.
La neblina cubre el puerto.
Pero son mensajes para ti.
Las sirenas los cornos los gemidos de la niebla.
Pero yo no sé qué intentas decirme.
Tal vez es la voz de tu conciencia.
Mi conciencia pájaro enronquecido.
¿A estas horas de la noche?
¡Pero tú escribes aún!
Cosas sin importancia.
¿Papeles póstumos, lo que te permitirá ser amado?
Basta.
Amo ahora.
Abro piernas y escondo mi pájaro.
Tu pájaro enronquecido dentro de la niebla.
¿Con quién intentará comunicarse?
Es gratis.
Es canto.
Dentro de muchos años seré deseado
Como un círculo de hielo.
La esperanza
Las nubes se bifurcan. Lo oscuro
se abre, surco pálido en el cielo.
Eso que viene desde el fondo
es el sol. El interior de las nubes,
antes absoluto, brilla como un muchacho
cristalizado. Carreteras cubiertas
de ramas, hojas mojadas, huellas.
He permanecido quieto durante el temporal
y ahora la realidad se abre.
El viento arrastra grupos de nubes
en distintas direcciones.
Doy gracias al cielo por haber hecho el amor
con las mujeres que he querido.
Desde lo oscuro, surco pálido, vienen
los días como muchachos caminantes.
Plaza de la estación
Bajo el cielo gris —pero nada es permanente,
cercada o protegida por alerces desnudos
la plaza se introduce en la realidad.
Del surtidor cubierto de musgo apenas sale
un chorro de agua y un arco de hierro
en el otro extremo compone un gesto
vagamente escultórico el soporte perdido
de algo que ya no veremos. Ni la lluvia
es necesaria ni las sombras femeninas
de la mente. La plaza se recompone al alejarse,
su quietud es mérito del viajero. Aquí,
en el páramo quedan las líneas, apenas
los bocetos de su clara disposición agónica.