

Presentamos tres textos de la imprescindible autora española.
Carmen Conde
LO INFINITO
Tú vives en el alba.
Los pájaros te aclaman.
De túnicas de aves te viste la alegría.
¡Qué aurora la que exaltas!
¡Qué noble luz la tuya!
Te escuchan las mañanas y las noches
porque eres como un cirio,
porque eres como un corzo.
Sentirte a ti que pasas
rozándome las rosas y los ayes…
Doler en tus rodillas, estrujada
por riscos y malezas.
Y que un céfiro de alondras venga dulce,
que tú llegues aventando mis heridas…
Ser mujer y tuya, ¡qué inefable
fundirse la conciencia entre tus brazos!
EN EL PRINCIPIO
Se suceden las formas.
Un prodigio de luz y de color me habita.
En mi alma se mueven
grandes mundos que buscan su palabra
para llamarse algo y no sólo materia.
¡Nombres quieren los sueños!
Música, amarillos y rosa, un céfiro blando
Son mientras no son fuera de mí.
Medito, y la conciencia elude
la concreta criatura de llamarles algo.
¡Lucha sin descanso en mi callada
Ignorancia del llamar perfecto!
¿Por qué los sueños quieren tomar parte del mundo
si cuando son presencias sin contorno
alivian tanto el alma?
Ser donde yo soy, con un nombre:
árbol, libro, calle con musgo en las piedras…
¿Y lo que es eso mismo, pero no se ve nunca;
lo que es el árbol todo, pero no son las hojas,
ni los pájaros que cantan en sus límites verdes?
¡Qué tortura es llamar!
¿No quieren los fantasmas seguir siendo fantasmas?
Me poblaría de ellos siempre; aquello
que los desnuda para hacerlos cosas, me aterra.
¡Una niebla delgada entre el mundo y mis ojos;
un silencio de exactitudes, un cielo
sin arcos que sostengan la bóveda
de la verdad con nombre fijo!
Me voy quedando sola en este mundo,
porque en el otro crecen mis amigos eternos.
Son todos los que antes gimieron por dar nombre
al universo ávido que trabaja en mi alma
buscándose salida, emergencia concreta.
Prefiero sonreír callada, descalzar mi memoria.
A pesar de los llantos oscuros
y de que cada noche bajan a mis labios
Palabras ya maduras que pudieran ser nombres…
¡No llamar, no cercar, no destruir la eterna
sucesión de las formas inmersas en la Nada!
VOZ DE LA VIEJA EVA AL SENTIRSE MARÍA
A Ella la llamas Ave, saludándola.
A mí llamaste Eva, que es lo mismo.
El Ave de María es terrenal morada tuya,
y yo fui lanzada de tu Huerto, acá a la tierra.
No perdonaste que engendrara hombre
a la que quitaras Tú del que fraguaste.
Y vienes a posar en cuerpo humano,
en virgen de mi propia descendencia.
¡Salvarnos con tu lumbre, por tu Hijo:
venirte Tú a entendernos, dialogando
por medio de la Voz que depositas
en cuerpo de mujer que es pura siempre!
Ignoras las miserias de los hombres.
Harán en tu Criatura su venganza.
La tierra no se olvida de que es tierra
maldita, como yo, por tu arrebato.
Tu Hijo, otro Abel, será vendido
por quien tu Ojo implacable airado mira.
Ave, Eva. Nombres de mujer en dos Edades.
Presencias de tu Ser. Pero María
jamás pecó, Señor. ¿Por qué la eliges
sufridora del drama sobrehumano?
¡No hay árbol de la ciencia,
no hay árbol de la vida para ella!