Mar Rodríguez

Cicatriz y otros poemas

 

 

 

 

 

Cicatriz

 

No hay costura que enmiende la rasgadura de mi pecho.

Hilos de colores ensartados en agujas desgastadas

caen sin remendar mi cuerpo, al intentar hilvanar

las grietas a las que he dado lugar entre mi carne.

 

Sábana empapada de culpa roja que no cae,

ni con tres lavadas de paciencia,

ni con el sermón que trae consigo la llamada

que ya no espero.

 

Colecciono mis muertes como si fueran mariposas,

me disuelvo en agua como medicina efervescente.

Pienso en bordados desprolijos: adornan la clavícula

y el escote sobrepuesto a mi piel insensible.

 

Soy marioneta ante el patronaje consciente,

el hábito premeditado murmura,

la línea en zig zag grita el cansancio

que cada punto ha intentado cubrir…

 

 

 

 

No más

 

Me enredo

en el caos natural de mis ataduras.

Las palabras se han vuelto

nudos en mi garganta

y he vuelto a soñar

con colibríes entre cipreses.

 

Bendito martirio,

maldita sanación.

 

Tres hojas caen

y es lo más claro que he escuchado en años.

 

Tres hojas caen

y aún no sé cómo coserme.

Tres hojas caen

igual que lo haré yo algún día.

 

Hoy, mañana, un mes.

 

No más.

 

 

 

 

Amalgama

 

Convertir el cuerpo en ritual insulso,

desmenuzar la carne en porciones diminutas,

apilar los huesos para reivindicar el olvido

y ocultar la ensoñación de miradas fijas.

 

En la alfombra, la silueta y lo que fue.

Las botas se hunden en la felpa, mientras

gota a gota

el alcohol intoxica mi error.

 

En esos ojos no existo

ni en los míos, en otro rostro.

 

 

 

 

Más uno

 

No me permito cruzar este limbo,

recito cada paso.

Dejo líneas a medias, me confundo en los carretes.

 

Escribo mis pensamientos;

hace tiempo no entiendo mi letra

todo es cíclico: busco fracturarlo.

 

Estoy absorta

y ausente en todas las miradas;

el reflejo en el cristal pasea por mi espalda.

No reparo en sus interrogantes.

 

Si hay marcas, las olas las tomaron.

 

—Inexistente camino—

 

La bruma me hace parpadear

aunque carezca de sentido.

Los pasos que anduvo dejaron de abrazarla.

 

Su nombre está en el papel

aunque no haya escrito nunca.

 

 

 

 

Ojalá

 

Inventar un lenguaje

donde mi desastre sea concepto,

como un presagio de la condena

que yace en mi nombre.

 

En mí convergen todas las hojas,

las arrullo dramática.

En cada camino hay otoño.

 

Me anochecen,

con las palmas burdas

y la sangre intacta.

Algo en mí lo recita a memoria,

no puedo negar mi naturaleza…

 

Me persignan como a quien han olvidado,

con la mano izquierda,

mis párpados se apagan y

mis letras toman un sentido periódico,

el concepto da a lugar.

 

 

 

 

Aliento

 

Aún tengo tu piel bajo las uñas,

y al girar, tus pasos se marcan en la grava,

no soy yo quien cierra la puerta

ni quien se esconde en el centro

 

En esta casa no hay ventanas, ni

fantasmas sin taxonomía.

Un dolo así no puede desanudarse,

más sencillo partir adioses

hasta regurgitar el cansancio de tus iris.

 

El vestido blanco, se tiñe de rojo en el pecho

y me acurruco en el corazón de las aves,

esperando tu voz:

casta esencia de amor fatal.

 

Aún tengo tu piel bajo las uñas,

no hay agua alguna que me borre tu pecado

ni la marca de tus besos.

 

 

 

 

Reloj

 

Que es la vida lo que me pesa tanto,

a lo que no puedo darle cuerpo.

Que no dejaré de hacerme diminuta

ni de combatir con el exilio que me he declarado.

 

Que sería más fácil sostenerme sin piernas,

porque las que tengo me sobran y exceden.

Que estoy febril y con el corazón desfallecido.

A mi espíritu nadie lo invoca.

 

Nadie cuida del cordero asustado,

de la niña que crece salvaje,

ni de su danza descalza, ni de la lluvia de las tormentas.

 

El sabor a muerte me inunda la boca.

 

Los lirios también se marchitan,

los ríos también se secan.

 

 

 

 

La queja

 

Aúllo quebrantada en un frenesí

que desafía mi presente.

Ruego me mutilen las ansias,

cancelen mis sonidos,

silencien mis recuerdos en otras vidas,

con otros dígitos.

 

Para qué tanta vida, dice Alejandra,

mi existencia se asegura por contradicción,

canta a mis penas un himno solísimo sin resucitarme

imploro que me mire por fin y me abra los brazos.

Mar Rodríguez (Colombia). En sus escritos transita por el dolor, la pérdida y la angustia. Escribe para no ahogarse y para darle cabida a sus pensamiento ... LEER MÁS DEL AUTOR