Canción segunda
¿SE PUEDE AMAR A ALGUIEN…?
¿Se puede amar a alguien
a quien jamás se vio correr,
de cuyo tranco que acelera el pulso
nunca nos dio a probar un poco?
Corriendo,
una segunda desnudez,
más primitiva, aflora.
Así, un breve impulso,
incluso un salto a veces
es todo lo que Amor requiere
para acabar de darse.
Y yo no puedo ni siquiera
imaginar cómo corrías.
¿Corriste alguna vez?
¿En dónde? ¿Cuándo?
Me habría bastado un trote,
¿sabes?, un simple arranque tuyo
para comerte viva.
Pero tú hablabas
del hijo que querías de mí en tu cuerpo
aún adolescente.
Seguro que correr te parecía
una tontería, si estabas hecha
para dar a luz.
Qué claridad aterradora
y sin fisuras. Así Calipso
retuvo varios años a Ulises en su isla.
Pero está escrito que el amor
va junto con la brisa y que las Ítacas
acaban siempre por tener razón.
LA HISTORIA SE DESPIDE EN LA PANTALLA
La historia se despide en la pantalla,
y la canción, con esa voz soberbia
que cautiva,
nos clava en el asiento
leyendo los créditos finales.
¡Cuántos nombres!
¡Qué caterva de gente para hacer una película!
¿A todos los conoce el director?
¿Le ha dirigido la palabra
al segundo asistente de sonido?
¿Sabía que existe?
Se acaba la canción de voz soberbia,
pero el desfile en la pantalla continúa
y entonces entras tú al relevo,
canción segunda,
mientras se prenden las luces.
No sé cómo te llaman en el cine.
¿Canción de luces? ¿Canción vacía?
No sé tu nombre,
canción para vaciar los créditos
que me produce una congoja absurda.
NO QUIERO IR A LA MORGUE
No quiero ir a la morgue,
quiero ir a París,
a la morgue, lo juro,
iré después de la Torre,
quiero estar abajo
de la bella estructura
y desde ahí mirar la punta
que las tuercas y las vigas
levantan sobre París.
A la morgue iré después
de ver cómo sube
el armazón fantástico
a base de giros de rosca,
tornillo a tornillo, remache
a remache, herrumbre feliz
que llega a las nubes.
COMO LOS EXTRAS DE UNA PELÍCULA
Como los extras de una película,
que nos obsequian su apariencia
para que lo que vemos sea creíble,
pues solo así, identificándonos,
nos cautiva lo que ocurre en la pantalla;
vaciados de sustancia como ellos
y sin embargo vivos, estrellas
de otras películas, tal vez, no de esta,
en la que solo les pidieron que cuidaran
de no voltear hacia la cámara
(con lo difícil que es fingir que ella no existe);
como los extras vivir un día
de andar como prestados,
bobeando desde que amanece,
de cuerpo entero pero incorpóreos
para que otros se completen.
¡A CUÁNTOS QUE ME FALLARON…!
¡A cuántos que me fallaron
les retiré mi afecto,
creyendo que la vida es larga
y volvería a quererlos!
¡Creer que para todo hay tiempo
es mi mayor defecto!
Lo digo en verso (otro defecto mío)
para no decirlo de manera franca.
Pero los versos si son buenos
no dejan de escarbar
con rimas que remueven losas
que cubren unos traumas.
¡A cuántos que me fallaron
les clausuré mi ser,
sin darle tiempo al tiempo
de irse por las ramas!
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-Fabio Morábito
Canción segunda
Colección Visor de Poesía
España, 2024