Omar Castillo

Cicatrices en el habla

 

 

 

 

 

Inicio 

 

Hoy a los poetas nos ha correspondido asumir un tiempo de paradigmas sumergiéndose en los imaginarios de los orígenes humanos. Un tiempo escarbando justo donde yacen antiguas flores de fuego, cuyos pétalos crecen volviéndose sílabas al impulso de sus brasas. Un tiempo abrupto y fascinante. De espectáculos como aquel donde se imprime un antiguo sufí diciendo que la luna es el espejo de la memoria del tiempo. Ante lo cual es posible acotar que de ser así, el sol es el hogar donde arde tal memoria y después de un silencio, agregar que las palabras son el chisporroteo de ese fuego y que con ellas los poetas labramos lo predecible e impredecible, porque la poesía es asombro abriendo lo misterioso de la realidad, y el asombro poético se funda en las palabras, en su fuerza cognoscitiva cuando revela el instante donde la vida prende. Así, un poema surge como una coreografía verbal en el vacío, fraguando las raíces donde la vida nutre lo oscuro y lo luminoso de su ser.

Llegar a un poema es iniciarnos en la memoria vívida de su instante aprehendido. Vivir. Nombrar. Ser nombrados. En un poema, la realidad penetra la cotidianidad, poniendo al ser humano ante lo desconocido de su existencia, evidenciando su suceder hasta tocar su rostro oculto tras las máscaras puestas por la costumbre.

Así, la poesía moviliza las palabras que producen los continuos súbitos de lo creado, asombrando la realidad. El don del poema figura la siempre viva vida y en ella, el silencio y la algarabía producido por lo oscuro y lo luminoso de nuestras hazañas y desmanes entre la muerte y la vida. En la poesía, la realidad no deja de suceder por extraña o fascinante que parezca. En la poesía vivir es lo cierto, lo incógnito, lo maravilloso.

En el idioma español desde sus inicios es evidente como la poesía establece sus imaginarios e ideales en la vida y en la muerte, en lo azaroso que sucede entre esos dos actos, haciéndolos sus temas esenciales en sus cantos de gesta, sus romances, y posteriormente en la poesía renacentista, en la barroca y en la escrita en los siglos XIX y XX. Empero, también desde sus inicios la poesía en idioma español ha sido penetrada por el misticismo como acerbo de su noción y vivencia. Lo místico como desvelación del misterio entrañable de la vida y su suceder. La poética mística como una vía creadora para la realización de la conciencia humana. La escritura como una experiencia cognoscitiva vivida a través del decir poético.

A nada de lo anterior es ajena la poesía escrita en Hispanoamérica, cuyo mayor aporte a la tradición poética en español es su renovada noción del idioma, de sus ritmos y estructuras puestos en tensiones y expresiones que le permiten aprehender lo incógnito azaroso de la realidad en su continuo irrepetible.

Entonces, los poemas que componen Cicatrices en el habla, están tocados por estas esenciales nociones y vivencias asumidas a través de las palabras en resurrección.

O. C.
Medellín, 30 de agosto de 2024.

 

 

 

 Poemas de Omar Castillo

 

 

 

 

Lustral del habla

 

¿Dónde nace el mar?

¿En el ojo fósil de un sueño?

¿En el ala que la antigüedad recrea en el viento?

 

El mar se vuelve de revés en la luz

En el aliento que sucede en sus olas

En la nube que arroja un perfil sobre sus aguas

Justo cuando el sol se hace rojo

Y el día va hacia la noche

Costra donde deletrear el alfabeto del universo

Haciéndose aullido y silencio

Roca y sustancia oscura

En su finitud sin límites

 

Donde nace el mar

Y unos niños corren entre voces

Que se ocultan en una caracola

Mientras sus huellas son absorbidas por la arena

Y el sol

 

 

 

 

Medellín abril de 2020

 

Suenan sirenas de ambulancias

En esta mañana

Que se define

En la piel del aire

En el agua de las sombras reflejadas en el asfalto

De las perplejas vías

 

En las húmedas sombras

Que la leve luz acosa

En las fachadas de las construcciones

Mientras los semáforos cambian

Dando paso al extraño silencio

De los pocos peatones que cruzan

La Avenida La Playa sobre La Oriental

 

A su paso las nubes se hacen y deshacen

En las vidrieras de los altos edificios

 

Las horas suceden como en un tenso arco

Cuya fuerza apenas sí las impulsa

Por los pliegues tenues del día

 

Voceadas por el viento

Las hojas de los árboles se arremolinan junto

A los pedestales de los bronces que adornan la Avenida

 

A través de una ventana

Se presiente el polvo de las palabras

Acumulado por quienes ahora desayunan

Calentando los pies entre las pantuflas

 

Bajo la ceiba un tramo del andén

 

Retroceder sobre la Avenida La Playa

Hasta dar sobre la carrera Junín

Buscando un café en el Astor

 

Empero

Tras las cerradas persianas

Solo queda el sabor del saber

De tantos otros días celebrados

En esta ciudad vuelta estación de espera

 

 

 

  

Ezra Pound

 

Señor Pound, me conmueve lo desmesurado de su vida,

Lo desmesurado de su poesía.

 

Ir a través de sus Cantos es presenciar la consumación

De una realidad en el mundo,

De una realidad reventando en magníficos fragmentos

Que se esparcen sobre la memoria humana,

Convocando a otro oficio de lo real,

¿A un juego de espejos que abastecen los desastres

Y la magnitud de las consecuencias humanas?

 

¡Ah!, señor Pound, que incansable su ir

Sobre las huellas de cuanto lo obsesiona.

De ir sobre los garabatos expresivos de la pasión

Donde se cuece lo humano y su detritus.

 

Su marcha sobre el tiempo recuerda las pisadas

De camellos atravesando un desierto,

Buscando un oasis donde calmar la sed.

 

¡Ah!, señor Pound, camellos cuyos huesos se secan

Al sol esperando ser consumidos por el viento

Y la arena, por el impredecible viento del tiempo

Donde usted escarba como quien escribe una pregunta

Donde el agua no se sacia, ni la sed consume el fuego.

 

Tiempo donde sucede lo árido de las contiendas

Por el poder y las monedas acuñadas para la usura.

 

Donde las mañanas se arruman al pie de las tumbas

De la estirpe que entona sus cantos funerarios.

 

¡Ah!, señor Pound, esos filones de la historia

Revisitados por usted para revestir las fachadas

Del presente, e iluminar las estampidas

Donde cunde la consumación de una estirpe

Dada a los exabruptos y lo estéril,

Empero, también al gozo y a la fascinación

De una realidad que se abre en el mundo.

 

 

 

 

Martes

 

En el cielo de este abanico del mundo veo

En el hogar del universo el chisporroteo

De estrellas visibles por su luz que viaja

En el eco de una estampida a través

De la realidad y de la otredad

De la vida y de la muerte

 

Los visionarios podrían conjeturar

La ciencia podría esclarecer u ocultar

Al cabo la vida es cierta la muerte es cierta

Y la luz y lo oscuro cunden en el vacío

Donde un impredecible alfabeto

Deletrea haciéndose verbo

Para lo desmesurado maravilloso

Que teje y desteje el universo y el abanico

Donde mis ojos alcanzan a ver

El estallido del chisporroteo en el hogar

Flor de luz que convoca para la danza

Lustral del silencio y el origen

De la realidad y de la otredad

De la vida y de la muerte

 

Por el agua de las sombras

Escucho la voz de mis poetas

Su decir asombrando la realidad

De la vida y de la muerte

 

 

 

 

Poética

 

¿Por qué tengo que llegar al final de este poema?

¿Acaso existe un final? Desde aquí no lo veo.

Y los versos que se ven, son la trama de palabras,

De ritmos, de imágenes encabalgándose

En metáforas cuyo decir se encuentra y se pierde,

Se escribe y se borra en el palimpsesto memorioso

Donde cunde lo humano.

 

Estos versos me dicen de una fábula realizándose

En la escritura de un habla azarosa que persigue

Las líneas cognoscitivas que tocan la vida,

Lo oscuro y lo luminoso de su suceder,

Lo común y lo extraño, lo posible y lo imposible,

Lo asombroso de lo real y su escandalo cotidiano.

Sí, la oscuridad producida por estos versos

Sale de los mismos ojos que iluminan su escritura,

Que esclarecen su decir.

 

La voz que ampara estos versos ve y toca, revela

El encuentro de sus extravíos y de sus hallazgos,

Es huella aprehendiendo.

 

Y si me quedo en los pasajes que me muestran

Sin preocuparme por llegar al final del poema,

Si es que tiene un final.

 

Desde el callejón, palabras, cuerpos de palabras

Sentados al fondo, envueltos en azarosas sílabas

No dejan de observarme.

 

 

 

 

La Fe

 

Es una oquedad donde se reflejan los sueños,

Una flor abriéndose en un instante de la mañana,

La risa de un niño que lloraba inconsolable,

La mano de quien señala un camino,

La piel arrugada de un hombre a la orilla del mar

Mirando al sol en un atardecer de noviembre,

Un canasto con mangos maduros

A la entrada de una vieja casa de campo,

La plegaria repetida una y otra vez

Por quienes creen así merecer su ideal,

La luz de una estrella que nos alcanza

Siglos después de su extinción,

Las lenguas donde lo sagrado

Era el silencio y la memoria el instante.

 

Es el eco de unas campanas

Contenidas en un fósil nocturno,

Las cáscaras de naranjas secas por el sol

Al inicio de una ciudad en el desierto,

Las líneas de las manos donde se presume

Adivinar el suceder de un destino,

Los ojos donde se ve labrada

La belleza y el caos del mundo,

La danza de quienes celebran

La llegada del solsticio de verano,

Las palabras que escuchadas en un cruce

Perturban los acontecimientos de una vida,

Un ángel llevando en sus alas

Los misterios de la raíz de la creación.

 

Ah, los palimpsestos donde los sentidos

Y los sueños de la fe son petrificados,

Deteniendo los hilos cuyos tejidos hacen

Y deshacen la piel de la realidad,

El imaginario chisporroteo de una oración

Vivenciada en el revés de la concha del cielo.

 

 

 

 

Decires

 

I

Vivir es atreverse a ver el vacío.

 

II

Es saber del poeta mirar y ver,

Abrir y prender su escritura

En lo posible y lo imposible.

 

III

En las palabras, en su decir

y en sus silencios, viven

Nuestras comunes huellas.

 

IV

El punto es aprehender lo que existe

Y revelarlo hasta hacerlo propio.

 

V

Tocar el instante de una mariposa

Es tocar lo azaroso del universo.

 

VI

El misterio no se enmascara,

El misterio es una puerta.

 

VII

Ponerle misterio al misterio

Es perturbar la azarosa belleza,

Su incógnito cognoscitivo.

 

VIII

Es saber del poeta vivir alerta

Para atrapar lo súbito poético,

Lo incógnito inagotable.

 

IX

Es saber del poeta mirar y ver

La azarosa belleza prendiendo

Como una nítida flor verbal.

 

X

En su inagotable lo incógnito

No se sujeta a una sola línea,

El misterio es su realización.

 

XI

En el aire de cada día

La memoria de un pájaro

Es el instante de su vuelo.

 

XII

Ver es atreverse a vivir el vacío.

 

XIII

Más allá del asombro está el silencio.

 

Omar Castillo   Medellín, Colombia 1958. Poeta, ensayista y narrador. Algunos de sus libros de poemas publicados son: Huella estampida, obra ... LEER MÁS DEL AUTOR