Marinés Scelta

El oficio equivocado

 

 

 

 

 

A diario

 

el reflejo de la vidriera

te devuelve

la cabeza gacha

una blancura fosforescente

de insomnio y madrugada

una manera sutil de agresión

o una pregunta por voces desconocidas

y aquel recuerdo

sobre un banco de plaza

habías raspado el poema

una puerta entreabierta por si alguien

alguna vez

decidiera entrar.

 

 

 

 

 

Sonámbula

 

frente al viento atropellado

la memoria es un trigal

para tu voluntad indecisa

enrojece tu ceguera

en lo único capaz de mover montañas

 

es incienso en las manos

el último vestigio

de tu paso por el aroma

que exhalan al lamentar

los desilusionados

 

hay un astillero para tus visitas cada noche

una espera que hace de vos

la hoguera de los equinoccios

la piel que solo de la renuncia

se desprende dolorosa

 

ojos blancos no cierran los párpados a tiempo

invisible en el camino que no dictan los pies

lazarilla de la noche

no despierta quien persigue impaciente

a sus fantasmas

sino quien reconoce el rayo

de su propia tormenta

y acepta el final de la oscuridad.

 

 

 

 

 

Getsemaní

 

si una llovizna solo es alivio

para la noche del miedo

un cáliz que nadie aleja

en el verdadero lado de las cosas

quién cobija

la desnudez cuando llega el alba

la justicia

de poder mirar de frente

quién paga el precio

de treinta monedas

al mejor postor

 

con cada resurrección

algo se pierde

y el beso en la mejilla

no traiciona

si no es para despedir.

 

 

 

 

 

Delito

 

cuando el deseo es el ave más rapaz

y la noche abre su garganta sin ver

el miedo es otra cosa

sostenés la ternura

en la palma de la mano

y podés ver que ya no respira

 

la bala es lo único

que sobrevive dentro del plástico

preservada de la corrosión

podés mirarla a contraluz

hay solo un nombre

grabado en el calibre

como pequeño relicario de la pérdida.

 

 

 

 

 

Consorte

 

convivís en el encierro con la rabia

duelan a los muertos

de cara a la misma pared

desprende una crin larga hasta el piso

para barrer la pena

restos de confeti

sus escamas

en el reverso

una cicatriz de picabuey

 

la fiebre es el correlato de la pérdida

asfixiada en el sol del mediodía

ahora sal como única ofrenda para la boca

si la memoria no es

un montón de huesos acopiados

que ella diga

vendrá un día en el que ya no se vuelve

que trence con tu pelo una soga en el hastío

y alrededor del cuello

tire.

 

 

 

 

 

Reptil

 

desafiás al último aliento

de la sombra que te persigue

cambiás de piel

ahí donde no es

te conformás solo con eso y la temperatura

es el hogar en el que aprendiste a sobrevivir

 

quemaste los ojos en la punta de un cigarrillo

para decir basta

y cortarle el cuello a la repetición

sabés

en ese delirio se persigue a la misma presa

si se chocan los ángulos del mismo tabique

asediado por los tábanos de la tarde

te empeñás en hacer surco

y demarcás el territorio con las uñas de la tierra

 

hay otra cosa en lo que decís

y es cierto

reptar en el pillaje de lo poco

es el único designio del amor.

 

 

 

 

 

Caminante

 

me corrijo la vida como debió haber sido
hago cuentas de cuánto debo irme
para no estar conmigo en otra parte
Jorgenrique Adoum

 

qué te cubre la distancia ahora

estaqueado bajo el alero

como quien olvida las llaves

y se resigna

a desconocer el destino

de todas las puertas

 

quién debe perdonarte

el cuerpo fugitivo

una historia sin nombres

las ficciones peregrinas

de esa ciudad que llegaste a ser

 

si el lugar está siempre

en la casa que se aleja

dejá el cuerpo

una última vez a la intemperie

como los que abandonan

la armadura en el páramo

y se resignan a mirar el cielo

sobre cada uno

inexorable

solitario y bello.

 

 

 

 

De El oficio equivocado (2024)

 

Marinés Scelta (Mendoza, Argentina, 1984). Es profesora de Lengua y Literatura y tallerista. Forma parte del colectivo literario y feminista Write like a g ... LEER MÁS DEL AUTOR