y la expresión de lo esencial
Juan Liscano [Venezuela, 1915-2001]. Entrevista realizada en 1991.
Por Floriano Martins
FM | Inicio nuestro diálogo valiéndome de las palabras del peruano Javier Sologuren, cuando afirma que “la poesía tiene una vocación natural para lo absoluto”. ¿Qué significa para ti el acto de la creación, esa ambición diabólica de encarnar lo absoluto?
JL | Sologuren entiende la poesía en el sentido universal tradicional, raigal, al afirmar que es “vocación natural para el absoluto”. Todos los grandes poetas, hasta ahora, de algún modo buscaron lo absoluto, lo cual debido a nuestra condición humana y no divina, resulta relativo. La poesía, desde la antigüedad, se inclinó por alcanzar formas expresivas cercanas a un más allá (metá, metáfora) relativo al modo individual de sentir y pensar el mundo y la propia sensibilidad. La poesía es “internalizar” (horrible término de la psiquiatría) el mundo y la experiencia de éste. En eso se diferencia radicalmente (en la raíz) de la novela, de las artes plásticas, de lo documental, de lo historicista, de lo social, de lo mercantil. No es abarcante sino en función de la esencia. Hoy en día las definiciones de la poesía pasaron de moda. También pasó de moda la búsqueda de lo absoluto. Cuando digo “pasar de moda”, no me refiero a lo que es sino a lo que es sido por la presión de la civilización consumista y obsedida por la búsqueda del éxito. La esencia no puede pasar de moda porque es. Pero sí se puede dejar de interesarse por lo esencial en razón de lo existencial, de lo anecdótico, de lo actual, del culto a los valores del mercado.
Mientras el best seller, un producto para el mercado, constituye hoy en día la meta de la literatura, la poesía se sitúa en el extremo contrario representando, por lo tanto, lo no mercantil literario, el trabajo noble artesanal, el oficio tradicional, mezclado con las funciones chamánicas de expresar lo humano en trance de universalización arquetipal (la tribu de la que habló Mallarmé). El hacer poética obliga a una interiorización reflexiva o intuitiva que aparta al poeta inexorablemente. La poesía es una manera de decir de otro modo el mundo, de usar el lenguaje de un modo especial, a veces cabalístico, cercano a lo sagrado. Por lo tanto, la poesía escapa de la masificación consumista, pese al Premio Nobel que de algún modo, puede convertir al poeta en un best seller. Pero hasta ahora, la poesía no es producto para el mercado sino para la reflexión interior del hombre.
FM | Te refieres al Golpe de dados (Mallarmé como “un poema que no va más allá del texto, de la página, de los intertextos”. ¿Qué caminos debe tomar la poesía?
JL | Mallarmé, como lo entendió George Steiner en Presencias reales –uno de los ensayos cumbres de nuestra época sobre la pérdida de sentido en el lenguaje–, disoció la referencia exterior y la escritura poética. Esta empezó a vivir por sí misma, como valor propio. No fue más la referencia a la cosa lo que otorgaba validez al lenguaje, sino el lenguaje mismo que se valía por sí mismo, abstrayendo a la cosa. Por lo tanto, se reveló el texto, la textualidad pura, revolución del siglo XIX. Joyce llevó ese textualismo a límites extremos en Finnegans Wake (1939), una obra poética más que narrativa. Ese camino puede desembocar en el silencio por hermetismo.
FM | Sé que tus lecturas de D. H. Lawrence te ayudaron en la escritura de uno de tus libros: Contienda. ¿El poeta es esencialmente fruto de sus lecturas?
JL | No, el poeta no es fruto esencialmente de sus lecturas, sino del sí-mismo, aunque las lecturas puedan determinar el continente y hasta el contenido de su obra. Pero se requiere algo más, un don, una inclinación del alma irresistible, la vocación de expresar el mundo de otra manera que la impuesta por el sentido racional exclusivo, por las tecnologías modernas, por el mercantilismo y la manifestación industrial. En este aspecto, la lectura de D. H. Lawrence fue decisiva para mí, me reveló la vocación de ser poeta. Muchos otros contribuyeron a esa toma de conciencia de la vocación poética: Rimbaud, Baudelaire, Whitman, García Lorca, Antonio Arráiz de Venezuela, Byron, Vallejo, entre otros.
FM | ¿Por qué afirmas que el arte no es una “vía adecuada para la realización esencial, para la liberación interior”?
JL | He tratado ese tema en libros y ensayos. La creación literaria es un arte esencialmente mundano y egocéntrico que persigue la comunicación, aunque sea de manera selectiva, y la presencia personal. El camino de la espiritualidad mística implica el rechazo de lo mundano, del egocentrismo y de la proyección personalista. El fin de la poesía y del arte es existir; la mística, la más alta forma de espiritualidad, tiene como fin disolverse en el conocimiento trascendental, practica la no-acción y prepara la no-existencia personal. Además, en general, la mística es silencio y meditación, el arte: lenguaje y manifestación. Sin embargo, la poesía de los sufíes árabes usó el lenguaje para disolverse en el amor de Dios. La poesía sufí constituye la experiencia más alta de erotismo divinizado y alimentó la mística española del Siglo de Oro. San Juan de la Cruz era un sufí cristiano. Por lo tanto, como dije, la liberación del mundo por el espíritu no pasa por la vía del éxito en el mundo y de la afirmación de la persona, objetivos del arte.
FM | Manuel Caballero se refiere a una contradicción existente entre el escepticismo que reviste tu obra poética y ensayística y el entusiasmo, el “irrefrenable optimismo” que rige tu vida, tus impulsos. ¿Aceptas esto? ¿Debe el poeta mirar siempre el mundo en que vive con escepticismo?
JL | Acierta. Esa contradicción descansa en la vacilación fundamental de mi existir, desde joven. Me atraían simultáneamente el mundo y la afirmación de mi ego, y la renuncia al mundo liberado del ego. Es un poco el caso de D. H. Lawrence.
FM | Desde Cármenes (1966) hasta Vencimientos (1986), dos libros básicos en tu obra poética, ¿dirías que hubo cambios en tu poesía? ¿Es posible hablarnos sobre los nuevos signos, temas y métodos que van incorporándose a esa poesía, en el sentido mismo de una evolución?
JL | Son básicos, tienes razón. La modificación consiste en pasar de la exteriorización panteísta a la introspección implacable.
FM | En tu ensayo sobre Jorge Gaitán Durán afirmas que los poetas latinoamericanos, de una manera general, son irreflexivos, situando a Octavio Paz y al propio Gaitán como “raras individualidades poéticas capaces de reflexión”. Me gustaría que nos hables un poco más a este respecto. ¿Cómo situarías, en este contexto, la obra ensayística de poetas como Pablo Antonio Cuadra, Fernando Charry Lara, Javier Sologuren, Roberto Fernández Retamar, Pedro Lastra, Alfredo Silva Estrada, entre tantos otros?
JL | No quiero aludir a nadie pues los poetas solemos ser muy vanidosos. Los que tú nombras tienen obras importantes y diferentes en cuanto a lo esencial y la búsqueda del absoluto.
Lo que quise expresar con el término irreflexivo fue algo muy subjetivo. No encuentro muchas veces, en los poetas iberoamericanos, la reflexión, no propiamente sobre la poesía, sino sobre el destino humano, sobre la trascendencia, sobre la Otredad, sobre lo sagrado. Se tiende demasiado a la aprehensión de la periferia y no de lo esencial.
FM | Hay siempre un momento en tus ensayos en que te refieres, de manera crítica, al “irracionalismo surrealista”. Cármenes, más que cualquier otro de tus libros, está íntimamente ligado al Surrealismo. Sabemos que el Surrealismo, con su inquietante búsqueda de un lenguaje primordial, tuvo una presencia acentuada en Hispanoamérica, en el exacto momento en que más se hacía necesaria una ruptura con la tradición española. Lezama Lima, Octavio Paz, Aldo Pellegrini, César Moro, Enrique Molina, son algunos ejemplos entre los grandes poetas tocados por el Surrealismo. ¿Cuáles, en tu opinión, son las mayores contribuciones del Surrealismo a la poesía hispanoamericana? ¿Estarías de acuerdo con el poeta portugués Mario Cesariny cuando afirma que “el Surrealismo viene a ser el último enunciado verdadero de los problemas centrales de nuestro tiempo”?
JL | No siento que Cármenes tenga relación con el Surrealismo ni yo lo he practicado nunca como teoría del arte. Mas no puedo negar que me ha interesado la relación del Surrealismo con la “Otredad”, con la interpretación o el uso de los sueños, de lo onírico y con la presencia arquetipal de la fémina. Mas que el Surrealismo como escuela o praxis, estudié la concepción general de los lenguajes simbólicos y la existencia del inconsciente colectivo descubierto y analizado por Jung, a quien admiro sin reservas. Me une al Surrealismo, no como tal, el arquetipo de la fémina en sus aspectos simbólicos de Naturaleza, de Eros cósmico y de Gran Madre.
FM | De acuerdo con Carlos Rama, “las vanguardias intelectuales de Latinoamérica, sean revolucionarias o burguesas, creen que existe una gran patria continental, en la cual deberían desaparecer las actuales y ficticias fronteras”. ¿Qué piensas tú al respecto de esto que se acostumbra llamar identidad cultural latinoamericana? ¿Qué vendría, entonces, a constituir tal identidad?
JL | No. Lo que me desazona es que los pueblos iberoamericanos constituyan islas en un mismo continente y que estén distanciados por la incapacidad de sus gobiernos mediocres, burocráticos, nacionalistas necios y corrompidos. La integración es simplemente un término de la retórica oficial.
FM | De acuerdo con tus palabras, “nuestros países se conocen malo y en lo peor”. Hay, entre nosotros, apenas dos rápidas (y poco divulgadas) antologías de la obra poética de Vicente Gerbasi y Eugenio Montejo, lo que es muy poco refiriéndose a la gran poesía que Venezuela tiene que darnos. Por otro lado, desconozco qué autores brasileños se encuentran traducidos en tu país. Me gustaría, por tanto, oírte hablar un poco a este respecto, saber qué es posible hacer en el sentido de reducir los límites de esta inmensa laguna existente entre ambas poesías.
JL | La producción literaria iberoamericana no tiene una divulgación continental. Los gobiernos no han sido capaces de abolir las tarifas aduaneras y del correo, para que revistas, libros y editoriales se comuniquen sin cesar entre sí. Esto se traduce en aislamiento de escritores reducidos a su propio país. Hace unas décadas había editoriales y revistas iberoamericanas que circulaban en todos los países creando posibilidades constantes de comunicación literaria y conocimiento de los valores sobresalientes de cada república. Hoy en día, debido a la diversidad de las monedas y a los enormes costos postales, el intercambio, el canje, ha disminuido notablemente.
Recuerdo que cuando fui director de la editorial estatal Monte Ávila, la Cancillería del Brasil, mediante la Embajada, organizó un programa de publicaciones de autores brasileños en Venezuela. Aparecieron traducidos libros de clásicos brasileños como Graciliano Ramos y Carlos Drummond de Andrade. Los escritores venezolanos se interesan por leer literatura del Brasil y hay traducciones importantes como la de Blanco en lo blanco, de Eugenio de Andrade por Francisco Rivera. Yo fui amigo de Guimarães Rosa y conozco su obra monumental. Mas esas vinculaciones no están generalizadas para propiciar el constante intercambio de libros y revistas entre los países iberoamericanos, como sucede en Europa, pese a las diferencias de lengua.
FM | ¿Es posible actualmente hacer un balance de tus actividades junto a la revista Zona Franca?
JL | Sería muy extenso enumerar mis actividades las cuales abarcaron a lo largo de mi vida, periodismo, editoriales, creación literaria, estudio sobre la cultura popular tradicional, esoterismo, antropología etc. En uno de mis últimos libros, Los fuegos sagrados, ensayos sobre la cultura popular tradicional de Venezuela, hay dos estudios comparativos del folklore del Brasil y de Venezuela, y una amplia referencia a la macumba en relación con el montaje que Jean Louis Barrault hizo de la Orestíada de Esquilo, en 1956, en París, donde yo estaba.
Poemas de Juan Lizcano
CRESTA
Cuando mueren
por un instante
las palabras
que tanta muerte dan siempre a la vida
cuando descubrimos el actor que somos
y lo exponemos
despojado de sus trajes crepusculares
cuando nos despierta el sueño de soñar
o arrancados del sueño
despertamos atónitos
como extraño celeste caído
cuando se quiebran los espejos
al soplo de una necesidad desconocida
cuando vaciadas quedan las odres
y sea aquieta la fiera de la sed
cuando se acepta el desierto por jardín
brota del resplandeciente vacío
una repentina cresta
y el levante impera en ella
filo puro neto
neutro
que se abate
y nos degüella.
METAMORFOSIS
Tu bloque de hielo flotante
tu iceberg tu castillo de escarcha
tus labios de cascada helada
tu soledad polar
en la noche gélida del mes de enero.
Tus labios como dos cuchillos fríos
tu lengua y tu saliva
como lento glaciar que resbala
tu pubis como un bosquecillo de pinos
sobre la estepa nevada.
Para vencer la noche y la helada
para ahuyentar la soledad como un hambriento lobo
establecimos ritos de sangre
de fuego
de marcha lunar.
Tú cantas. Yo canto.
Las lenguas de nuestro canto nadan en el viento
como dos peces de fósforo.
Tú cantas desde el fondo de ti.
Yo canto desde el fondo de mí.
A nuestros rostros asoman desconocidos rostros.
Tú cantas desde el fondo de ese nuevo rostro aparecido
y tu carne se irisa florece en cristalería de nieve.
Una luna marina la enciende una luna interior
y es como resplandeciente gruta de hielo.
Yo canto desde el fondo de mí y nazco otro.
Brota una voz desconocida
un verbo una lengua de mí que no sabía
brota un hombre de deseos como una llamarada:
delfín que salta
oso que se yergue
flecha que da en el blanco.
Yo canto. Tú cantas.
Dejamos de ser los mismos.
Los hielos retroceden. Se funden los glaciares.
La noche se llena de murmullos de aguas.
Nuestras voces nadan en el viento
como dos peces de fósforo
vuelan por el aire azul de luna
como dos aves de estrellas.
Tú cantas desde el fondo de los seres que te pueblan.
Te llena el coro de sus voces.
Eres la tierra el agua el fuego
eres un pájaro hembra y un tibio nido.
Yo canto desde el fondo de mis verbos:
soy la lluvia el cauce la ceniza el humo
soy el viento y mis lenguas lamen tus plumas.
Eres el eco del viento
cuando suena su rumor de fondo del mar entre los pinos
y yo soy el pinar.
Yo canto. Tú cantas.
Tu voz suena mía. Suena tuya mi voz.
Eres ahora la lluvia la nieve el granizo de mil pisadas
y entonces soy la tierra el agua: lo que eras tú.
Te miras en mí como un paisaje
eres el lecho en mi río
fluyo
te mojo toda
soy el agua de erizadas crestas de gallo
el agua que canta como un gallo y sacude sus plumas
soy el gallo de lumbre que te seca y te enciende
y te convierte en ceniza en humo y en distancias.
Tú cantas. Yo canto.
Soy el eco de tu voz. Eres la sombra de mi voz.
Nuestros pueblos se juntan en paz.
Retrocede el invierno. Reverdece el otoño.
Amanece la noche
el hielo corre río de la aurora
el polo resplandece como trópico
fulgura el eterno verano el equinoccio justo
la Edad de Oro
y tú y yo somos clarividencia
doble pájaro del sol.
MAREA VIVA
Como la ola pero no como la mar inacabable
como la ola solamente que nace y se derrumba
como la ola que muere de su propio impulso
que se expande rugiente y se estrella espumea destella
hasta abolirse en la ribera o regresar a su origen
como la ola que es un temblor del tiempo
tú y yo sobre la playa
frente a las olas
en el tiempo que nos destruye y nos repite.
Más tarde
Después
cuando no estemos
¿verán otros ojos este mismo movimiento
con los ojos de quienes lo contemplamos ahora?
¿podremos asomarnos a aquella mirada?
¿tendrá la nostalgia en otros labios
sabor a salitre
como ahora la tiene en tus labios?
¿despedirán las aguas descendentes
este profundo macerado olor sulfuroso
levemente carnal y carnívoro
que evoca despojos de líquenes de algas de mariscos?
Si así fuese: ¿lo sabrán nuestros polvos
lo sabrá nuestra muerte?
Desde lo profundo del otoño marino
te invito a subir hacia el día futuro clarísimo
en que alguna pareja enlazada
semejante a la nuestra
al contemplar las olas que rompen destellan espumean se abolen
pensará en la muerte uniforme general
pensará en la suya y en quienes más tarde
podrán perpetuar la mirada con que se aman ahora
la mirada con que también ven moverse las olas
en el tiempo sin duración que las repite y las destruye.
Acaso sientan ellos entonces vivir su eternidad.
Acaso la sentirán como si fuera el firmamento
acaso empiecen a ascender hacia su nebulosa
como las aguas vivas del mar en tiempos de equinoccio.
SITUACIÓN
A Rafael Cadenas
Se hizo tarde.
La lucidez protege
de la desolación.
Se hizo tarde
para emprender el viaje
hacia el conocimiento liberador.
Somos siervos
de los artificios inventados
por nosotros mismos.
Siervos de máquinas,
de imágenes sustitutivas
del mundo,
de raudales energéticos hurtados
al cosmos.
Nos infecta el afán de poder,
el ansia de dominar
sin merecimiento.
Sin embargo… a veces…
se oyen llamadas truncas,
ecos de grandes luces,
anuncios de desgarraduras celestes.
Adviene la nostalgia inexplicable
de lo perdido sin haberlo tenido,
de lo nunca vivido.
La multiplicidad ahoga.
Se pertenece a la multitud,
a lo relativo, a lo virtual,
a lo ilusorio.
Sin embargo…
se escucha, de pronto,
fluir en uno mismo el manantial secreto,
se respira un súbito perfume,
se aprende, mirando las olas,
la fuerza de alzarse, de romper
y volver a levantarse intacto.
¡Buscar la piedra ardiente,
seguir el árbol caminante,
cantar a las torres del viento
llenándose de los helechos colgantes!
Pero
¿no será muy tarde?
ESNUJAQUE
…la palabra no es la cosa.
KRISHNAMURTI
a Emira y a Rafael José Muñoz
1
En el origen de las palabras
cuando se regresa al silencio viviente
a lo que Es
a lo que aún no despide imagen
están las cosas y los elementos
está la realidad
están los moldes universales del lenguaje
los primeros sonidos
los ruidos del mundo
la energía de la creación olvidada.
Sustancia y verbo
sepultados en la conciencia
como cacharros de una civilización solar
que aún subsiste en el silencio.
Entonces
no romper esta tersura con el grito
de un miedo ancestral y mágico
sino callar alumbrado por dentro.
No caer en el espejo de las palabras
ni cortar el tallo que lo sostiene
en el aire variable frente a nosotros.
Dejar que las cosas se reflejen en sus aguas
sin tratar de apresarlas
sin devorar con los ojos la propia imagen
sin ahogarse en ella.
Entonces
dejarse desenmarañarse desnombrarse
despertar limpio sin sueños
en libertad para nacer en el día que empieza
para ser nuevo cada vez.
2
Salir del encierro dentro de sí
del cuarto cerrado de los espejos
alumbrado por luz artificial
y ver las cosas que existen sin uno
que no necesitan de uno para ser
aunque seamos también el mundo.
Cosas en sí y en sus relaciones
de función con las demás:
olas vegetaciones ciudades objetos
cosas que la luz revela
y la sombra esconde o transforma
presencias más que cosa: el agua
que pasa sin dejar de ser agua
el mar y la montaña semejantes a sí mismos
gentes personas cuyos ojos nos miran
a quienes miramos pensándolos quizás
buscando nuestra propia imagen
y de ese modo cotidiano
aprender la realidad cada mañana
antes de hablar y nombrar
en una deslumbrante posibilidad de vida
y también de ser en la muerte que somos.
3
La realidad es ahí donde el silencio
propicia el nacimiento del lenguaje.
Porque antes que el oído están los ruidos
y antes que la vida lo creado
y antes que las palabras están las cosas.
Callar para poder mirar oír y hablar
en una lenta floración olvidada.
4
Pura presencia de las cosas
de los elementos
de la luz
de nosotros mismos
de los otros
ahora mismo y aquí donde estamos
sin ayer ni mañana
como chorro de vida
como grandes brotes de mundo
en un resplandor de espumas y arcoíris.
5
Empezar a aprender a ver a oír
a tocar entre espacios vacíos
empezar donde cesan los juegos de espejo
el juego de las palabras
y está la vida antes de ser nombrada:
explosión de luz y de conciencia.
Empezar con alegría de nuevo
entre el desgaste de las imágenes
la proliferación maligna de la escritura
los harapos del teatro y sus muñecos pintados.
Empezar como la primera vez
a mirar por vez primera cosas y elementos
a oír florecimientos o silencios
de lo que nace crece y muere
a tocar el mundo en el que nos hundimos
y a hablar desde la raíz de las palabras
desde el fondo de las cosas reales
que existen y no necesitan de nosotros.