

Presentamos tres textos del reconocido poeta peruano fundador del movimiento Hora Zero.
Jorge Pimentel
Un gato mordiendo una paloma
No escuches el grito.
Las venas hablan en su vientre.
Pujan los ardores y una extensa ala se agita.
el pico atrás desvestido, jadeante.
Una lástima sacude la apariencia destrozada.
En su lugar el disimulo y la discreta aurora
no dicen mucho, pero hablan de garrotazos interminables,
de segundos asaltos enfurruñando el cuello lastimado
los segmentos numerales pudriéndose la voz
alarmada en el error, sangrante la voracidad
tonificada de saltos, de sigilosas fibras ahuecadas
en el pálpito de la pasión consumada en sangre
en el hollín rellenado de besos ácidos
coludidos en el desgarramiento de once cadenas
y cinco sopapos, y siete látigos posados con extrañeza
bajo la sombra de la muerte
Un señor tirado en el suelo
Mierda la cólera y el lagarto
de terciopelo azul que se ríe de mí.
Mierda la risa del joyero y su baúl
preguntándome preguntándome
cobrándome cobrándome.
Mierda la casa y su rabo de paja
y su ají de gallina y su carajo.
Mierda mi sueldo cual catalizador
y todavía no pago luz, agua.
Mierda el procurador, el cajero,
el gerente y su no amarás, no llegarás.
Mierda, carajo.
tampoco me quedo.
Llamo por teléfono y no hay nadie.
Otro buenos días y caigas.
Un beso y lápidas.
Un caramelo y jugarías.
Un saludo y nadie te recuerda.
Pero caerías y morirías.
Te da risa. ¡Hasta cuándo!
Muerte natural
Me estoy muriendo mordí el anzuelo, caí en las trampas
estúpidamente, y ahora me contradigo con facilidad,
me extravío, me pierdo, y con la luz de un lamparín
cruzo puentes rústicos donde nadie me espera,
donde no hay lugar preciso para mi cara que ya dejó
de ser columpio o lecho de fresas.
Me estoy muriendo, mordí el anzuelo, caí en las trampas
al tratar de entender lo que pasaba
al tratar de medir el alcance del engaño, la crueldad servida,
masivamente, matanzas que desbordaron los océanos
en montañas de cuerdos ofrendado como un sacrificio, como un rito
del que nunca participé, cuando nuestra inquietud
era otra o consistía en entender, si esas sombras dispuestas
al alba, eran para ser besadas, o simplemente para
observar su evolución en la forma cimbreante y espectacular
del relámpago.
Y todas fueron trampas a la larga mortales para nosotros,
sobre todo al tratar de explicarnos las siglas
que se multiplicaban como abanicos, como colas de pavo real.