Hora de la ceniza
ESTUDIO CON ALGO DE TEDIO
Clov: -Llora.
Hammn: -Luego vive.
(Diálogo de Fin de Partida, de Bécquer)
Tengo quince años y lloro por las noches.
Yo sé que ello no es en manera alguna peculiar
y que antes bien hay otras cosas en el mundo
más apropiadas para decíroslas cantando.
Sin embargo hoy he bebido vino por primera vez
y me he quedado desnudo en mis habitaciones para sorber la tarde
hecha minúsculos pedazos
por el reloj.
Pensar a solas duele. No hay nadie a quien golpear. No hay nadie
a quien dejar piadosamente perdonado.
Está uno y su cara. Uno y su cara
de santón farsante.
Surge la cicatriz que nadie ha visto nunca,
el gesto que escondemos todo el día,
el perfil insepulto que nos hará llorar y hundirnos
el día en que lo sepan todo las buenas gentes
y nos retiren el amor y el saludo hasta los pájaros.
Tengo quince años de cansarme
y lloro por las noches para fingir que vivo.
En ocasiones, cansado de las lágrimas,
hasta sueño que vivo.
Puede ser que vosotros no entendáis lo que son estas cosas.
Os habla, más que yo, mi primer vino
mientras la piel que sufro bebe sombra.
HORA DE LA CENIZA
Finaliza Septiembre. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.
Por ejemplo, esta tarde
tengo en las manos grises
libros hermosos que no entiendo,
no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia
y me cae sin motivo el recuerdo
del primer perro a quién amé cuando niño.
Desde ayer que te fuiste
hay humedad y frío hasta en la música.
Cuando yo muera,
sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,
mi bandera sin derecho a cansarse,
la concreta verdad que repartí desde el fuego,
el puño que hice unánime
con el clamor de piedra que exigió la esperanza.
Hace frío sin ti. Cuando yo muera,
dirán con buenas intenciones
que no supe llorar.
Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.
Siento unas ganas locas de reír
o de matarme.
MEGALOMANÍA
Federico II con todo y ser emperador de los altivos alemanes
fue excomulgado por el Papa de entonces:
es que hizo obligatorio el estudio de la medicina a los médicos
antes de que cobrasen por recetar infusiones
o extirpar carne de la carne del hombre.
A Miguel Servet lo excomulgaron poco antes
de hacerlo coincidir con la ceniza:
dicen que para apresurar las condiciones
de seguir discutiendo las intrépidas ciencias en la cómoda eternidad.
Martín Lutero creyó que Dios Padre sufría del hígado divino
viendo por entre las nubes cómo los curas gordos correteaban
por los barrios de las ciudades en provechosa venta
de indulgencias pagadas al contado.
Excomulgado fue por defender el hígado de Dios.
Acciones tan maravillosas tendría yo que hacer
-flaco, débil, el ojo taciturno, el aspecto abolido-
para que también me excomulgasen
dejando a salvo mi honrada vanidad para siempre.
HUELO MAL
Huelo a color de luto en esos días
que las flores enferman por su precio
cuando se muere a secas el que es pobre
confiando en que ya pronto lloverá.
Huelo a historia de pequeña catástrofe
tanto que se ha podido quedar con los cadáveres
huelo a viejo desorden hecho fe
doctorada en respeto su gran llama.
Huelo a lejos del mar no me defiendo
de algo he de morir por tal olor
huelo a pésame magro les decía
a palidez de sombra a casa muerta
Huelo a sudor del hierro a polvo puesto
a deslavar con la luz de la luna
a hueso abandonado cerca del laberinto
bajo los humos del amanecer.
Huelo a un animal que sólo yo conozco
desfallecido sobre el terciopelo
huelo a dibujo de niño fatal
a eternidad que nadie buscaría
Huelo a cuando es ya tarde para todo.
EL CÍNICO
Claro es que no tengo en las manos
el derecho a morirme
ni siquiera en las abandonadas tardes de los domingos.
Por otra parte se debe comprender que la muerte
es una manufactura inoficiosa
y que los suicidas
siempre tuvieron una mortal pereza
de sufrir
Además, debo
la cuenta de la luz…
ALTA HORA DE LA NOCHE
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
LA MEMORIA
Así eran las tardes de nuestra primera juventud
oíamos las Hojas Muertas My Foolish Heart
o Sin Palabras en el Hotel del Puerto
y tú tenías un nombre claro
que sonaba muy bien en voz baja
y yo creía en los dioses de mis antiguos padres
y te contaba dulces mentiras
sobre la vida en los lejanos países que visité.
En las noches de los sábados
dábamos largos paseos sobre la arena húmeda
descalzos tomados de la mano en un hondo silencio
que sólo interrumpían los pescadores en sus embarcaciones iluminadas
deseándonos a gritos felicidad.
Después regresábamos a la cabaña de Billy
y tomábamos una copa de cognac frente al fuego
sentados en la pequeña alfombra de Lurçat
y luego yo te besaba la cabellera suelta
y comenzaba a recorrer tu cuerpo con estas manos sabias
que nunca temblaron en el amor o en la batalla.
Tu desnudez surgía en la pequeña noche de la alcoba
del fuego entre las cosas de madera
bajo la lámpara golpeada
como una flor extraña la de todos los dones
siempre para llenarme de asombro
y llamarme a nuevos descubrimientos.
Y tu respiración y mi respiración eran dos ríos vecinos
y tu piel y mi piel dos territorios sin frontera
y yo en ti como la tormenta tocando la raíz de los volcanes
y tú para mí como el desfiladero llovido
para la luz del amanecer.
Y llegaba el momento en que eras sólo el mar
sólo el mar con sus peces y sus sales
para mi sed con sus rojos secretos coralinos
y yo te bebía con la generosidad del empequeñecido
otra vez el misterio de toda el agua junta
en el pequeño agujero abierto por el niño en la arena.
Ay amor y ésta es la hora pocos años después
en que tu rostro comienza a hacerse débil
y mi memoria está cada vez más vacía de ti.
Tu nombre era pequeño y aparecía en una canción
de aquel tiempo.