José Gorostiza. Presencia y fuga

 

Presentamos tres textos del célebre autor mexicano.

 

 

 

José Gorostiza

 

 

ELEMENTOS

 

Tus ojos eran mi aire

y el aire para sí

jugaba a ser redondo, rodando.

Tus ojos eran mi aire y mi fuego,

y los dos entre sí

jugaban uno a mantener el otro, consumiéndose.

Tus ojos eran mi aire y mi fuego,

pero también mi agua,

y los tres entre sí

jugaban uno a consumir el otro, manteniéndose.

Porque tus ojos eran

mi agua

mi fuego

y mi aire,

tengo transida de rumor el alma

como el árbol de pino la madera,

y tengo más:

las raíces

anudadas a tí,

porque tus ojos eran

mi aire

mi fuego

y mi agua,

pero también

mi tierra.

 

 

 

 

PRESENCIA Y FUGA (IV)

 

¡Agua, no huyas de la sed, detente!

Detente, oh claro insomnio en la llanura

de este sueño sin párpados que apura

el idioma febril de la corriente.

No el tierno simulacro que te miente,

entre rumores, viva, no madura,

ama la sed esa tensión de hondura

con que saltó tu flecha de la fuente.

Detén, agua, tu prisa, porque en tanto

te ciegue el ojo y te estrangule el canto,

dictar debieras a la muerte zonas;

que por tu propia muerte concebida,

sólo me das la piel endurecida

¡oh movimiento, sierpe! que abandonas.

 

 

 

 

ROMANCE

 

La niña de mi lugar

tiene de oro las cejas,

y en la mirada, desnudas,

las luces de las luciérnagas.

¿Has visto pasar los barcos

desde la orilla?

Recuerdan

sus faros malabaristas,

verdes, azules y sepia,

que tu mirada trasciende

la oscuridad de la niebla

-y, más aún, la ilumina

a punto de transparencia.

¿Has visto flechar las garzas

a las nubes?

Me recuerdan

si diste al aire los brazos

cuando salimos de tierra,

y el biombo lila del aire

con tus adioses se llena.

Y si cantas -¡canta, sí!-

tu voz anula mi ausencia;

mástiles, jarcias y viento

se confunden con tan lenta

sencilla sonoridad,

con tan pausada manera

que no sería más claro

el tañido de una estrella.

Robinsón y Simbad, náufragos

incorregibles, ¿mi queja

a quién la podré confiar

si no a vosotros, apenas?

Que yo naufragara un día.

¡Las luces de las luciérnagas

iban a licuarse todas

en un hilo de agua tierna!