Giuseppe Langella

Encuentro fallido

 

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

 

DE TI SÉ SÓLO

(Dos variaciones)

 

1

De ti sé sólo que bajaste

demasiado temprano, que alzaste el vuelo.

Si hubiera sido más rápido

te habría arrancado al menos una promesa…

Y en cambio te marchaste

como una sonrisa, como un poema,

y yo te llamo aún, azulejo,

y yo te invoco: vuelve, princesa,

a visitarme, aunque por poco.

 

 

2

De ti sé sólo que bajaste

sin considerarme digno de un saludo.

¿Acaso te había ofendido?

Te miro, ahora, mientras,

agraciada, te desenvuelves entre el gentío.

¡Ladrona asesina! Repartes sonrisas,

Haces guiños, me cortejas…

y luego te sustraes a la prueba,

traicionas la promesa, alzas el vuelo,

me condenas al silencio y a la vergüenza.

Y sí te había esperado:

¿por qué no prestas ayuda?

 

 

 

 

TARJETA DE CRÉDITO

 

Tarjeta de crédito, cupé flamante,

bronceado, trepador, en el poder siempre,

cada noche una fiesta

y una idea fija en la cabeza:

ponerla en la boca de una golfa.

 

Sin preaviso llegan los trastornos,

las canas,

las arrugas, las papadas…

una inyección en el vientre:

un estúpido miedo lo atormenta.

 

Últimos destellos, cigarrillos, licores…

hasta que una noche, se derrumbe durmiendo

en un abismo y se lo traga un lagarto.

Despierta con flemas y ¡demonios!

echa a perder un cuento tan hermoso:

 

Al instante estalla

un disparo, un pistoletazo:

el fullero con chaqueta cruzada

ha apretado el gatillo,

saltándose la tapa de los sesos.

 

 

 

 

ENCUENTRO FALLIDO

 

Me moría de ganas de verte

a lo mejor de pasada, en la estación,

el instante de un café bebido de pie

y luego a la carrera hacia mi coche.

 

Hubiera querido decirte algo,

de mí, de mi vida, de mis trenes,

de los días febriles que volaron,

de los sueños con los ojos abiertos que no hice.

 

Ya sé, ya sé que habías venido expresamente

que te quedaste esperándome un buen rato

que tú eres siempre el mismo de antes:

cara dócil del más dócil cordero

y una señal de cicatriz en la frente;

 

pero entre el gentío, los billetes, el maletero,

los anuncios de retraso y el tablero

donde a capricho (o por un plan insensato,)

una mano le daba la vuelta a mi destino,

no he hallado el tiempo de encontrarte,

 

y ahora sin ti me siento vano.

 

 

 

 

TREN SUBURBANO

 

El altavoz anuncia la salida:

ya se cierran las puertas, un empujón, despacio,

un apretón más fuerte

y el tren suburbano

empieza su carrera.

está lleno incluso a esta hora.

 

Una señora hurga en su bolso

desteñido, otra mira el vacío distraída;

varios, entretanto, apoyan la cabeza.

 

Ya el freno chirría, el ómnibus se detiene

en la primera estación.

Sube una multitud, se ahoga el coche.

Muchas son mujeres con la alianza en el dedo:

vuelven a casa, a su marido.  Es tarde

y tiene el tren demasiada flema.

¿Tendrán hijos? Me imagino el dilema,

las cuentas que no cuadran, el menor perjuicio…

porque, como quiera que sea,

siempre falta alguien,

alguien ha empobrecido.

 

pero el propio corazón ya no protesta

y el día se ha acabado.

En la frente cansada se ciernan nieblas

que el dorso de la mano no disipa.

Gesto vano, por otra parte;

algo más haría falta:

 

un viaje largo, largo, sin gente,

para desconectar,

cerrar los ojos, no pensar en nada;

Dondequiera que vayas, trota, trota tren,

ni siquiera un mensaje hasta mañana.

 

 

 

 

VOYAGE AU BOUT DE LA NUIT

 

Mira como se vuelve igual el mundo

cuando la honesta noche sobre él extiende

sus velos de seda.

No sabes siquiera si las luces raras

que vislumbras a lo lejos,

bajas en el horizonte

cuyo hilo has perdido,

son de barcas a las que susurra el mar

añoso sus proverbios

o de ventanas perdidas

sobre un abierto llano.

 

A esta hora, ni siquiera

las palabras son tan distintas,

las pocas al menos que en la sombra invadida

por el silencio ‒ dulces, graves, vacilantes ‒

no estropeen el fervor de las estrellas.

Todos los pueblos tienen aquí nombres de santos

y cuanto más los lees más te sientes a casa.

 

Giuseppe Langella Nacido en 1952, Giuseppe Langella vive desde hace cuarenta años en Milán donde enseña Literatura italiana moderna y contemporánea en la ... LEER MÁS DEL AUTOR