

Presentamos dos textos del celebrado poeta italiano en la traducción al español de Emilio Coco.
Edoardo Sanguineti
al funcionario aduanero en minifalda, que me ha elegido, con sus ojos de sibila
y de paloma, dentro de una cola interminable de viajeros en tránsito, le he dicho
toda la verdad, confinado en un reservado-confesionario
de contrachapado:
he dicho que tengo un hijo que estudia ruso y alemán:
que Bonjour les amis, curso de lengua francesa en 4 volúmenes, era
para mi esposa:
estaba dispuesto a conceder más: sabía que fue Rosa Luxemburg
quien lanzó la consigna “socialismo o barbarie”: y podía
sacar de ello un madrigal estrepitoso:
pero sudaba, hurgándome los bolsillos,
buscando en vano la cuenta del Operncafé: y luego, irrumpiste
tú, arrastrando también a los niños detrás de ti, maravillosos y maravillados:
(te ahuyentábamos con los mismos gestos duros, yo y mi beatriz
democrática en uniforme):
pero lo irreparable ya se había consumado, allí
en la frontera entre los dos Berlín, para mí: cuarentón seducido por un policía:
*
todo empezó con una estúpida historia de sobretodos cambiados
en el restaurante Rosetta: (y con tu carrera ciega, más allá de las oficinas
de Alitalia, distraída, abstraída):
¡eh, no es para tomárselo a risa, mi querida!,
me parece, entonces, allí en el bar d’Amore, si perdimos con tanta facilidad
nuestra identidad, nuestros trajes, las señas personales, los puntos
de referencia, la orientación, el sentido común:
nos hemos extraviado otra vez
en el mundo, cada cual como puede: y no lo merece): (y si te escribo desde el aeropuerto
de Capodichino, a punto de salir para Amsterdam, con los vuelos AZ 424 y AZ 382,
es por pura superstición, al final: y no por otra cosa, justo, por nada):