Dejamos un rastro de humedad en las paredes
el mejor lugar donde buscarme
frente a ti
jadeando tras de ti
acariciando mi cuerpo rendido en la espesura
haz los nudos que tu miedo convenga
escapa
…
mi cuerpo no volverá a servir de tributo
shhhh shhhh
ni el siguiente ni el siguiente
profeticé que te amaría hasta el hastío
dedos bocas milagros
me hice tan pequeña como una ciruela
qué dulce qué dulce y perfecto
seríamos
en algún lugar entre las paredes de mi estómago
…
aquí me quedo yo
del tamaño del cuenco que él hacía con su mano
mármol sobre mármol apilado hasta los cielos
…
abonando esta tierra
futuros surcos en la historia
soy la perra más perra
durante uno de mis delirios celestes
el beso de mamá que no llega
trago tus huesos
oliéndote todavía una vez más por los rincones
todas las noches lleno mis bolsillos de piedras
no era tu cuerpo vacío lo que quería de ti
(De Pensando en frío, 2016)
Eventualmente paso días enteros sangrando
(por negarme a ser madre).
El vientre vacío sangra
exagerado e implacable como una mujer enamorada.
Si los hijos no salieran nunca
del cuerpo de sus madres
juro que tendría uno ahora mismo
para sentirlo crecer dentro de mí
hasta poseerme como en una sesión espiritista
o como si mi bebé y yo
fuéramos muñecas rusas
una llena de la otra
mamá llena de bebé.
También tendría un hijo
si ellos siempre fueran bebés
y pudiera sostenerlo en mis brazos por encima de la realidad
para que mi niño nunca pusiera los pies en la tierra.
Pero ellos llegan a ser
tan viejos como uno.
No alimentaré a nadie con mi cuerpo
para que viva este suicidio en cuotas que vivo yo.
Por eso sangro y tengo cólicos
y me aprieto este vientre vacío
y trago pastillas hasta dormirme y olvidar
que me desangro en mi negación.
…
Con el sexo negro húmedo y ácido
como la tierra de la que broté un día,
destruyo toda materia orgánica
que se entierra en mí buscando descanso.
Nada vivo puede dejarme huellas.
Conozco el estiércol
como conozco mi futuro,
como se conoce lo que se espera.
En cada uno de mis cabellos serpentean setenta mil gusanos
en cada uno de los gusanos amenazan setenta mil bocas
cada boca masca entre sus dentaduras
setenta mil pedazos de carne
putrefacción de los seres que se quedaron en el aire
y mis cabellos rozaron a su paso.
Soy el producto de siglos de castigos
del sueño y la ambición
del deseo
de lo prohibido y de lo imposible.
Sé que cuando la muerte se vista mi cuerpo
se restregará contra la tierra;
los tojos la reconocerán, la llamarán vida.
Y entonces habré resucitado
redimida al fin de mi especie.
…
Inmóvil
abandonado a tu pesadez de hombre inmóvil
me miras con antiquísimos resentimientos.
Óyeme bien
soy inocente de tu pasado
no soy tu puta madre
ni tu enferma madre
ni tu loca madre
aunque sea puta loca.
No merezco recibir agresiones ajenas
retrasadas y caducas.
No proyectes sobre mí los espectros de tu niñez
tengo forma, color y dimensiones propias.
Tampoco vengas a mí
llorando como un niño
cuando no lo eres
este regazo que te acoge además te desea.
No sobreactúes
a mí también me expulsaron del paraíso
antes de tiempo
y sin notificación previa
¿a quién no?
Anda hombre
levántate de ti.
…
Dejamos un rastro de humedad en las paredes
en los marcos de las ventanas
dejamos los fregaderos atascados
papeles tapando los cristales
ratones muertos en el horno
dejamos cal en los espejos del baño
zanahorias podridas en la cocina
un sudor enfermo en los cerrojos de las puertas
ecos de horror rebotando en los techos
un olor a pesadilla por todas partes
un olor a gritos y a lágrimas derramados
sobre las quemaduras de la alfombra
sobre la grasa de los hornillos, la funda del colchón y
los marcos astillados de las puertas.
Dejamos nuestro amor aspirado vuelto pellejos
—nuestro amor de un mes de vida
con toda su muerte por delante—
flotando en una palangana blanca
en el lugar donde perdí el sentido.
(De Espejo negro y otros poemas, 2013)