Ernesto Delgado

Pálpito

 

 

 

 

PÁLPITO

 

Mira, abajo la nube negra cubre al relámpago

sumergido,

medidor del magma y los eléctricos minerales.

Encima, tierra acumulada mostrando

la súbita raíz impactante, el esparcimiento

de espigas condensadas.

Tierra y cielo, puños del aire.

Tierra y cielo, dos gemelas intercambiándose vestidos.

Y el aire como un espejo sosteniéndose

en la luz y sus costumbres.

Mira al relámpago rajar el polvo.

Mira a la raíz reventar en comienzos.

Mira al azogue mostrándose en la lejanía.

Raíz y relámpago nos apuntan:

percátate de que llevas el imán del misterio,

de lo creciente como fósforo en la madera.

Mira a los potros sacudirse la noche

como el águila se sacude los espacios.

Entremos a donde se juntan lo inverosímil y lo probable.

Entremos al fósforo para revelarnos.

Desconociendo aún

por qué el todo se reúne en lo impalpable.

Desconociendo el todo

a la vez que me rodea con su tribu de señales.

Y percibo la corrida del fuego hacia el fuego señalando

puertas,

entre los por cuánto y los aquellos y los entonces

que justifican los ahora, los posibles y lo doliente.

 

 

 

 

OSCURIDAD

 

Baja hasta el fondo donde mi sombra

se ata al musgo y yo doy con los otros.

Baja hasta el fondo donde expurgo mis huesos

y las raíces de la humedad borran sus signos.

Estoy en la última oscuridad divisada,

en la última oscuridad mía.

Y la derrota gotea

y mi grito se iguala al musgo

y mi grito escarba en mi grito, inútilmente.

Los días se alargaban como una función

sobre la silla en que debía yo sentarme.

Y yo de pie, de amargo pie en el festín donde todos

comían.

Riéndose, conquistándose, aplaudiendo.

Y yo entré a buscarme un sitio

y lo único en mí era un animal hecho de rejas.

Un animal girando sobre sus muertes.

La bestia desató su boca

y me vi saliendo otra vez de mí

como si me echaran esposado de mi madre.

 

 

 

 

CERCOS

 

Rodeado por la edad que seré y esta muerte

como hiena encadenada

restregando su hocico en las vidas que me escudan.

Miope de lo invisible,

mis ojos le dan forma a lo que aman y le dan un brillo.

 

Bajo las tumbas nos descomponemos en pedrería.

Piedras vienen buscando los otros,

para eso nos escarban;

nos abren el silencio con una pala y una promesa.

Qué hace el tiempo sino saquearnos

porque estas son sus minas.

 

Cada edad es un capataz en nuestra sangre,

cada edad pesa porque viene con un pico,

para que nos cavemos

hasta el fondo de la memoria

mientras la muerte pasa oliéndonos.

 

Este miedo de tambores enemigos,

este reconocerme

en el rostro de quien me invade,

este ser mi propia hiena.

Las escucho devorar en el fondo de los días

 

el rastro que la cordura deja.

Yo miro hacia las cosas

y solo veo hienas escarbando,

escarbando hondo

donde los aviones dejaron caer sus intestinos

como cabezas de titanes decapitados.

 

Solo es mi edad otro enemigo aislándome

de las vidas que me escudan,

mientras la paz huye con todos los rostros,

todas las bocas,

todas las piedras que he sido.

Yo vengo del dolor como un soldado

que vuelve de todas las guerras.

 

 

 

 

PERMANENCIA

 

Yo me dejaría en los otros como un plato o un abrigo.

Porque están enfermos, enfermos de tener uñas y lenguas.

Allí donde jamás me esperan,

donde se agrupan sin conocerme,

donde me conocen y mal,

allí yo iría a entregarme como una noticia.

Miren por los huecos de mis manos, les diría;

examinen el clavicordio de mis huesos,

tiene su humanidad intacta.

Allí donde abunda el pesado idioma de la ceniza,

yo iría a pedirme.

Denme vidas,

denme nombres,

denme sombras, redes,

denme los pies del que ha saltado sobre la luna

como en el colchón de una cama recién comprada;

yo les pido sus oquedades,

sus enterradas noches, sus pedrerías.

Yo soy como un pálpito en medio de las cosas,

alrededor de mí arde lo vivo.

 

 

 

 

ÁGUILA

 

Posada sobre todo lo vivo,

el águila gira brusca su cabeza brusca

buscando nacimientos, esperándolos.

Y luego asciende y cae en su vuelo,

dibujando el círculo de todo lo que nace.

Todo lo naciente tiene un águila

que le hace señas a las cosas que nos encuentran.

El águila toma la forma de tu espíritu

para que puedas entender el idioma de su vuelo.

Un día se posa cerca de tus ojos esperando,

esperando que empieces a nacer.

 

 

 

 

__________________

-Ernesto Delgado
Pálpito
Colección Visor de Poesía
España, 2024

 

Delgado_Palpito_web

Ernesto Delgado (Placetas, Cuba, 1996). Estudió Literatura en la Universidad Central «Marta Abreu» de las Villas y es miembro fundador del grupo literari ... LEER MÁS DEL AUTOR