Sueño de viajero
Sueño de viajo
Ahora vengo, diosa, ahora
retorno, diosa. Regreso como
la bala al cañón, como el fugitivo
a su soga. Camino hacia tu boca.
Voy soltando los lastres del olvido.
Cartas
Te he enviado 20 cartas y una flor desesperada pero
tú no respondes y yo imagino que no respondes porque
no deseas responder y entonces quiero ir yo mismo
desesperado a decirte con la boca lo mucho que te
quiero, pero resulta que ahora estás lejos o más bien
que ahora estoy lejos yo y que la única forma de
tocarte a la puerta es esa obsesión desesperada
de escribir y escribir, aunque tú, muchacha,
no respondas ni a las cartas ni a las flores.
El invitado
Con un proyecto de pulmón ajeno
salí en busca de suspiros propios.
Nací de una silenciosa flor, de pausadas
cáscaras oscuras: en cada derrumbe descubrí
recientes huesos míos creciendo
entre las ruinas, como hojas de paisaje
todavía sin árbol primordial.
Pelaje vi en las alas de los pájaros,
en préstamo lo que ofrecían, yo daba
mis hermanas, sus dientes mi colmillo.
Y en el líquido percibí además imágenes que deletreaban:
Aquí escribieron río con un agua muy larga.
Testamento del árbol
Dejo el recuerdo de mis ramas a la memoria
de los pájaros.
Dejo mi madera a las sillas y mesas
del futuro.
Dejo lo que fue mi sombra al jardín botánico,
para ser exhibida en los meses del verano.
Dejo el oxígeno que separé del aire a las pequeñas
narices de los niños.
Y para el cruel que me arranca el corazón
con que vivo,
dejo un perfume de flor que el tiempo
irá apagando sin violencias ni rencores.
Época
Entre un barco y otro, parte una ola. Y se despide un futuro.
Se explican los náufragos, naufragan las explicaciones.
Se marchan sin nombre, se alejan del apellido.
Por un lado se van y por otro son remolcados por cantos de sirenas.
Ellas, bellísimas en sus melodías
a distancia, prometen menos edad y más brisa
en los cabellos.
Llevo mis dudas a abrevar al bosque.
Llevo mis nostalgias a deambular por la ciudad.
La retórica me ronda, se traga las palabras más
fastuosas y las convierte en reptiles. A mí, por ejemplo,
me persigue ahora una jauría de palomas.
Recuerdo con exactitud las inexactitudes
del tiempo, y las mías propias. Riño con las aguas
oceánicas, me reconcilio a medias con las lluvias.
Mientras dura, me limpio en el torrente
de los aguaceros. Tanto como discuto las melopeas,
desconfío de los cantos rituales de la lejanía.
Mi rebelión, y recelo, continúan: acudo a
los libros. Con Gargantúa bebo cerveza.
Y con Pantagruel me voy de pesquerías.
Días defectuosos
Hay días verdaderamente defectuosos
que debieran desmoronarse al nacer,
para que otro más rutilante germinara
de esa extinción. Ayer, cuando ella
respondía a mis demandas
con cero ofertas, porque afirma, ja,
que en su distante corazón no hay
un pequeñito rincón para el amor,
debí abofetear el crepúsculo e impedir
la irrupción de las estrellas. Y hoy,
cuando atardece otra vez y el sol deleznable
no acumula mérito para llegar al descanso
de la noche, yo debiera apuñalear
las horas, hacer trizas los segundos
y esparcir al aire las cenizas
de sus crueles minutos.
Desamparado por el tiempo, desamparado
por la humedad, inválido de amor
y sangrado por incontenibles heridas,
sin embargo, solo logro sumarme al aguacero
y llorar por los terribles errores
que cometen los días a diario.
Náufrago sin ti
Conozco perfectamente quién
es el mar, porque tiene remos y
navega en mis recuerdos.
El mar es aquella agua con estruendo
que sin embargo se apocaba
en el último trecho, y llegaba
sumisa a lamer tus pies.
Conozco el mar porque fue la última
locación donde estalló tu risa
y giraste lenta hasta quedar
de perfil contra la espuma.
El mar es sobre todo una borrasca
imaginada en el corazón de un caracol.
Con el mar nunca acabaríamos, puestos
a la tarea de comprobar humedades y salitres.
Como no soy ciego y menos tonto, creo que
existen tantas razones para censurarlo
como para abrazarlo. Y no pienso, en última instancia,
que haya nadie tan insoportablemente solitario
como ha sido el mar en algunos atardeceres
y como he sido yo en algunas despedidas.
Ahora apenas lo dudo:
El mar y yo somos dos náufragos sin ti.