Amor, abismos y alturas
-Textos del libro Un trueno sobre el Barú
Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, 2022
Palabras preliminares
Tenemos a Javier Alvarado, cuyo libro Un trueno sobre el Barú constituye a mi juicio, una obra colosal, con un intento de escribirlo todo, cosa que nos muestra desde la primera página con la dedicatoria; con una realidad histórica; con un lenguaje más cerca de Neruda que de Lezama Lima, por ejemplo. He sentido que tiene una base un concreta y un significado concreto con los que uno se va encontrando a todo lo largo del libro. De partida, su comienzo notable y al final una poderosa interrogante. Aquí: Celebro la tierra/ Y celebro la marcha/ Estoy aquí. ¿Y? ahora. Casi todo el libro debería terminar así: ¿Y ahora? ¿Y ahora? ¿Y ahora?
Y es como si un libro notable que no tiene tampoco el temor de caer en arcaísmos como el declamar las formas castizas de la lengua que tanto usó Neruda y tantos otros poetas en lengua castellana, latinoamericanos. Es imposible zafarse de esa forma, ¿cierto?; tan enraizada en nuestra lengua y en nuestra habla:
Más abstracta y concreta que la muerte, el polen cubre
La estación de los trenes, gorriones de agua
Que escupen el fuego noble y el viento
Ante la boca de la mujer que me toca las manos
Y se reconoce loca ante el movimiento de la tierra
Y el color en los granos, en aurigas reinantes.
Celebro la tierra
Y celebro la marcha.
Estoy aquí. ¿Y? ahora.
Y ahora. Y ahora es ahora. Gracias, Javier, realmente un libro memorable.
Raúl Zurita
AMOR, ABISMOS Y ALTURAS
Por alturas de amor yo soy tu abismo.
Rosa Elvira Álvarez
LA CAÍDA DEL IMPERIO DEL AMOR
Cuando un mundo acaba, no es sólo el vacío que
Llena los corazones con su peso de duda;
También las palabras se deshacen en el espíritu
Que interroga el pasado.
Nuno Júdice
Que se puede escribir cuando se desploma el imperio del amor.
Todo en decadencia refulge
Bajo la mano
Como un aliento,
Como un solar caliente
O el aeda que se dispone a registrar en hexámetros la caída
O el sitio de una ciudad que demoramos en erigir
Y ya no queda nada del amor sobre el amor,
Sobre estos muros, sobre estos cimientos,
Las pilastras y la casa una bitácora de derrumbes y eclipses,
Como la noche que nos deja sin campamentos
Y sin atavíos en la parafernalia de la destrucción. Me quedo desnudo
Sobre tu cuerpo, sin el yelmo y sin el casco. Me niego entonces a construir sobre otras edificaciones,
(La irremediable aureola
Del lobo que rodea el sendero de los pinos),
La fuente donde bebió el adolescente y el camello,
El morbo de montar en su giba
A la muchacha bosquejada en el mosaico
Y el rostro de aquel que no concebimos en su plena robustez
Cuando todo estaba en espera y la demarcación del corno bélico
Traspasaba
Los límites,
El vértigo de la tierra sobre los idiomas que vocalizan
Al acto pleno del amar,
Cuando nos toman los guerreros y los bárbaros como en toda epopeya
Y como en todo poema, en que los amantes derriban los templos,
Desmoronan las piedras e invaden las metrópolis,
Inspiran a suicidas y tragos exagerados de licor
Al contemplar un sacrificio azteca o maya por infidelidad,
Va el corazón traspasado por una serpiente en su rencor plumario
Y es condenado a quemarse sobre un vaso en la alquimia de los ritos.
Las cosechas siguen secas y si acaso reverdecen es por la lluvia
Que se instauraron por el fenómeno del niño.
Todo es vendaval, historia;
Mientras escucho décimas en punto de llanto en el estertor de la montaña
Y las palabras deshacen el espíritu
Y todo se trasmuta en palimpsesto,
En volúmenes traducidos por monjes,
En las caricias extintas para los pocos hablantes del futuro
Y todo se transforma en lengua muerta, en lengua viva, en dedos que recopilan mensajes
como la humanidad de ahora.
Es por eso que me devuelvo cuando mi músculo cardíaco sigue bombeando
Como una maquinaria de materias voltaicas
Y si acaso fuese el último habitante,
Renuncio a desnucarme
Desde una torre
Sobre tu amor que ya no destruye, que ya no invade,
Que ya no me vive, que ya no me muere, que me levanta una y otra vez en la derrota,
En la caída
Por más que necesaria.
LA RUTA DE TU EVASIÓN
Siempre queda en algún árbol una hoja postrera, prendida a la rama por un milagro de resistencia inexplicable, y todas las mañanas, al pasar, formulamos una despedida porque tememos no encontrarla allí al día siguiente.
La Ruta de su evasión, Yolanda Oreamuno
Para no amar, te evades. Para no amar te conviertes en árbol y te sacas de la tierra
Y sólo me dejas la memoria de una hoja,
Una hoja de sangre que no se pudre
Y que no se desintegra en el tiempo, como el mundo o la carne de un cascabel
Que sigue sonando infinitamente, descascarillando el tiempo, la pintura de la casa,
Los objetos que recolectamos en nuestras anteriores edades, en que el amor
Era como una guarida de arrieras con sus terrones y sus clorofilas fragmentadas.
Una sola ruta era la del camino, la de los pasos sonámbulos donde se nos aparecían los ángeles,
Las deidades que aseguró ver Blake en un árbol iluminado y oscuro.
¿Cuántas flores hemos plantado? ¿Cuántos reptiles hemos visto nacer desde sus huevos
Y escamarse en esa marcha colorida por el mundo?
¿Cómo no hacer la voluntad del sol en las plantaciones, cuando atravieso la niebla y ahora me muero
en la toxicidad del ave?
Evades el verano con la bufanda comprada en San José.
Evades el otoño colocando hojas heterogéneas a los troncos desvestidos de claridades.
Evades la primavera bajando al infierno como Proserpina sin importar la carestía del color, de las semillas
y los granos,
Los tubérculos que dejan de crecer al hallar las piedras preciosas,
Los bulbos hermosos que revientan en la canción de los amantes.
Evades el invierno con el trópico imperioso y ya no queda nada de la temperatura de nuestros cuerpos
Cuando somos un río irrecuperable que ya no le duele el fuego.
Evades todos los transeúntes como un camino, evades los autos como una autopista inaugurada
con sobrecostos.
Evades el semáforo de luces daltónicas.
Evades el espejo donde el gato sigue mirando la constelación que duerme.
Evades el renacimiento de la hoja para conservar la que atesoro.
(Esa hoja es la única voluntad de vivir en la oración del día siguiente.)
Evades lo místico y lo pagano, la argumentación del pan y el hambre.
Te evado porque ya no sé cómo amarte.
Evades mis libros porque nunca me leerás.
DEL AMOR, LOS ESCOMBROS
Como tu amor,
que se vuelve ruina
mientras más lo construyo
Juan Manuel Roca
Mañana contemplará la humanidad del amor, las ruinas. Hoy contemplan el vacío del llanto
en los duelos mesoamericanos.
Nuestro amor juega ahora a la pelota derrotando guerreros sobre la plaza,
Algunos acuden a Barriles, a encontrar los vestigios
De una comunidad sepultada por el Barú, en la ceniza.
Como el monolito me cargas y te cargo
Los dos nos hemos cargado «aguanchinche», el uno sobre el otro, del amor, los hombros.
No oyes el grito de las multitudes entre más se cimienta, entre más se desmorona.
Estuve acostado y dispuesto sobre el gran metate ceremonial
Ante todas las cosechas;
Otros visitan Panamá Viejo en su obsesión por la gloria de la primera ciudad fundada en el Pacífico,
La torre sólo conoce la historia de su consumo;
Las autoridades o el pirata
Iniciaron su derrota con el fuego;
Nada nos puede decir el aire, el mar o su escalera,
Las saudades,
El pasaporte apátrida
Del país de la nostalgia.
Todo queda en el exilio,
En el destierro de tu cuerpo y de tu voz, de tus manos que abrieron una cantimplora
Para darme sed,
De tus ojos que me reconocieron en la risa de una feria anual
Donde se pierden los caballos,
En la expulsión de mi ausencia ante tus celos, ante la página que sigue esperando en la noche de Santiago.
Mañana en la evocación de todo,
Construiremos nuevas casas y nuevas ciudades
Y otros leerán este testimonio
De este amor que se vuelve ruina
Entre más le escribo
Entre las más lo construyo.
EL PERDÓN EN EL ARTE DE PERDER
Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aún más
Algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Elizabeth Bishop
Hay mucho de amor en el arte de perder
Quizás un hilo de agua que no regresa al molino aventajado por la niebla,
A los restos de un barco, enraizado en un manglar.
Yo no persigo rutas de escape en una lata de cerveza.
Yo nunca tendré bohemia.
Para qué recordarte aun allí
Cuando envejezco de repente, en un gesto de culpa,
En un anillo
En la locura de portar estas enormes jaulas
Y sus pájaros que olvidaron su aldea
De libertad
Cuando me determino en fósil,
En sedimento,
En la respiración atrapada por la piedra caliza, en una persecución de lava,
Saliendo de ti en múltiples heridas,
Como desgranando guandúes en las carestías del invierno o el verano
O despalabrando idiomas
Ahora que todo es imposible,
Todo lo que perdonarás acuñará hermosura
Y perdurarán los pastos
Y la carne
Se nos llenará de trenes,
De recuerdos que rielan en la boca,
Indagando cerrojos, desnudando puertas
Y yo pediré que me lapiden –piedra a piedra-
Cuando me acusas de haberte despedido
Sin una causa
Donde nos persigan las sinfonías de grillos y el tres marcado por las gaviotas.
Yo también he perdido seres,
Paraguas, bolsos, llaves,
Personas;
He traicionado a mis heterónimos
Y ellos siguen con sus valvas y el cultivo de la planta carnívora al fondo del espejo
Y tu amor sigue siendo
Esa importante pérdida
Ante el peso del cielo y el mensaje cifrado por los asteroides.
Abandonaré esta ciudad y no volveré a entrar en ella
Hasta que por siempre te hayas devuelto
A la luz de mi sombra,
A las bodas del tiempo, a la moneda del bolsillo
A la pinchada en el pulgar del sastre.
Me niego a aceptar derrotas. Llévame por los caminos de los campos,
Esas imágenes te indicarán el epitafio señalado.
Hay mucho de amor en el arte de perder,
Búscame en la deconstrucción de la poesía.
Aquí que vivo sin tener mundo.
No hay clon sin su par. Anestesia sin dolor.
Tierra sin árbol.
No seré larva ni pez.
Ni siquiera átomo.
No poseo registro de ADN.
Ya no hay perdón
De ti hacia mí, seguirás defendiendo que el corazón es un músculo según la teoría médica.
Si me pierdes, no escucharemos las palabras.
Si te pierdo, no escucharemos las estrellas.
ÁRBOLES
“Un árbol tomará
A otro y le apretará entre sus brazos.
…
Sus ramas triturándose
Locamente juntas y más juntas”
Paul Muldoon
Marzo para el recuerdo,
Para rememorar aquellas escenas del verano
En que la abuela cosechaba los frutos
Que venían cubiertos con el rocío de otros dioses.
Su mano que había cavado y recogido
La tierra,
Apartándola para hacer un agujero y colocar luego la semilla
En aquel vientre pardo y rodeado de raíces,
Gusanitos, piedrecillas
Se había convertido en algo de esa hacienda pródiga
Que hoy me extendía una guayaba, una naranja, un mango o una almendra
Donde siempre hubo esa huerta de palabras,
Esos ramos de metáforas
Y esas pulpas milagrosas
Donde estuve extático, también absorto
Y celebrante del movimiento,
Deseando comerme el polen de la creación
Mientras los acertijos y animales
Seguían desmoronando la pirámide de arena
De esa hecatombe en el jardín
En el sitio donde un árbol y otro árbol
Se abrazan, se enmarañan,
Donde se iluminan nuestras ramas crujiendo
Licuándose de gritos
Y tu silueta fuese esa gota vegetal que cae en el centro de las manos,
Una luna deshuesada en el filamento de todo lo posible,
Esas noticias terrestres y náuticas
Para volver a casa, a la resina
Y al templo leñoso.
Ínclitos los dos
En los pliegues precipitados del agua
(En la expulsión de los minerales y las piedras preciosas),
Atragantándonos de ese léxico del paraíso
Y del infierno en su versión más amatoria,
Hallando nuestros rostros sobre el pedernal pulido
Ante esos perfumes
Que supuramos
Y lanzamos al aire
En este estrujón del vértigo
En su núcleo
Y su llama infiltrada,
En este tiempo de relojes yuxtapuestos
Sobre el centro y la cortezuela
Mientras los anillos y las vetas en la madera fundan ríos y lechos donde nos contemplamos
Más aún en esta aleación corpórea que se adviene y se expande
Siempre en sus ramas vertiginosas, esplendentes, como caballos.
Esa leucemia (subrepticia) en el torrente sanguíneo de la abuela,
Irrigó aquellas parcelas
Para siempre donde se fueron retirando aquellos árboles
Ante el predominio de los glóbulos blancos como la muerte
Y su hemoglobina agonizante sobre el atardecer de la nostalgia.
Esta nueva oscuridad para el mundo, blanquecina, violenta
Y yo tratando de resembrar aquellos árboles
Que como ella y yo juntos (apretón de ramas) (combustión de ramas)
Se quedaron se trituraron se abrazaron
Y sacaran sus manos para seguir cavando
Seguir cavando
Seguir cavando
Y ser de nuevo tierra.
JACULATORIA POR UN CABALLO
Caballos que la lluvia ciñe
de llaves breves
Lezama Lima
Hay un caballo que me mira desde el fondo traslúcido
De un campo,
Lo he venido a hallar en esta pradera
Donde revientan las acacias,
Tiene un solo ojo, pues el otro ha conocido el odio
De la piedra, sus cascos no conocen el lanzamiento
Del rencor hacia el centro del iris, sus pezuñas
Se disponen a orquestar el trueno
Y el nimbo de la música, en sus entrañas
No se esconde una legión para sitiar a Troya;
Yergue su cuello blanco y majestuoso
Como un chorro de agua dulce perseguido por el ímpetu.
Es algo viejo y tiene la piel eterna de las nieves
Cuando trota se esparcen pétalos de jaspe
Y una soga lo detiene en su caminata hacia el crepúsculo.
¿Quién ató la soga? ¿Quién lo abandonó
En medio de las jaculatorias del verano?
Le doy agua y se traga el tropo, la metáfora interna;
Aún recuerdo
Cuando sobre su lomo
Se posaron los novios del matrimonio campesino
Sabía reconocer el amor del hombre a la mujer
Y el perfume de la mujer que se ama
En la devastación de las auroras
Y que revienta desde sus orejas hasta la fibra
Sanguínea de sus crines;
Ahora yace abandonado bajo el sol
Como el recuerdo de un amor primigenio que se condensa
Con el polvo.
Ya ninguna pareja querrá pasear
Sobre el alazán tuerto. Ahora rumia cada palabra
De mi escritura y de mi contemplación.
Es el caballo que ha cumplido
Su propósito
Su cascabelear de memorables lluvias,
De imperecederas llaves
Y que siga viendo en su único ojo
El resoplar de su orfandad,
Su casi humana caballía,
La cabalgata
Sin fin
De la belleza.