Omar Castillo

El signo de la trama

 

 

-Texto perteneciente al libro En la escritura de otros,
ensayos sobre poesía hispanoamericana (2014).

 

Ningún tiempo ha sido negado para la poesía. Ningún tiempo ha sido propicio para la poesía. La poesía ha permanecido y persiste porque el ser humano permanece y persiste para la vida. Los acontecimientos vivenciados en los recientes 400 años de su historia dan testimonio de ello. Los poetas que mantenemos la presencia de la poesía en medio de los aciertos y desaciertos de estos acontecimientos, somos parte de las huellas de resistencia donde los seres humanos se han plantado para mantener su existencia.

En la Revolución Francesa fue costumbre llamar a las personas ciudadanos y ciudadanas, pretendiendo así arroparlos con los ideales de la igualdad, la fraternidad y la libertad. Mientras por el filo de la guillotina, mellado por el extenuante uso, rodaban cabezas bajo las miradas de quienes, en largas filas, esperaban su turno.

Cuando la Revolución de Octubre en Rusia, la costumbre fue llamar camarada a unos y otras, creyendo así que la clase popular y obrera por fin alcanzaba el poder y estaba cerca de conseguir todos sus derechos sociales, hasta entonces usurpados por la burguesía. Mientras este sueño recorría todos los rincones del mundo, en Siberia, por órdenes de la nueva dirigencia en el poder, el frío y los trabajos forzados calaban los huesos de los millones que allí fueron recluidos, so pretexto del beneficio colectivo.

Durante la planificada repartición geopolítica del mundo tras el triunfo de los aliados en la Segunda Guerra mundial, y de la sistemática creación de la Guerra Fría para la polarización y el sometimiento del ser humano a los intereses esgrimidos en nombre de la democracia, de un lado, y de la voluntad y los intereses del pueblo, del otro, se sofisticaron los controles para arrancarle a la conciencia humana sus registros de dignidad para la vida. Así, el mundo era convertido en un escenario de seres vueltos caretas satisfechas tras las rejas de su sumisión.

Hoy, cuando las prácticas económicas y sus extensiones políticas se amparan en las máximas de la globalización donde cunden la ficción de la inclusión y el reconocimiento de la diversidad étnica, sexual y multicultural, es preciso, ante tal escenario, no perder de vista los recorridos por las distintas tramas de las revoluciones y guerras fundamentadas en los reclamos y derechos humanos. Porque cuando la humanidad admite ser determinada bajo un signo que presume representar sus intereses y necesidades, está admitiendo ser usurpada por máximas cercanas al filo de la guillotina, al frío de la ignominia comunitaria, o a un proteccionismo establecido sobre la sumisión y la obediencia.

Quienes escribimos poesía no debemos ignorar tales acontecimientos, pues de hacerlo corremos el riesgo de quedar entrampados en el esperpento mediático donde se representan tales escenas, tan útiles para el sostenimiento “cultural” de la actual globalización. En el orden de consumo como es condicionada la realidad en el mundo, los artistas y los poetas nos encontramos con un muro que nos quiere poner al servicio de espectáculos donde se dicen vivenciar los sentimientos acumulados por la humanidad en toda su historia. Sentimientos que suenan como enlatados empacados al vacío, o como espiritualidades hechas vísceras para exponer en una carnicería que el márquetin promociona.

Los poetas no podemos olvidar que las palabras para la escritura del poema resultan de años y años de historias humanas que, como vetas de realidades éditas e inéditas en sus muchas acepciones históricas, han enriquecido las lenguas y las posibilidades humanas de significarse en ellas y desde ellas. Tampoco podemos olvidar el carácter revelador y subversivo que la poesía significa para confrontar cuanta ideología o fe pretende apresar, y someter al ser humano a una única línea de conducta: una única forma de conocer el mundo y de comportarse en él. Los poetas no debemos olvidar el estado de alerta que funda nuestra existencia y su presencia en una comunidad, y, por ende, en una lengua. Olvidarlo sería aceptar convertirnos en cómplices de quienes procuran el sometimiento y la indignidad del incógnito humano.

Por ello, los poetas no podemos caer en la trama que tienden las organizaciones gubernamentales o no gubernamentales, cuando quieren hacernos creer que la poesía hace parte de las estrategias para el entretenimiento, para el recreo laboral de sus adeptos. Reducida así, la poesía queda como un eslogan o máxima más donde se condiciona la existencia, pasando el poeta a formar parte de los publicistas y recreacionistas que contribuyen a la actualidad y su consumo. Con estas prácticas, la condición de alerta que nos permite como poetas allanar lo inaudito de la realidad, queda reducida a la de simples informantes del consumo laboral y sus lúdicos instantes de recreo.

¿Qué sucede con los poetas que no nos sometemos a las doctrinas del espectáculo y el entretenimiento? Pasamos, ante los réditos sociales amparados en el consumo, a figurar como tontos que no han entendido cómo el mundo y sus intereses han cambiado y, por lo tanto, nos quedamos a la intemperie, en la periferia de las realidades del ideal globalizado. Ideal que, de los poetas aceptarlo tal como la oferta lo presenta, nos garantizaría el beneficio del reconocimiento mediático y, a través de este, el de seguidores que nos verían como un producto para el encantamiento de su domesticidad social.

Hora tras hora los medios de comunicación emiten noticias sobre millones de usuarios que así creen mantenerse informados de lo que sucede en el mundo. Una tras otra cada noticia se impone sobre la anterior, generando la sensación de que el acontecimiento informado por una noticia termina con la aparición de una nueva. Así, la cotidiana realidad viene y pasa por los noticieros como la envoltura de un dulce del cual sólo se recuerda su marca. De los poetas también se espera verlos convertidos en emisores de sentimientos y realidades de impacto ocasional, de las que, al final de su voceo, sólo se recuerden los intereses de las organizaciones gubernamentales o no gubernamentales que representan en tal emisión.

En las pantallas ofrecidas por quienes condicionan la visión de realidad que prevalece en el mundo, han sucumbido infinidad de poetas cuya estela verbal ya engrosa el esperpento en donde se presenta al consumo como el gran dogma, principio y fin de la existencia humana.

El carácter es cuanto distingue a un poeta y a cualquier ser humano que se respete. El carácter no es una baratija que se puede conseguir en un bazar o en un centro comercial. El carácter es una razón para la existencia, ya de un individuo, ya de una comunidad. Y una razón de existencia no transa ni se somete a los intereses de quienes quieren desfigurar la alegría de vivir para convertirla en una mueca óptima para el consumo delirante. Entiéndase consumo en todas sus representaciones, inclusive el consumo ideológico y el espiritual.

Entonces, es claro que los poetas no nos negamos ni nos oponemos a la alegría ni a la plenitud que nutren la real realidad de la vida. Nuestras actitudes surgen del carácter donde se funda el respeto por la existencia, y este respeto no nos permite someternos a quienes proponen, como única línea para la existencia, el carnaval de la usura. Carnaval para el cual exigen vestir el traje de la indignidad y la obediencia. Y es en ese rebelarse cuando los poetas nos conectamos con el principio que da razón a nuestra presencia en distintas épocas de la humanidad. Ese principio no es otro que el de ser una voz de alerta. Una voz cuya palabra advierte.

Tal como el ser humano, la poesía es incógnita. Ir a su encuentro es vivir en estado de alerta. La riqueza de lo incógnito se mantiene en su ser inagotable. Querer someter lo incógnito a una sola línea de comprensión, de comportamiento, es ignorar su naturaleza diversa e impredecible. Es proponer su extinción.

 

 

Omar Castillo   Medellín, Colombia 1958. Poeta, ensayista y narrador. Algunos de sus libros de poemas publicados son: Huella estampida, obra ... LEER MÁS DEL AUTOR