Marco Antonio Flores

Narciso fracasado

 

 

 

 

 

Narciso fracasado

 

I

 

Soy antena.  Pararrayos

Soy el sol

Soy anterior a la luz

a su proyección cósmica

Soy el mundo y el espacio sideral

También gota de viento que escupe su rocío

entre las rosas

de madrugada.

 

 

II

 

Sin embargo

a ratos

me pienso diferente

Otro que metieron en la misma figura

Trasnochada

que parezco

Y ya no soy el sol

ni la luz

ni nada

Sino la noche

con sus mil gusanos

 

 

 

 

Amanecer

 

Hunde el rocío entre las campanadas

todas las voces que robó

a la noche

Una tortuga en el umbral

de los colores

anuncia la llegada de la aurora.  Hace de los minutos

horas lentas

el paso de su choza

Repta en las manos

del alba

sin contemplar las guirnaldas

Sube a la luz

aconseja las risas

nos quebranta las ansias de llorar

va guardándose la noche

entre su capa de carey

Irrumpe con las sombras en la concha

en el color azul

de la alborada

(El sol resbala suave sus manazas

entre el polvo sutil del primer rayo).

 

 

 

 

Carne sola

 

Fauno de la lujuria

me has herido

Tu carne se me afinca

dando voces

resbala tu calor entre mis dedos

y tu presencia me nubla de puñales

 

oh sencillez de amar y desearla desnuda

entre las piernas

oh recordar el monte de la carne:

pilastras

monumentos

rosas negras

Oh palpitar de angustias fornicantes

oh soledad de espasmos insondables

oh tumba de las cosas

oh palidez eterna

 

 

 

  

Las sillas solitarias

 

El exilio

es quedarse sin presente,

sin cielo,

sin amigos, sin volcanes custodios,

sin caras familiares,

sin voces conocidas,

sin casa, sin calles infantiles,

sin saludos.

 

 

 

 

El estanque

 

Tuve un amigo. Un poeta

que se bebía las noches con cerveza.

Solíamos libar días

enteros hablando de recuerdos, de viajes,

de poemas, de mujeres amadas.

Era inclinarse en el estanque.

Cuando nos capturaron marchó al exilio.

Al volver traía una obsesión atravesada:

la montaña y las armas.

Los poemas arrumbados.

No duró tres meses. Teníamos treinta años.

Lo capturaron vivo y lo quemaron.

Busqué sus restos y me llené las manos de cenizas.

Estuve varios días doliéndome de mí.

La soledad ardía.

El solía decir: “Mi exilio era de llanto”.

 

 

 

 

Mediodía

 

La contrición se pone de rodillas

hace sonar su planta

arrepentida

y cuando llama la oración al ángelus

entona una blasfemia por las vírgenes

 

Fluyen las miasmas al lado del sobaco

escurren gotas

de la faz cansada

y cuando el sol se pone al centro

de la concha

comienza mi canción a puñetazos

 

 

 

 

Medianoche

 

En postura oratoria se inclinaba

el ciego a la cerviz

Rodaba beodamente entre guijarros

la piel

que anda con otro

 

Se confinaba

a su propio territorio

la noche

la del medio exacto

la que cubre la calle con sus pechos

la que arrastra el silencio entre siluetas

 

Iba

corría leve

tenaz entraba

en doce

sonaban las campanas sus ronquidos

y finalmente

negra a la distancia

rompía la quietud con su llegada

 

 

 

 

Los minutos

 

En fila de sables:

su mirada amarilla pregonándose

 

La mirilla entregada

al cuentatiempo: parecemos la rueda

de los astros

 

Cada instante

se hace más payaso

El tiempo

se va riendo de nosotros

y de su cuerpo en ondas

Van cayendo ellos

al ruido del reloj

entre los cuernos

del agua

 

 

 

 

Augur

 

Rotas palomas

se dibujan en la pared del mediodía

surgen en piezas:

Circo en solar en luna park

Cohabitan grotescas entre flores de muerto

se remontan curiosas

calcáreas

y funestas

como dioses del mar

 

Ungen figuras de arena

en los dedos del viento

construyen virulentas cadenas en el cielo

se procrean desnudas ante el sol y la luna

y en círculos concéntricos como ondas de cieno

precipitan la noche

en la espuma del sur

 

 

 

 

El gusano

 

El tiempo me recorre,

me habita,

se cobija en mis ganglios,

acampa en mis arrugas.

Mirándome lo mido:

la pelambre de mis brazos palidece y ralea,

mi pecho encanece,

la piel de mis manos, que incursionaron las tetas

de mis novias y entraron a saco entre sus piernas,

se ha vuelto negra, dura y arrugada.

Mis ojos cegatones: esos carbones apagados

que vieron escapar a la muerte y ahora la detectan

a mi lado.

En mí está el tiempo.

Me desdibuja.

Me corroe por dentro:

ablanda mis mejillas,

debilita mis piernas,

infla mi vientre,

agita mi acezar,

me agota,

me quita la pasión.

El tiempo es mi enemigo;

me consume,

ocupa mi epidermis,

es mi sangre.

 

 

 

 

Dialéctica

 

El mundo comienza conmigo

pero ya existía,

Ésa es la contradicción:

ahí nace la angustia.

Luego todo rueda

por la pendiente de la vida

con todos y conmigo.

Todos están en mí,

yo en ellos,

Ésa es la síntesis.

 

 

 

 

Ayer

 

Para romper las costras de la luna

nos pusimos un yelmo en la mirada

nos tiramos de cabeza en los charcos

que reflejaban su rostro por las noches

Desde entonces caminamos con agua entre los ojos

y lodo en las pupilas.

 

Poco a poco

hemos ido encontrando el encanto de la ceguera

la música que nos acompaña en el peregrinaje

va tejiendo los sueños con un dulce remolino.

 

 

 

 

Visita

 

La verdad es que a veces

no sé qué contestarle a mi silencio

Entonces callo a gritos

y lo miro

lo escruto suavemente

lo adivino encuclillado

entre los pliegues del miedo

Me interroga el bruto

pregunta por las tiras de mi piel

inquiere por el tiempo que utilizo

para gruñir dándome golpes

por la voz derrotada de hace lustros:

la de la alta metáfora

vacía

De que si estoy satisfecho aburguesado

 

Inquisidor

confuso

lo contemplo

Aúllo entonces al brote de su oído

Plántome recio

viril

ante su nombre

Quiebro en dos mi garganta:

Lo despido

 

Marco Antonio Flores (Guatemala, 1937). Poeta, narrador, ensayista, periodista. Ha sido catedrático en las universidades San Carlos y Rafael Landívar, de Guate ... LEER MÁS DEL AUTOR