Juan Bañuelos. Brasa desnuda

 

Presentamos tres textos del reconocido autor mexicano.

 

 

 

Juan Bañuelos

 

 

El incendio hospedado

Con este corazón casi vacío,
casi incendio de música en mi cuarto,
sigo, Silencio, tu quebrado olvido
de penetrante buque.

Una mano que no puede alcanzarte,
una espiga que no puede crecer
cuando ya es aplastada
por el granizo fugitivo de los días.
Óyeme hablar de las sombras que muerdo,
mírame como a un hombre que ha perdido
en una casa ardiendo
los párpados y el color de sus ojos.

No hagas la señal del silencio para que calle.

Puedo. Aún puedo un poco:
llorar, gemir, hablar en voz baja, decir
que yo te amo furiosamente
como un rayo que cae, de pronto, en el jardín.

 

 

 

La pavana de los amantes

I

Para que vean los ciegos
tus ojos vuelan.

Por el niño sin brazos
tus manos sueñan.

Para acabar las sombras
tu boca quema.

Ojos, manos y boca
tú y yo en la tierra.

II

Para no olvidar tu rostro
ha nacido mi memoria.

Porque estés siempre conmigo
he de hacer de ti mi sombra.

Amor, transformar la vida
es sólo entrar en la historia.

 

 

 

Brasa desnuda

Es el momento del deseo.

Acostada, desnuda,
te extiendes como la piel de una colina mordida por el sol.
Empiezo a contemplarte desde tu pie dormido en el aire,
tus piernas puntuales, mientras subo mis ojos,
se dan cita en una dársena negra, sitiada
por húmedos carbones, carbones de labios,
labios de lianas.
En este instante cumplo la edad del deseo
en el rostro más tierno de la tarde.
La fruta resbala,
cada minuto crece, se hincha ardiendo.
A las seis del espejo entro en ti
como el huésped más esperado,
sencillo como el río del día
te cubro con mi piel de hombre,
soy la lengua que recorre tus venas para callarte,
te quito los ojos dolorosamente,
te doy otros dos brazos para pesar la vida,
mi boca llovizna en tus pechos,
rayo tu espalda para escribir tu nombre,
con mis huesos te hablo,
tu quejido es el más largo que escuchará la noche.
Qué animales humanos más hermosos.

Cuando quedamos solos, desnudos cuando termina todo,
graniza la sensación de que el aire
nos ha descubierto.