Paura Rodríguez Leytón

Pez de piedra y otros textos

 

 

DEJAR

 

Y vas dejando tu alma en lugares ajenos:

algo de tu piel,

algo de tus doloridos sueños.

 

Ahora,

estará triste la palabra,

estará incómodo el silencio.

 

Es incandescente

este límite de hielo que se impone en la garganta.

Este límite antiguo que no sé si cruzar o contemplar,

como se contemplan las hojas en otoño.

 

Y el asombro mantiene vivas las venas.

 

Ahora,

no hay parásitos que merodeen nuestra carne.

 

Ahora,

estamos a salvo de los ritos

que no acontecen en nuestro espíritu.

He dejado algo de mí por todas partes.

No duele ese dejar.

 

Esperamos siempre

que vuelva

el sigilo de los secretos menudos.

 

Más allá de mí

habrá una sombra errante,

contornos,

siempre contornos,

buscando un fondo.

 

Antes no había ni rastro de nuestros sueños.

No había retratos que nos delaten.

Antes, ¿qué solíamos decir?

 

Y el deseo de hablar es extraño:

resulta como un tic involuntario.

 

Hay que escapar,

estar lejos de las voces que nos llaman.

(Y somos las voces).

 

Fui distinta alguna vez.

 

Lejana de alguien que ya no está.

El tiempo es como una vestidura que nos desnuda sin tregua:

harapos.

(Me acomodo al nombre,

no al lugar).

Soy ajena a este trozo de tiza: nada escribo.

 

Una pared alta,

de tierra

abre un espacio extraño en mi memoria.

 

(De Como monedas viejas sobre la tierra, 2011)

 

 

 
TE ATRIBUYO EL TORRENTE DE MI SANGRE

 

Son las palabras

con su urgencia de viento

las que arremeten contra este cuerpo

cubierto de recuerdos vegetales.

 

El alma trata de quedar ilesa,

pero hay un huracán que sacude

hasta el rincón más oscuro de los zapatos.

 

Las cuencas del tiempo nos miran absortas,

preñadas de lluvia lista para deshojarnos con caricias maternales.

Será un sempiterno venir y caer de horas.

Mas no tiene remedio este reloj que canta los desvelos.

 

¡Qué urgida está la mañana con sus flores tenues y su pan fresco!

 

¿Cuál es la profundidad?:

nuestra piel envejecida,

nuestros papeles perdidos y desordenados,

nuestro accidentado recorrido por el día.

 

Las puertas que cruzas son como bocas ajenas a tu propio cuerpo.

 

En el viejo tejado no hay más que murmullos:

murmurios de palomas lánguidas

acontecidas por una campana de toques

geométricos.

 

No hay más que los labios mordidos por una erosión del lenguaje.

 

Lo profundo es esta voz cicatrizada y el ombligo extraño de mirada cíclope.

 

(De Como monedas viejas sobre la tierra, 2011)

 

 

 

PEZ DE PIEDRA UNO

(fragmento)

 

Sé que estos huesos

me serán ajenos de pronto

y me son ajenos ya,

ahora,

cuando estoy más lejos de mi voz.

 

 

***

 

Una luz lejana invade los retratos de mis muertos,

me acongoja el paladar,

me florece la triste sílaba que no alumbra mi cabello,

me digo a mí misma estas cosas

que son siempre las mismas,

y son casi siempre el agua.

Cosas con las que voy a caminar por alguna calle reciente

en mi memoria.

 

 

***

 

No hay tristeza ni alegría:

hay un estar extraño que hace conmigo

lo que las migas de pan

cuando estoy lejos de casa.

Son los dones que quiebran las horas:

solitarias a veces,

solitarias nunca.

 

 

 

PEZ DE PIEDRA DOS

(fragmento)

 

Las letras se agazapan

como arañas transparentes

y no llego a comprender mis manos.

 

De barro

son los ojos que me invaden,

son de silencio

los pasos.

 

Este sol azul

que recorre el tiempo

es nuestro idioma solitario.

 

Y nos dice más sombras,

más objetos delirantes,

más recuerdos.

 

Hay unos ojos nuevos,

unas manos que ponen la piedra blanca en el pétalo.

Es un sueño nacido de mi sueño.

 

Para besar las piedras me preparé un siglo.

No hubo lágrimas,

ni risas,

ni palabras.

 

 

 

PEZ DE PIEDRA TRES

(fragmento)

 

Este es un intento de caer

al fondo de la soledad más pura:

el de no hablar.

 

La forma de los atardeceres me hiere,

me alegra su color tardío

cercano al vientre,

cercano a cada latido

que comienza

a encenderse

por las calles

extrañas y propias.

 

Sueños remotos me llaman,

esperan.

 

Tendrás tiempo para tomar el té,

vendrá el calor,

vendrá la lluvia,

vendrá el olor a tierra mojada.

 

Tus flores

se duermen

en pequeños sueños

eternos.

 

Los días son como un pañuelo bien planchado

donde las moscas no se atreven.

 

(De Pez de piedra, 2007)

Paura Rodríguez Leytón (1973). Poeta y periodista boliviana. Ha publicado Del Árbol y la arcilla azul azul (Argentina, 1989); Ritos de viaje (L ... LEER MÁS DEL AUTOR