Qué pronto nos acostumbramos
Más allá
Más allá de las palabras
enlazadas por un ritmo
más allá de sus acentos
en sílabas repartidos
más allá de unas ideas
imágenes y motivos
más allá de una voz propia
o distinta de mí mismo
más allá de la garganta
de la lengua y del oído
más allá de las tablillas
y los rollos de papiro
más allá del homo sapiens
y los chillidos del simio
más allá de las señales
sordomudas del principio
brota el aliento que anima
todos los versos que escribo
Qué pronto nos acostumbramos
Qué pronto nos acostumbramos,
a pesar de tanto dolor,
a la ausencia de un ser querido.
Cuando menos nos damos cuenta
empezamos a usar su ropa
y en la mesa a ocupar su sitio.
Qué pronto nos acostumbramos,
aunque los feroces recuerdos
nos muerdan con sus mil colmillos.
Es como si la indiferencia
de su sillón o de su cama,
la de sus objetos más íntimos,
nos contagiara de tal modo
que sin apenas darnos cuenta
vamos llenando su vacío.
Mis padres
Están aquí conmigo.
No sé cómo probarlo. Me acompañan.
Están aquí conmigo,
apoyando su ausencia
común en estas líneas y aferrados,
como pueden, a los rasgos filiales
de mi insomne genética.
Están aquí, tratando de apuntarme
algo que yo no he escrito todavía.
Están aquí, sin siquiera el atisbo
ambiguo de sus sombras.
Pero velan por mí,
a pesar de que yo los niegue ante mí mismo
y me empeñe en creer que son menos que nada.
Canción
Cómo iba yo a imaginarme,
cuando era chico,
que mi abuelo antes que abuelo,
solo era un niño
que jugaba a la pelota
con otros niños
en una calle sin coches
o en un baldío.
Cómo iba yo a imaginármelo,
cuando era chico,
dando sus primeros pasos
entre dos siglos,
de la mano de su madre
o ya solito.
Cómo iba yo a imaginarme,
cuando era chico,
a mi abuelo en una cuna
recién nacido.
Cómo iba yo a imaginarme
lo que imagino.