Luciana Reif

Voy construyendo la soledad

 

 

 

Palabras de este mundo
Nueva poesía argentina
Selección y edición: Marisa Martínez Pérsico

 

 

 

 

La zafra

 

La vida durante la zafra

es una dulce y triste refracción del mundo.

Todo comienza en los cañaverales

donde hombres de lugares lejanos

desnudan el campo en un lento y precioso juguetear

con sus dedos, adultos y ásperos por el paso del tiempo

saben más que nadie como tratar a la caña,

hábiles para sacarle todos sus secretos, quedan

exhaustos después de cosecharla; el calor tucumano

se entrevera en forma de gotas que brotan de las manos

ajadas y dolidas de un peón que no ignora que ese fruto vital

concebido con sus fuerzas, será después de todo

azúcar que se derretirá en otra boca.

Peón golondrina conoce más que cualquiera el sabor

agridulce de la tierra, después de despojarla

-terminada la zafra- partirá a otros suelos

a cosechar amargos sabores.

¿Acaso no es ésta la verdadera tristeza,

la de un hombre que llega a abrazar la dulzura toda

y se desprende de ella sin apenas saborearla?

 

 

 

 

 

Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo

Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo

le pregunte a su abuela si la puede peinar,

cuando tome entre sus manos el pelo de mi mamá

y lo acaricie con el peine desde el cuero cabelludo

hasta las puntas, desenrede lo que es necesario

desenredar, se detenga con cuidado en los nudos

más enmarañados y despacio los desarme para que vuelvan

con el resto del cabello a caer en línea recta;

yo me preguntaré si son estas las raíces que nos unirán

al suelo materno, el pelo lacio y elástico

de todas las mujeres de mi familia.

Yo también peinaba a mi abuela: mientras ella tomaba mates

en el living de casa, me subía a una banqueta con el cepillo

para alcanzar a jugar con su pelo.

Hacía y deshacía a mi antojo, trenzas de princesas guerreras,

amazonas enormes capaces de dar la vida por los suyos,

colas de caballos indomables que cuidan a sus potrillos

pero les enseñan también a galopar lejos

del potrero que les dio alimento.

 

 

 

 

 

Miro a la mujer que espera el colectivo en Plaza Constitución

su cuerpo quebrado,

la piel estriada como una flor marchita.

Pienso en su maternidad, un conteiner

lleno de escombros, cinco hijos dándole vueltas

como insectos diminutos, colgándose

de su pecho, mordiendo la carne.

No puede dar más de lo que da y lo sabe.

Mira a los niños como perros,

quisiera ser la dueña que suelta el hueso

para que vayan a jugar a otra parte,

pero son como moscas adictas a los focos de luz.

Quisiera apagarse,

ser prescindible un rato apenas,

pero ellos siempre piden más,

pueden ser malvados, herir hasta el llanto,

decir cosas tremendas y nadie los acusaría.

 

Son la violencia con la que fueron concebidos

por su cuerpo joven y brillante

en el colchón de un cuarto cualquiera,

sus piernas abiertas, el forro de su chico sin forro,

total, no importa,

total, te acabo donde quiero.

 

Ahora vuelve a su casa en colectivo,

piensa en la cena y se abstrae,

tal vez sin querer se olvide

a un hijo en el asiento.

 

 

 

 

 

Si quisieras tocar el núcleo del amor

si dejaras caer todo el peso de tu espalda

sobre él

o mejor dicho si pusieras tus manos

en ese fuego, estoy segura

te quemarías

es como si abrieras

un cuerpo para conocer a un hombre

los órganos dispuestos sobre la mesa

las cortinas corridas

hasta llegar al hueso.

Matarías en ese acto, dejarías todo deshecho.

El amor es como la verdad, esquivo a su centro.

No se puede mirar directo la luz del sol

o dejar la cabeza mucho tiempo bajo el agua.

Quedate ahí, mira de lejos, rodea su centro

como si bailaras, no somos científicos

buscando verdades microscópicas.

Deja que el amor falle, que refulja

en lo que tiene de inexacto.

Si me abrieras el corazón ahora,

si me hicieras la autopsia descubrirías

un millón de mentiras dichas en su nombre.

Nada dice lo imperfecto de lo mucho que nos cuidamos.

 

 

 

 

 

Voy construyendo la soledad

como un galope, soy

Juana de Arco,

bella y majestuosa

arriba de mi caballo.

Alrededor mueren

y renacen los hombres,

no es su amor lo que me hace

valiente, es ser quien soy

a pesar de ellos, conservar

en mi centro un corazón

capaz de dar batalla.

 

 

 

 

 

Algunas palabras de este mundo

Quiere esta antología, junto con difundir las voces de treinta poetas argentinos nacidos entre 1970 y principios del siglo XXI, ser, con su eco preliminar de Árbol de Diana (1962), un homenaje a Alejandra, de cuya muerte se cumple medio siglo.

Celebrar, desde el guiño de su título, esos pequeños artefactos poéticos perfectos, esas piezas muchas veces brevísimas que dan cuenta de una subjetividad quebrada, de una orfandad metafísica, con unas dislocaciones pronominales que potencian el característico tono de tipo liminar pizarnikeano, siempre al borde, en el umbral o límite entre posibilidad e imposibilidad del decir. Poesía que es desamparo y morada. Claridad y oscuridad a la vez.

Las páginas que siguen son un intento de visibilizar y divulgar un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas nacionales: hay derivas de la poesía conversacional, propuestas en clave realista, programas de carácter hermético, de indagación ontológica o continuadores de la tradición de la ruptura, estéticas herederas del neobarroco/neobarroso y de la poesía experimental, del riesgo, que se institucionalizaron en países como Argentina o México, especialmente durante la década del ’90. Poemas en prosa y otros que buscan el diálogo intergenérico o transmedial (lírica, narrativa, teatro). Poemas que no exceden una página (¿una pantalla?) y poemas largos memorables.

Esta muestra responde, además, a una vocación federal y extraterritorial. Incluye autores que nacieron y viven en distintas provincias argentinas –desde Salta hasta Tierra del Fuego– y otros radicados en el extranjero (Holanda, Francia, España), que encarnan una argentinidad poética ‘extraterritorial’ (George Steiner), ‘glocal’ (Vicente Luis Mora) y ‘posnacional’ (Bernat Castany).

Marisa Martínez Pérsico
Roma, octubre de 2021

 

Luciana Reif Nació en Buenos Aires en 1990. Poeta y socióloga. Es becaria doctoral del CONICET y la Universidad Nacional de Avellaneda. Coordinó junto ... LEER MÁS DEL AUTOR