Bajo la estrella mínima del alba
Palabras de este mundo
Nueva poesía argentina
Selección y edición: Marisa Martínez Pérsico
He oído cerca de la costa
el dolor de los corales al atardecer.
Y he visto las anémonas,
y las medusas,
ser partidas por la aguja del sol.
Es posible sostener por meses
el grito del cardumen
sobre el que arremete el barco.
Me acuerdo de eso. Sí.
Pero quién quitará de mi memoria
el viento en la cara
de los días felices.
Dicen que le fue concedido a la mujer desnuda
con su espalda arqueada sobre la proa
el favor de amansar la furia de los mares.
Y que no nos fue concedido
a las mujeres vestidas
con las espaldas erguidas sobre la tristeza
el favor del olvido.
Bajo la estrella mínima del alba,
cuando el trabajo es todavía
las horas por venir,
sin más refugio ni esperanza
que su propia incertidumbre,
desde hace miles de años,
día tras día,
hombres y mujeres
cantan.
8
Es cierto, en Domrémy
y en Údine hay pinos y abetos.
Las montañas nevadas soportan un invierno
donde el cielo es posible.
Creí estar en Údine
cuando amé y fui amada
en una unidad de tiempo
de la que tengo memoria.
Sentí que estaba en casa.
Sin embargo, el deshielo mostró
los dientes de los que nada entienden,
fuimos mordidos y separados como perros,
Údine no era Údine,
y Domrémy, señores,
queda en Francia, no en Italia.
No soy yo la que nació en 1412.
3
Como única defensa
argumentaré:
el lugar era parecido
a las tierras de Údine.
O como yo creía
que eran las tierras de Údine.
Cuando era niña,
mi abuelo me contaba
de Rauscedo Domanins.
Cuando pisé la nieve
unas manos tomaron
mi voz entre sus manos.
Quise quedarme ahí.
Yo, que siempre me pierdo,
sentí que estaba en casa.
5
No supimos evaluar la pureza
del alimento que nos dábamos.
Creímos morir esa noche,
o la noche siguiente,
o la siguiente a la siguiente.
No ocurrió.
Cayeron los hielos con la primavera,
el pasto brilló al sol,
y la suerte nos dejó desnudos,
perros rabiosos en la soledad,
en un lugar que en nada se parecía a Údine.
13
Cuando llegué al terreno de la nieve
en lo que yo creí que era región de Údine
el universo me mostró su paraíso.
Recuperé un idioma que creía negado.
Aprendí los rituales ancestrales del fuego
e invoqué los espíritus de los frutos silvestres.
Fui un animal suelto en un cuerpo sin frío.
Lo sé porque fui amada, y amé
sobre todos los ríos y colinas.
Algunas palabras de este mundo
Quiere esta antología, junto con difundir las voces de treinta poetas argentinos nacidos entre 1970 y principios del siglo XXI, ser, con su eco preliminar de Árbol de Diana (1962), un homenaje a Alejandra, de cuya muerte se cumple medio siglo.
Celebrar, desde el guiño de su título, esos pequeños artefactos poéticos perfectos, esas piezas muchas veces brevísimas que dan cuenta de una subjetividad quebrada, de una orfandad metafísica, con unas dislocaciones pronominales que potencian el característico tono de tipo liminar pizarnikeano, siempre al borde, en el umbral o límite entre posibilidad e imposibilidad del decir. Poesía que es desamparo y morada. Claridad y oscuridad a la vez.
Las páginas que siguen son un intento de visibilizar y divulgar un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas nacionales: hay derivas de la poesía conversacional, propuestas en clave realista, programas de carácter hermético, de indagación ontológica o continuadores de la tradición de la ruptura, estéticas herederas del neobarroco/neobarroso y de la poesía experimental, del riesgo, que se institucionalizaron en países como Argentina o México, especialmente durante la década del ’90. Poemas en prosa y otros que buscan el diálogo intergenérico o transmedial (lírica, narrativa, teatro). Poemas que no exceden una página (¿una pantalla?) y poemas largos memorables.
Esta muestra responde, además, a una vocación federal y extraterritorial. Incluye autores que nacieron y viven en distintas provincias argentinas –desde Salta hasta Tierra del Fuego– y otros radicados en el extranjero (Holanda, Francia, España), que encarnan una argentinidad poética ‘extraterritorial’ (George Steiner), ‘glocal’ (Vicente Luis Mora) y ‘posnacional’ (Bernat Castany).
Marisa Martínez Pérsico
Roma, octubre de 2021