Jordi Valls

Ofelia y otros textos

 

 

 

OFELIA

 

No hay luz en el nervio óptico. Ya no puede responder

a ningún estímulo vital. El latigazo del abandono

entra en la órbita, oculta la laguna que guarda

su cofre solitario. El cabello flota desparramado

entre las aguas quietas. No hay máscara más bella

que su rostro ausente del mundo. Ya sabemos

de que va la renuncia. Esa excitante arrogancia macabra

ofrecida por la apariencia angelical de la derrota.

No hay más que hacer, solo contemplar los últimos

destellos, la pastilla efervescente del sol

ocultando la luz, eternizándose.

 

 

 

EXPECTATIVAS

 

Manga por hombro no entiende

que las cosas van a salir mal.

Lo vemos nosotros sentados

en la mecedora, apuntando

con el dedo índice la sabiduría,

calibre peso pluma, del nada pasa

porque sí, porque vamos y venimos

y transcurrimos previsibles

ejerciendo el poder de la sentencia

que sin pretenderlo acaba siendo ley.

La tradición mantiene

que manga por hombro no retrocede

ni un solo paso y eso alivia

mucho más que reconocer

las segundas oportunidades

que nunca deambularán

en el patio abierto de nuestras manos.

 

 

 

ESCHER

 

Las escaleras se desarrollan bajo nuestros pies,

peldaño tras peldaño, como las arrugas

de un acordeón de profundo silbido.

 

Se van consumiendo los niveles de la ascensión,

así queda continuar el estiramiento de las objeciones

para encontrarse bajando en algún punto del mañana

o ahora mismo, en perpleja familiaridad cúbica,

con la mimética sonrisa en uno de los laterales impredecibles,

que no deben, ni pueden interrumpirse

tras la cordura alterada de la geometría

dentro del castillo donde la percepción parece indicar

que en este instante empieza todo.

 

 

 

FRIDA KAHLO

 

La profundidad del vello púbico

ocupa las cejas y el bigote de Frida. Su mirada

penetra la crueldad del macho hiriente.

No hables, solo mira. Una fuerza

más salvaje que las palabras

te destruye el ano. Implacable hermetismo

de agujas que vertebran, a falta de amor,

el dolor perdurable de lo siniestro.

 

 

 

MANDRIL

 

La nostalgia del mandril está en su trasero.

El último sol fenece obsesionado

por la fijación del instante al mostrar

la arrogancia de los dos mundos.

 

El orgullo no deja concretar

una respuesta sencilla.

Lo que queda es la espuma

de las promesas vacías.

 

Los viejos bailan con lentitud.

La maraña de los hechos

les impide concentrarse en el futuro.

 

Se rascan el trasero a conciencia

porque el deseo resulta inalcanzable,

porque pica una barbaridad.

 

 

 

LA LECHERA

 

Otra vez discuten la velocidad y el tocino,

en el hueco que dejan se sustenta

la corona del instante.

 

El sueño era calcular la incapacidad de imaginar

un mundo más maravilloso que la tiranía

caprichosa de la mente privilegiada.

 

De repente, las costumbres se convierten

en un fiscal sin piernas,

una afortunada derrota que parlotea

sintiendo el peso del aislamiento.

 

Toda fractura con el pasado les parece elegante,

cuando el presente se desvela arrollado

entre tumultos del lenguaje, lejano aun,

de esa iluminación vertida por la lechera de Vermeer.

 

 

 

LAS CHICAS

 

Chicas devastadas por el efecto panda

presionan la voluntad del espejo,

desearían no merecer el suicidio público

pues no hay nada que resuma mejor el maquillaje

que las sombras bien dispuestas

copiadas más allá de ellas mismas

en la repetición a la inversa, una imagen

que las recompensa con un yo aceptable.

Es preferible un pronombre bello

a un sujeto indigente. En otras palabras,

lo mejor es pactar con el deseo

el fracaso menos doloroso. Fijaos

como van, alegres y moldeadas

saludan eufóricas a la cámara.

La opacidad del espejo nunca pregunta,

pero las hace irresistibles aunque sucumban

a una inseguridad demasiado precoz

para una deuda tan antigua. Fijaos

en su fortaleza, en cómo, a pesar de todo

las chicas salen a flote.

 

 

 

ORIGINALIDAD

 

Las cosas sencillas establecen

una suma de condicionantes

favorables a la simplicidad.

 

Juntas sacuden las emociones

más concretas. De igual forma,

el contorno resuelve las vaguedades

en definidas propuestas.

 

Así la osamenta esponjosa del cielo

cuando hay exceso de agua.

Suda una pared para que puedan

coaligarse los mundos opuestos.

La tristeza

va drenando el campo de acción

en todo aquello que no entiendes,

cuando las cosas sencillas

por mucho que se lo propongan

no tienen otro modo de existir.

Jordi Valls (Barcelona, 1970). Es poeta y ensayista. En catalán, ha publicado, entre otros, los siguientes títulos: D'on neixen les penombres ... LEER MÁS DEL AUTOR