Giosuè Carducci. El soneto

Presentamos tres textos claves del legendario autor italiano y Premio Nobel de Literatura en la traducción al español de Carlos López Narváez.

 

 

 

Giosuè Carducci

 

 

El buey

¡Piadoso buey! Al verte mi corazón se llena
de un grato sentimiento de paz y de ternura,
y te amo cuando miras inmóvil la llanura
que debe a tus vigores ser más fecunda y buena.

Bajo el pesado yugo tú no sientes la pena
y así ayudas al hombre que tu paso apresura,
y a su voz y a su hierro contesta la dulzura
doliente con que gira tu mirada serena.

De tu ancha nariz brota como un vaho tu aliento
y tu afable mugido lentamente en el viento
vibrando como un salmo de alegría, se pierde…

Y en su austera dulzura, tus dos verdes pupilas
reflejan cual si fuesen dos lagunas tranquilas,
el divino silencio de la llanura verde.

 

 

 

El soneto

Dante le dio del serafín el vuelo
circundado de azules y de oros;
en manantial de rimas y de lloros
diole Petrarca el corazón en duelo.

Del venosino y del mantuano suelo,
la musa tiburtina los decoros
diole al Tasso; yen déspotas desdoros
Alfieri lo clavó como escalpelo.

Fóscolo, el trino de los ruiseñores
y del nativo acanto los primores
le dio bajo los jónicos cipreses.

Último yo -no sexto- vuelo y llanto,
arte, hálitos, iras, en él canto,
y lo elevo a los Manes como preces.
 

 

 

La princesa de Lamballe

Por la natal Saboya, enhiesta y fría,
ríos que lloran, gemebundo viento;
de hierros y furores sordo acento:
Madame de Lamballe en la Abadía.

Los cabellos, no más -oro y argento-
cubren su desnudez sobre la vía;
y el cuerpo, tibio aún, palpa y espía
feroz sicario de mirar sangriento.

Fina la piel, del lirio la blancura
tiene el cuello, y una risa que perdura
agoniza en la dulce boca inerte.

Ojos marinos, bucles que despeina
el viento: Id al Temple y a la Reina
dadle los buenos días de la muerte.