Fuga a la belleza
Por José Natarén
Poeta, traductora, investigadora, Doctora Cum Laude en Filología Eslava y Lingüística Indoeuropea, Zhivka Baltadzhieva nació en Bulgaria, en plena posguerra, en 1947, a solo dos años del inicio de la dominación de la URSS sobre las naciones del llamado bloque soviético, entre ellas: Polonia, Yugoslavia, Hungría, República Democrática Alemana y Bulgaria, por supuesto. El dolor de los millones de ciudadanos cuya libertad fue suprimida por el totalitarismo de estado, miles de familias separadas, empobrecidas, de ciudadanos desaparecidos, asesinados o enfermos en las condiciones impuestas por el régimen que decidió sus vidas oficialmente hasta 1989, solo comparable a los crímenes perpetrados sistemáticamente por el imperialismo liberal del bloque capitalista, vigente − ¿hasta qué punto? − en su fase globalizada.
De uno y otro extremo, las políticas rojas y azules, comunistas y capitalistas, sus policías y milicias, sus inteligencias y sus clases dominantes, configuraron las condiciones idóneas para la destrucción de la esperanza, la revelación de la barbarie con las más lamentables, crueles e ignominiosas acciones que la memoria registre, en sitios de horror como los campos de concentración, instalados por nazis, sí, pero también por sus adversarios. Si bien, durante milenios, desde el primer paso del primer primate que imaginó, soñó y habló, la violencia y la destrucción han distinguido a nuestra especie, esta pulsión de muerte parece reconcentrarse exponencialmente en función del tiempo. Digo parece, porque, talvez siempre se encuentra, en la raíz de nosotros mismos, en nuestras reglas, códigos, prohibiciones, normas y sentido de la cultura.
Pero también persevera la palabra, la dimensión estética, el logos, la poesía, alada y sagrada. Más allá del tiempo de los asesinos, la poesía de Zhivka Baltadzhieva se yergue como una manifestación del espíritu de nuestra época, escritura de alcance universal, atenta a los grandes discursos que se han puesto en cuestión y que conforman los ejes de la modernidad: el arte, la filosofía y la ciencia. Escritura en la que se “fusionan tiempos, espacios, estéticas y tradiciones”, a decir del poeta vietnamita Mai Van Phan[1].
Estas estéticas, tradiciones, espacios y tiempos se configuran en las composiciones de la poeta y filóloga; la polifonía de las fugas, de las fugas barrocas, en Zhivka corresponde a la reflexión de su inteligencia en los prismas de los varios registros, lingüísticos y afectivos, culturales y vitales; subyace la sensación de escuchar contrapuntos. Las fugas de Bach son motivo de las fugas de Zhivka, por cierto. Correspondencias y analogías. Fuga como técnica musical por la que se contraponen varias melodías o sujetos; en este caso consagrada o dedicada a la cosa en sí, a lo real, mediante la palabra poética. ¿Y qué es si no, la poesía, sino imagen sonora con significado, música portadora de sentido?
Estamos, al leer a Baltadzhieva, en una atalaya desde la que podemos advertir los principales continentes de nuestra existencia, las dimensiones entre las que transcurrimos: naturaleza (espacio y sobre todo, tiempo, el cual además, caracteriza nuestra condición y se puede considerar como el trasfondo temático de arte de nuestro siglo); y cultura (estéticas y tradiciones, la asimilación de las fases en que el absoluto -en términos hegelianos- se ha venido dejando ver y cuyos señalamientos han hecho la filosofía, el arte y la religión). Al respecto de la espiritualidad Van Phan apunta −desde la visión oriental de lo sagrado− que la obra de la poeta, “ha llegado a la verdad, ha encontrado la belleza, el poder de la belleza”[2].
Zhivka, entonces, poeta del poder de la belleza, nos fuga con ella y hacia sus hallazgos. Hacia la real belleza. Traduce su experiencia subjetiva, la historia personal, en imágenes que expresan las profundas inquietudes y especulaciones en torno al abismo que aguarda al fondo de nuestra condición humana y del cual vuelve para delinear cada gesto y rasgo de nuestros rostros mediante símbolos y términos, frases, giros, alusiones. Los rostros de la generación entera, nuestros pueblos, nuestras civilizaciones. Al respecto, nos esclarece Ángel Guinda: “Una poesía que cumple su más alto destino: nombrar épicamente el mundo, y líricamente su propio mundo, salvándolos del poder aniquilador de la temporalidad”[3].
Pero también la poesía como sendero de conocimiento, como comprensión del universo y del mundo, de la realidad. Y como otra realidad, en sí, la belleza. Y lo sublime. A la vez, el poema, su corpus, como metáfora de nosotros mismos, imágenes de tiempo y sonido, cuerpo, palabra y memoria. En la obra de Baltadzhieva, como en la de todo gran poeta, se advierte la “investigación sobre ciertas esencias -el amor, la vida, la muerte, Dios- que se produce en un esfuerzo por quebrantar el lenguaje de tal manera que, haciéndolo más transparente, se pueda ver a través de él ciertas esencias”[4], como apunta en sus “Notas sobre poesía” José Gorostiza, autor de esa catedral de nuestra lengua, “Muerte sin fin”.
Sin embargo, no olvidemos el aspecto inefable, numinoso, de la revelación, lo incomunicable, lo indecible. Conocimiento siempre provisional, comprensión fortuita, captación tan violenta del ser, como trueno que requiebra la torre del entendimiento, que se aloja de inmediato en la noche del ser, en el envés, en los horizontes del noúmeno, de lo real, de lo que no se dice y se sugiere y solo tensa las cuerdas del arco de nuevo, para inquirir y cuestionar al gran libro de la creación, nuestra creación, por el sitio, por la orilla en la que arriban las saetas del sentido. La poesía como un puente, o una catapulta, o un “instalarse de golpe en las faldas de lo real”.
La relación entre el arte y la realidad, ha sido uno de los enfoques de la estética, sobre todo desde las vanguardias, en las que esta relación impulsó la aparición de manifiestos y poéticas que, a partir del cuestionamiento de la referencialidad del arte, y del señalamiento del arte, como ser en sí, como realidad, de la poesía no solo como símbolo, como ente portador de significado, plantean la obra de arte como su propio propósito.
Por ese posible reino de significantes, esa región de lo real, a donde remiten las preguntas que inquieren por el sentido de Ser, del cual emanan las respuestas, ¿ese espacio no es el Ser mismo, acaso su negación o es el reino del arte? al cual se añora al aprehenderse traspasado por la muerte, al ser consciente. ¿Hacia ese espacio nos arroja la palabra poética? o ¿hacia dónde? Baltadzhieva dice en “Hileras de letras”[5]:
“Hileras de letras, pequeñas columnas volátiles,
hormigas omnívoras,
agarradas al sentido y la emoción.
Negras cadenas
¿hacia dónde?
Las sombras invertidas traspasan las ondas,
los espejos del vacío
¿hacia dónde?
Un paréntesis de tiempo en el tiempo.
El bucle del verso propaga luz e imagina oscuridades
por los cuatro costados.
¿Hacia dónde?
Cada vez más velozmente cortan los mundos
los versoalas de corneja.
Hay tanta lejanía
en el soplo de los abanicos negro-blancos
¿hacia dónde?”
Entre la razón y el instinto, entre la razón práctica y la razón pura, entre la naturaleza y la moral, como un puente simbólico, el arte, la ciencia de la sensación, La percepción estética que al sintetizarse constituye la belleza, de acuerdo con Herbert Marcuse a partir de las categorías kantianas[6]. Desde ahí comprendemos el verso: “agarradas al sentido y la emoción”.
Lo personal y lo universal
En tanto tiene de particular, de expresión de la experiencia, de subjetividad, la trayectoria vital, la biografía, formación, personalidad e historia personal del autor impulsan el sentido de la creación de un objeto del lenguaje, cuerpo de la escritura, entre el estilo y la lengua -en términos de Roland Barthes[7]– si bien, la trascendencia y permanencia, solo son posibles cuando el canto manifiesta las potencias colectivas, cuando el poema se revela como la voz colectiva, el espíritu de su tiempo y de su pueblo.
En ese sentido, las afecciones emocionales y psíquicas de Hölderlin, Rimbaud, Van Gogh, Nietzsche o Artaud traspasaron, claro, su relación con el mundo, su visión y acción, su obra. La pobreza de Vallejo y de Miguel Hernández; la condición indígena y la ingesta de alcohol del príncipe Rubén Darío, las vicisitudes -en altamar y estar preso- de Cervantes, la educación fuera del mundo durante la infancia de Montaigne y de Pascal, la frágil salud de Descartes. El padre de Shakespeare en relación con el padre de Hamlet, como aduce Freud. En fin, la vida de cada uno.
Por supuesto, el nacer en Bulgaria, vivir en España desde hace décadas, el encarcelamiento de su padre como otros sucesos biográficos de Baltadzhieva impactan su interpretación del mundo. Su situación apátrida, como ella me comenta. No obstante, la escritura de Zhivka, trasciende lo anecdótico, referencial, confesional; más bien, sus coordenadas se determinan en los valores estéticos y por las funciones del lenguaje que transforman las humanas expresiones, el decir común, en gran poesía. En este cabe recordar que Carl Jung defendió la independencia de la creación artística de las patologías y condiciones psíquicas del individuo, sino más bien, su carácter de manifestación de su tiempo: “La gran poesía, que bebe del alma de la humanidad, no se explicaría en mi opinión correctamente si se quisiera remitir a lo personal”[8].
Juego de la inteligencia, traslada al lector de la tiranía de la realidad hacia la libertad de la imaginación creadora, más allá de la zozobra y la angustia que implica el exilio del seno materno, más allá de existir. La realidad fundada por la palabra que, dicho sea de paso, es lo que perdura, puede considerarse emergida de una fuga a lo real, de los acontecimientos y objetos, de sus relaciones e interpretaciones correlativos a la obra de arte, pero a la vez, periféricos. Es un ingreso al reino de la belleza, cruel y tierna.
Esta fuga es el tránsito de la constricción de la cultura y los valores intelectuales, morales, religiosos, históricos, incluso artísticos, hacia la recuperación del placer de los sentidos; lo bello surge en la tensa armonía entre los extremos en que se polariza la existencia: lo racional y lo sensual, en un “equilibrio entre realidad y forma”[9], a decir de Schiller, caracterizado por el libre juego de las humanas potencialidades que solo es posible desde la dimensión estética, hasta alcanzar el grado de lo sublime, puesto que, la belleza, en extremo, nos roba, nos fuga de lo perceptible y sensible, de lo pensable y formal hasta la posibilidad de comprender lo que se manifiesta en un extremo u otro de nuestra experiencia, como seres naturales, como entidades de lenguaje, parlantes, cuya facultad suprema es crear, poetizar. “La belleza es una condición necesaria de la humanidad”[10], afirma el pensador alemán.
Queremos andar en los campos de la belleza, y no de la muerte. Para recuperarnos, para recuperar nuestra dignidad de humanos, inteligencias sintientes, logos deseantes, cuerpos pensantes. Andamos en el campo de la belleza por la palabra de Zhivka. Algunos de los múltiples y superpuestos, posibles campos que señala Baltadzhieva[11]:
“Campos semánticos, campos olvidados, campos
de trigo, campos de exterminio, campos deportivos, campos
lejanos, campos verdes, campos helados, campos
desprovistos, campos radioactivos, campos prehistóricos,
campos electromagnéticos, campos de batalla, campos
de trabajos forzados, campos
de ensueño,
campos desérticos, campos de la victoria, campos
experimentales y etcétera campos
de acampada, de caminata,
de espera, de tránsito, de partida, de éxodo,
de abandono, de deslealtad, de amor, campos Elíseos
de la emoción, de huida, de lágrimas,
olvidados, queridos, fugaces campos de desaliento,
de retorno, de despedida, de advenimiento, de esplendor
y fracaso,
de un primer paseo bajo el sol, en la brisa, entre flores
y flores, bajita, sin peso, y el vestido estampado por la savia
de las hierbas jóvenes y olorosas. Campos balsámicos hirientes”.
A partir de la polivalencia, la polisemia del término campo, transcurre el juego de significados; uno a uno, los campos se suceden. Notamos la pausa larga, el cambio de estrofa, de ritmo, junto antes de aludir al estado de belleza que cede a lo estéril, bélico, transitorio, a la convocatoria de humanos padecimientos, y al ir y venir, de pares de experiencias, como el equilibrio entre los opuestos, en el rítmico discurrir de la conciencia. Esos “etcétera campos” en los que todo ocurre, por lo que todo pasa. Y al final, la fragilidad de lo humano, la belleza y la herida.
Persistencia de la barbarie
Entre los títulos que conforman la obra de Zhivka Baltadzhieva se encuentran: Al final del bosque verde, Fiebre, Sol, Nunca, Mitologías apátridas, Poema ajeno, Luz diurna y Plexo solar. Dos poemarios más, GenES y Fuga a lo Real han sido reconocidos por la crítica más ampliamente por sus notables cualidades, la hondura de sus exploraciones al abismo de lo humano, cuyas resonancias alcanzan la estatura y excelencia de las obras necesarias, cuya arquitectura verbal se instaura a partir de las concentración de las potencias fundamentales de nuestra época, la multiplicidad de los saberes, como la ciencia, la filosofía, las matemáticas; la física y la biología, la arqueología, el hiperespacio de la información y las redes sociales con millones de usuarios, por las que nos hemos conocido; las posverdades y el resquebrajamiento de la unidad teórica, que caracterizó al mundo moderno; luego de dos guerras mundiales, la guerra fría, la caída del bloque comunista, la mutación de los imperialismos, la crisis medioambiental que pone en riesgo la permanencia de la humanidad en el planeta. Pero, sobre todo, por presentar los temas de siempre, el tiempo, la fugacidad, la soledad, la muerte desde una perspectiva actual. Una mirada clásica del presente.
La reflexión, la inquietud por la situación del sujeto en el mundo, consciente de la historia a cuestas que le precede y auxilia en la comprensión de sí es uno de los elementos de la etapa de madurez de la poesía de Zhivka. No obstante los poco más de 6,000 años de escritura, y alrededor de 10,000 de sedentarismo, no nos alejan mucho de aquellos que cruzaron el Estrecho de Bering, de aquellos que apenas se irguieron para seguir la ruta evolutiva. La voracidad y la violencia, la alienación y la ruindad que se lee en redes, noticieros, los crímenes y barbaridades de las que sabemos día a día, es tan repulsiva como la antropofagia. No así, la placidez y la belleza, la contemplación y el enamoramiento, el solaz de cualquier ciudadano moderno, más después de su alienante jornada de ocho y más horas, como el descanso de cualquier cavernario del paleolítico. Leemos “Genes”[12]:
“Mi propio ancestro, el Homo Antecesor,
que en paz descanse
en la Cima de los Huesos,
fue un caníbal
tumbado plácidamente en los hierbajos
de la gran zona gris
¿inconsciente?
¿irreflexiva?”
Las circunstancias históricas, contingentes, no son más que motivos y, como los temas de siempre, el amor, el erotismo y la muerte, el tiempo, en la obra de Zhivka, son tamizadas por las pasiones del poeta -las de todos en todas las épocas- desde su visión particular, desde su uso del lenguaje, tensa lírica trastocando el ánimo épico de nuestro tiempo.
Memoria celular y registro inconsciente de todas las formas de vida que anteceden a nuestra especie. En el código genético de cada célula se almacena la información necesaria para la reproducción, para cada proceso que la vida manifiesta. Cada átomo de las células que se convertirán en el autor de una sinfonía, una epopeya o un óleo inmortal, de un teorema o una ley de la naturaleza, ya ha formado parte de otros cuerpos, de otros organismos. La poeta escribe[13]:
“Un cuchillo de silex,
tallado hace 1.400.000 años
en Atapuerca,
la herramienta humana
más antigua jamás encontrada en Europa.
De silex, de oro, de hierro, de diamante o láser
cuchillo.
En Atapuerca, en Marte, en la antimateria,
en el destiempo,
el ansia, la avaricia, la ambición…
Un cuchillo.
Cuchillo”.
El título, origen o nacimiento ¿del Ser? O simplemente la declinación del verbo ser en tercera persona del singular. Porque el Ser, es y nada puede ser fuera de él, y no tiene principio, sino que es el Ser el origen y el principio de las generaciones ¿Sí? De las generaciones, especie, razas, culturas, pueblos, civilizaciones, en fin, de las manifestaciones de lo humano. Y nada más humano que el arte.
Zhivka Baltadzhieva y Óscar Oliva
“Nada humano me es ajeno”, a decir Publio Terencio. En concreto, precisa Miguel de Unamuno: “Soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño”. Claro, en un sentido vital y moral, al volver a la expresión de origen latino, pensamos en las posibilidades de experiencia de la condición humana, la libertad, el amor, el sufrimiento, las pasiones, las emociones, alegría, tristeza, ira o sentimientos como la soberbia, envidia, avaricia, codicia, cualidades como la humildad o la misantropía y tendencias como el altruismo, a la vez que las manifestaciones de la ecuanimidad o la locura, el genio o la tontedad. En otro orden, por “lo humano”, comprendemos lo que de común tenemos y como especie compartimos, las manifestaciones del espíritu, el conjunto de las creaciones artísticas, instituciones, símbolos, visiones del mundo, las múltiples expresiones de las culturas del mundo.
A la poesía de Zhivka Baltadzhieva nada humano le es ajeno −como a la del mexicano Óscar Oliva− tampoco. Conocí la poesía de Baltadzhieva gracias al poeta Oliva. Ambos se cuentan entren los mejores poetas de nuestra época en lengua castellana. En su escritura es posible distinguir vasos comunicantes, afinidades y resonancias. Poesía a partir de la sed de conocimiento y de la comprensión del mundo. Pero también de la inteligencia y de la cultura. Ninguna etapa, le es extraña a estos poetas, contemporáneos de todos. Subyace el ánimo crítico hacia la modernidad, la inconformidad con la tónica del capitalismo, con la visión dominante desde la revolución industrial.
Si bien, las disciplinas del conocimiento, las ciencias ensanchan sus acervos y en las artes se suceden −yuxtaponen y contraponen− una a una y dialécticamente sus etapas, la aceleración de los flujos de información del mundo contemporáneo, parece conseguir la distracción total de una posible fundación de sentido: deambulamos sonámbulos en la vorágine del absurdo. Amnésicos, extraviados en las edades y etapas, en el tiempo lineal, en el túnel de la historia. La poeta pronuncia la admonición, ejerce su oficio, penetrar lo insondable, el bosque de imágenes primeras -se fuga a lo real- para decir el ser. Ella dice[14]:
Siempre ese progreso. Progreso, progreso, progreso.
Hacia las partículas elementales, hacia el control
total y absoluto,
hacia los programas autodesarrollables,
hacia el código paralelo,
que /como me escribís/ está inserto en todo gen…
¿De quién entonces es este Gen Nuestro?
¿Qué es lo que recuerdan el agua, el aire, el vacío, el plasma,
la Gran Explosión y la Oscuridad interior? ¿Qué
recuerda todo y nosotros
olvidamos?
Entre libros, ordenadores, dibujos rupestres,
herramientas de la vida y de la muerte,
pirámides, dólmenes, arrabales,
el rugir, Mozart, Bach, el silencio,
Leonardo da Vinci y la ceguera, Miguel Ángel, El Juicio
Final, el miedo, la fe, Dostoievski, el paraíso y el infierno, el Bosco,
lo inalcanzable, la destrucción y Goya,
la vida, la traición, Shakespeare,
los sueños, los molinos de viento, Botev, la soledad,
el caos, los niños, el bien y el mal, Cervantes,
el pájaro carpintero, los dragones y la lombriz, y Buda
te estalla la cabeza. Qué esfuerzo
a recordar.
Al parecer, la escritura de Zhivka Baltadzhieva, se enlaza con la poesía del mexicano Óscar Oliva. La extensión de sus preocupaciones intelectuales se manifiesta en las innovadoras poéticas de sus libros publicados en este milenio, a partir del conocimiento de diversas disciplinas, del acervo de la humanidad. la biología y la astronomía; la física y la arquitectura; la botánica y los laberintos de la teología; la obra de los clásicos grecolatinos y la filosofía. Ambos escriben con el arte todo, la danza, el teatro y la plástica. La poeta búlgara, dice en “La Quinta del Sordo”, a partir de Goya y de la cibernética[15]:
“Asmodeas, Aquelarres, interactivos algoritmos
de Fusilamientos del Dos de Mayo y descargas de mamelucos
desde Lasca y Perperikón hasta YONIVERSO,
la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo
de Sevilla.
El átomo humano. Un programa que evoluciona por sí mismo,
desintegrándose a asesino y asesinado.
Duelo a garrotazos interior.
El sueño de la razón produce monstruos.
¿Y el sueño en la razón?”
Por supuesto, la excelencia del autor de las series “Los desastres de la Guerra” y las “Pinturas Negras” para revelar este programa asesino de sí y destructor de cuanto ser y ente natural ha tenido enfrente, tan bien señalado por Zhivka, ha sido cifrado por otros poetas. El dolor humano en la obra del aragonés, fue cantado por el poeta beat Lawrence Ferlinghetti[16]:
En las más grandes escenas de Goya nos parece que vemos
los pueblos del mundo
exactamente en el momento en que
por primera vez alcanzaron el título de
“humanidad sufriente
Además de Goya y Lucientes, Jerónimo “El Bosco” es un motivo tanto para Baltadzhieva como para Oliva. Contrastes, pasado y presente, ciencia y arte, el sueño y la vigilia. La futilidad de nuestra barbárica tecnologización. Leemos a Zhivka[17]:
“HIERONYMUS BOSCH
Ha abierto la puerta
el Gran Colisionador. ¿De hadrones?
¿De pesadillas? ¿De conciencias?
¿De vulnerabilidad?
¿Quién ha salido, qué entrará? La pintura
¿ante qué tiembla? ¿Qué conjura?
Buscamos materia oscura con luz invisible.
Y al hombre con drones
le emboscamos.
Por su parte, la destrucción del mundo, los vientos de muerte hacia el futuro, son cifrados por el poeta Oliva[18]:
“Nada más hay formas vegetales y minerales, nubarrones amenazantes; no hay animales ni montañas: un mundo antes del hombre, que al abrirse, se cierra. No hay vuelta atrás. La flecha que rompe la tela de seda vuela en una sola dirección. Es la puerta de entrada al jardín del Bosco.
Cierto aire que busca completarse teje los hilos del río que no deja de correr, y hace ruido”.
Leemos en ambos poetas la vorágine del mundo. El mundo de siempre donde las mismas pasiones han sido: amor y odio, cólera y cobardía, por ejemplo. No obstante, la certeza de esas constantes, del desarrollo tecnológico y el progreso científico -arbitrados por relaciones de poder entre sus propias instituciones, desde las ideologías, y los poderes políticos y económicos- se desprende como corolario el posible fin de la especie y hasta del planeta. Si las pasiones humanas son las mismas, las armas de destrucción masiva cada vez son más eficientes. La escena casi inamovible, casi fija, el florecimiento es lento, por principio.
Pero no olvidemos que este Edén ha absorbido la radiación de las partículas elementales, como no debería ocurrir en un planeta como la Tierra, como es más común en otras regiones del universo, hasta donde la luz de fondo es perceptible por telescopios como el Hubble, o el Observatorio de Arecibo, y los espectros de información que recibimos millones de años después de su generación. No debía ocurrir, salvo por la presencia de nuestra especie, esa irregularidad -que no singularidad- de arreglo químico de la que emergió la vida y, aún más, la inteligencia, “entre los picos irregulares// de la armónica del Universo”, la inteligencia capaz de crear y componer música a partir de la desolación, del cáncer, consecuencia de las ojivas nucleares, el estremecimiento -y el dolor- frente a la devastación. Como el ángel sueña, el artista señala en medio de la ruina la posibilidad de la esperanza. “Como si dentro de una flauta alguien// me respira”. Escribe Baltadzhieva[19]:
EL CEMENTERIO NUCLEAR
POEMA ESTREMECIDO
Bajo mis pies
el Cementerio Nuclear florece.
Aromas primaverales
y un mirlo
en las ramas aceleradas.
Comprimidas ondas sonoras
y materia enrarecida.
Como si dentro de una flauta alguien
me respira.
Sin luz de fondo.
Melodía mutante
entre los picos irregulares
de la armónica del Universo.
Cereza letal,
embebida de agua pesada,
en la mordedura del devoto paisaje
del Jardín del Paraíso
local.
En el banco chirriante un ángel leucémico
imagina conmovido el Génesis
insaciable
en el Cementerio Nuclear.
A partir de la Prueba Trintty del Proyecto Manhattan, en Alamogordo (1945), inicia la era de las detonaciones nucleares, seguido de la fisión de uranio y plutonio en Hiroshima y Nagazaki y la bomba de fisión de hidrógeno en la era Eisenhower. Estos productos del desarrollo militar, producen radiación gamma viajando en microsegundos con energía de megatones, que alcanza radios de destrucción de miles de kilómetros y, al paso de días generan el efecto Blackout (como el tema de Bowie en la trilogía de Berlín), zonas de sombra por la ionización que impide el viaje de las ondas de telecomunicación. Tanto Baltadzhieva como Oliva están al tanto de la radicación termonuclear. Leemos en Escrito en Tuxtla del poeta mexicano[20]:
“La explosión nuclear no va a terminar nunca, el día 16 de julio de 1945 no va a terminar
nunca, el reloj marca las 5:29:45 am”
(…)
“me desplazo
sin tocar nada,
al lugar donde espero
el arribo de
mi hermano
el temporal,
a las rocas que ruedan en el resplandor del desierto de Alamogordo,
después de la explosión atómica, que está fuera de mi comprensión,
rocas que están fuera de mi comprensión, con resplandor blanco-plateado,
las que apenas puedo soplar un poco para que rueden hasta mis pies”
Y no solo las armas de destrucción masiva asombran a nuestros poetas. También la informática y las redes sociales; no les son ajenas. El asombro por los prodigios tecnológicos que permiten la comunicación instantánea de un sitio a otro del mundo y la acumulación de cuantos acervos concibamos. A final de cuentas, por este asombro que surge dentro del propio yo en relación con el mundo, se poetiza. “La poesía nacería del azoro, de la necesidad de darle voz al abismo”, dice el poeta y filósofo Jaime Labastida[21].
Mundo, ciencia y poesía
¿Cuál es la función del poeta en esta época en que la realidad o, al menos, el continuum espacio-tiempo se interpreta como superposición de funciones de onda, asociadas a estados de las partículas elementales y, la de idea de un “yo”, en analogía, como la superposición de los estados de conciencia, o una región porosa traspasada por cadenas de códigos, símbolos, discursos, imágenes, etcétera? Signos y significados, modos y modalidades de la conciencia que se intenta asir con el lenguaje y hundirse hasta los fundamentos de nuestra existencia en relación con todo lo que es o puede ser, lo que no es y ha de ser, en lo que radica la originalidad. Con más acierto afirma el poeta mexicano Alí Chumacero: “la auténtica originalidad, reside en las raíces mismas del arte, es la base desde donde se proyecta el mundo de la cultura”[22].
¿Qué concepto del mundo tienen nuestros poetas? Hablan los científicos y los pensadores, pero deben hablar los poetas a quienes el Ser “se ha donado”, en la expresión heideggeriana. Dice la poeta de lenguas búlgara y castellana[23]:
“Filósofos y neuroinvestigadores insisten
en que no existe ningún yo, que quien te ama
o destruye
es el subsconsciente
colectivo. Que tu mano al lado de la mía,
la muerte violenta de seres, plantas, océanos
y cantos
es solo bioquímica galopante. Y nadie
de nada es responsable
porque nadie existe como
alguien.
Nadie, nadie…
¿Filósofos y neuroinvestigadores?
La alusión a la contraposición de las interpretaciones del mundo, dos posiciones filosóficas, el idealismo, las concepciones metafísicas, y el materialismo, en su manifestación de filosofía de la ciencia. Las teorías como el psicoanálisis, desde Freud y los arquetipos jungianos, con sus categorías análogos a los modelos por los que comprendemos la realidad. La abolición del sujeto, como centro, como cosa en sí, como unidad delimitada sin ambigüedades, todos los alcances del intelecto en el siglo XX y desde siglos atrás. Los cuestionamientos éticos a los extremos de la indiferencia con la que parecen conducirse las sociedades industrializadas, tecnologizadas frente a la vida y la dignidad humana, y sus las consecuencias, la muerte y el crimen, el deterioro y la destrucción inmensas regiones naturales, de las especies y los recursos naturales, por supuesto.
Acto de memoria como recuperación de imágenes eternas, primeras, presentes, imágenes solo en el ahora y esta época caracterizada por la digitalización de la información, por la aceleración, lo fugaz, lo inmediato, lo consumible o desechable. ¿Cómo es posible poetizar? Como siempre, a partir de la invención, la reelaboración de la experiencia y la inserción de un nuevo ser en la realidad, un cuerpo nuevo: el poema. Dice Zhivka[24]:
“Inesperadamente sale al paso
la sensación de que no se conoce nada.
La imagen, fortificada en la memoria
se contempla cuadrangular y externa.
Lo que no está a la vista se acrecienta,
te alcanza,
sembrado de innumerables humanidades
a salvo de los monumentos y las huellas
en el rasguño de una mirada ajena.
Tembloroso abismo por donde corres del sur al norte
con el río de las galaxias
en el desorden de acrónimos y emoticones”.
Sabiduría e inocencia en la más riesgosa de todas las actividades, la poesía. En la escritura de Zhivka Baltazhieva, podríamos observar la emergencia de capas y estratos de significados, una floración de sentidos desde el triángulo cuya base determinan la razón y la sensación, el intelecto y la emoción, cuyo vértice superior es la belleza, tiempo reconcentrado, espacio fértil de imágenes que se afectan unas a otras para generar el gozo de reconocernos en ellas, entidades capaces de comprender la teoría de la relatividad general y recordar que la música de Bach, podría ser el sentido de nuestra permanencia en el universo y nuestra participación de la eternidad. O la poesía, tiempo puro. Como la de Zhivka Baltadzhieva[25]:
“TOCATA Y FUGA. BACH
Dentro de 100000 millones de años,
aventado por la constante cosmológica de Einstein
(E = mc2) el Universo visible
habrá desaparecido en la luz enrojecida.
Todo estará más allá del horizonte de su mirada
y el alcance de su calor. Solo mi ser
seguirá viéndote. Sigue viéndote. Te evoca. Te abraza. Existes.
Eres la realidad. Te cantan los pájaros en el pequeño jardín.
Oigo tus pasos cruzar los amaneceres de las incontables
dimensiones. Y de pronto,
siento calor.
Desde antes del Big Bang”.
______________
Notas
1 “Un poema de Zhivka Baltadzhieva. Una cascada que no cesa”, en la página del poeta Mai Van Phan .http://maivanphan.vn/Default.aspx?sid=32&pageid=398&catid=5281&id=18522&catname=tho-tieng-bun-ga-ri&title=-mai-van-phan&fbclid=IwAR1uypBz3Xtm01HvwoKIdsBqUFdB3djVGd2_ofTagr6CdqpYnBRxYrf4mWU
2 Ídem.
3 Texto de la contraportada de la tercera edición (2019) de Fuga a lo real.
4 José Gorostiza, Notas sobre poesía, p. 10-11.
5 Baltadzhieva, Fuga a lo real, p.51.
6 Conviene leer lo referente a “La dimensión estética” escrito por Marcuse en Eros y Civilización.
7 El escritor francés diserta al respecto en El grado cero de la escritura, a partir de la pregunta “¿Es posible una escritura poética?”.
8 Carl Gustav Jung, “Poesía y Psicología”, 89-90 pp.
9 Schiller. Cartas sobre la educación estética del hombre, 112 p.
10 Ídem. p. 90.
11 Baltadzhieva, GENES, p. 4.
12 Ídem. p. 15.
13 Ídem. p. 17.
14 Baltadzhieva, Fuga a lo real, p. 85.
15 Ídem, p. 169.
16 Lawrence Ferlinghetti, “Un Coney Island del Espiritu”, Traducción de Ernesto Cardenal. En la Antología de la poesía norteamericana. p. 551.
17 Baltadzhieva, GenES, p14.
18 Óscar Oliva, Lascas, p.25.
19 Baltadzhieva, Fuga a lo real, p. 63.
20 Óscar Oliva, Escrito en Tuxtla, P. 65.
21 Jaime Labastida, Lección de poesía. p. 32
22 Alí Chumacero. “La originalidad en la literatura” en El sentido de la poesía y otros ensayos. p. 130.
23 Baltadzhieva, GenES, p. 40.
24 Baltadzhieva, Fuga a lo real, p. 43.
25 Ídem. GenES, p. 91.
FUENTES
BIBLIOGRÁFICAS
ZHIVKA BALTADZHIEVA
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SCHILLER, Friedrich. Cartas sobre la educación estética del hombre, Traducción del alemán, introducción y notas por Martín Zubiria Universidad Nacional de Cuyo, Argentina, 2016. 214 pp.
PÁGINAS WEB
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