Seamus Heaney

El primer reino

 

 

 

(Traducción al español de Pura López Colomé)

 

 

 

El primer reino

Los caminos reales eran veredas de vacas.
La reina madre, acuclillada en un banco,
tocaba las cuerdas de la leche
que caía en una cubeta de madera.
Con bastones de palo, los nobles señoreaban
desde los cuartos traseros de las reses.

Las unidades de medida se otorgaban
por carretada, carretilla o balde.
El tiempo era memoria inversa de nombres y desgracias
fuegos, cosechas perdidas, injustos asentamientos,
muertes en inundaciones, abortos y asesinatos.

Y si mi derecho a todo aquello se debía
a su aclamación, ¿acaso valía más por eso?
Siempre me hallaba entre el sí y el no.
Ellos, tan dos caras y acomodaticios
como hasta hoy, semilla, casta,
generación, genio y figura
de la piedad, la exigencia y el deterioro.

 

 

 

Atento

Desde un principio conté con suerte,
desafío y castigos suficientes,
no fuera yo a crecer confiado
y abrigando demasiadas esperanzas.

Me preguntaba un día si podría
o si acaso debería dar la espalda
a la obediencia, cuando escuché
el aullido de la zorra en celo.

Cardando las redes del deseo,
desenterrando la entraña y el relámpago,
rompiendo el hielo de las graves
estrellas ejemplares,

me clavó a ese lugar,
atento, desilusionado ya,
bajo mi vieja, clandestina
noche precopérnica.

 

 

 

El clérigo

Escuché palabras nuevas en oración a las vacas
en el establo, hallé su señal
en la vasija de barro y el alambique escondido,

aspiré el humo de su incensario
en los primeros fuegos de la mañana.
Después supe que se abría paso
por la barranca, proporcionando asiento,
hundiendo su báculo muy hondo
en el hogar de la fortaleza.

Ay, si se hubiera conformado
con sus salmodiantes y abadesas
sembrando alrededor del coto,

con su latín, su charlatanería de amor,
sus pergaminos y proyectos
en cartas enviadas por mar…

Pero no. Lo subyugó todo
]con sus órdenes y unciones.
Tenía que llegar al grano.

La historia que plantó principios
en sus muros y capiteles
me arrojó a las filas

de quienes acechan gimoteando.
O ¿habré desertado quizás?
A cada quien su merecido. Al fin y al cabo

me mostró el camino hacia un reino
de tal alcance y fidelidad
que mi vacío es desde entonces su señor.

 

 

 

El ermitaño

Rondando, a punto de desbrozar terrenos
donde la navaja de la elección
no había otorgado ni un ápice de afecto,

era como una reja de arado
enterrada para dar sostén a todo el campo
de fuerzas, desde la curva tensa

del cuello del caballo en alto
hasta el propósito firme
entre codos y muñecas;

mientras más brutales el impulso
y el jalón, más profunda y apacible
la obra refrescante.

 

 

 

El maestro

Vivía dentro de sí mismo,
como un palomar en una torre sin techo.

Para acercarme tuve que escalar
constantemente murallas desiertas
sin vacilar ni alzar la vista
en busca de un ojo vigilante
desde aquel rincón de encierro.

Deliberadamente abriría
su libro de renuncias,
página por página, y no se trataba
de algo arcano, sólo de viejas reglas
que todos debíamos observar.
Cada personaje se acomodó en el pergamino
en su peso y medida justos.
Se otorgaba a cada máxima su espacio.

Como martillos de picapedrero y cuñas castigadas
por servicio intransigente.
Como piedras de brocal que permiten descansar
en el bálsamo del manantial.

Qué ligero me sentí al descender
por los peldaños sin barandal en el muro,
escuchando el propósito y el riesgo
en un aleteo sobre la cabeza.

 

 

 

Un artista

Me fascina imaginar su cólera.
Su obstinación ante la roca, su contención
de la sustancia de las manzanas verdes.

El modo en que supo ser perro ladrando
frente a su imagen ladrando.
Y su odio por la propia actitud
ante el único trabajo que merecía la pena,
la vulgaridad de esperar si acaso
gratitud o admiración, significado
al fin de un robo de sí mismo.

Y el modo en que su fortaleza se erguía,
segura de estar haciendo lo que sabía hacer.
Su frente como una boule arrojada,
surcando el incoloro espacio
tras la manzana y la montaña.

Seamus Heaney (Castledawson, 1939 - Dublín, 2013). Es imposible disociar la poesía de Heaney, en su más hondo sentido, del ser irlandés y de ... LEER MÁS DEL AUTOR