Oscar de Lubicz Milosz. Sinfonía de noviembre

 

Presentamos dos textos claves del célebre poeta lituano en la traducción al español de Augusto D´Halmar.

 

 

 

Oscar de Lubicz Milosz

 

 

 

Sinfonía de noviembre

 

Será enteramente como en esta vida.

La misma habitación. —Sí, niña mía, la misma—.

Al amanecer, el pájaro de los tiempos en la enramada

Pálida como una muerta.

Entonces las sirvientas se levantan Y se oye el ruido helado y

hueco de los cubos

En la fuente. ¡Oh, terrible, terrible juventud!

¡Corazón vacío!

Será enteramente como en esta vida.

Habrá

Las voces pobres, las voces de invierno en los viejos arrabales,

El vidriero con su canción alterna.

La vieja pescadera encorvada, que bajo la toca sucia 10

Vocea los nombres de los pescados,

el hombre del mandil azid

Qué escupe en su mano gastada por las varas de las parihuelas

Y aúlla no se sabe qué, como el Ángel del juicio.

Será enteramente como en esta vida.

La misma mesa.

La Biblia, Goethe, la tinta y su olor de tiempo,

El papel, mujer blanca que lee en el pensamiento.

La pluma, el retrato. ¡Niña mía, niña mía!

¡Será enteramente como en esta vida!

El mismo jardín,

Profundo, profundo, enmarañado, oscuro.

Y hacia el mediodía.

Las gentes se alegrarán de estar reunidas allí,

Gentes que no se han conocido nunca y que no saben

Las unas de las otras más que esto: que será preciso vestirse

Como para una fiesta e ir en la noche de los desaparecidos,

completamente solo, sin amor y sin lámpara.

Será enteramente como en esta vida.

La misma alameda

Y en el mediodía de otoño, a la vuelta de la alameda.

Allí donde el hermoso camino desciende temerosamente,

como la mujer

Que va a recoger las flores de la convalecencia—escucha,

niña mía—

Nos encontramos, como antaño, aquí;

Y has olvidado, tú, el color de entonces de tu vestido;

Pero yo, yo no he conocido más que pocos instantes felices.

Estarás vestida de violeta pálido, ¡hermoso pesar!

Y las flores de tu sombrero serán tristes y pequeñas .

Y no sabré su nombre; porque no conocí en la vida

Más que el nombre de una única flor pequeña y triste, el nome-olvides,

Viejo habitador soñoliento de los barrancos del país del

escondite, flor Huérfana.

¡Sí, sí, corazón profundo, como en esta vida!

Y el sendero obscuro estará allí, enteramente húmedo con

un eco de cascadas.

Y te hablaré De la ciudad sobre el agua y del Rabí de

Bacharach

Y de las noches de Florencia.

Habrá también

El muro ruinoso y bajo donde dormitaba el olor De las

viejas, viejas lluvias y una hierba leprosa.

Fría y jugosa/grasienta, sacudirá allí sus flores huecas

En el arroyo mudo.

 

 

 

 

Sinfonía de septiembre

 

Sé bienvenida, tú que vienes a mi encuentro

En el eco de mis propios pasos,

desde el fondo del corredor obscuro y frío del tiempo.

Sé bienvenida, soledad, madre mía.

Cuando la alegría caminaba en mi sombra,

cuando los pájaros

De la risa chocaban contra los espejos de la noche,

cuando las flores.

Cuando las terribles flores de la joven piedad apagaban mi

amor

Y cuando la envidia bajaba, la cabeza y se miraba en el vino,

Pensaba en ti, soledad, pensaba en ti, abandonada.

Me nutriste de humilde pan negro

y de leche y de miel campestre;

Era dulce comer en tu mano, como el gorrión,

Pues nunca tuve, oh Nodriza, ni padre ni madre

Y la locura y la frialdad erraban sin rumbo en la casa. »

Algunas veces te me aparecías bajo los rasgos de una mujer

En la bella claridad mentirosa del sueño.

Tu vestido tenía el color de la siembra

y en mi corazón perdido,

Mudo, hostil y frío como el guijarro del camino,

Una bella ternura se despierta hoy todavía

A la vista de una mujer vestida de ese pobre hábito pardo.

Triste y que perdona: la primera golondrina

Vuela, vuela sobre los sembrados,

en el sol claro de la infancia

Sabía que no amabas el lugar donde estabas

Y que, tan lejos de mí, ya no eras mi bella soledad.

La roca vestida de tiempo, la isla loca en medio del mar

Son tiernas moradas, y sé de muchas tumbas

cuya puerta es de herrumbre y de flores.

Pero tu casa no puede estar allá donde el cielo y el mar

Duermen sobre las violetas de la lejanía, como los amantes.

No, tu verdadera casa no está detrás de las colinas.

Así has pensado en mi corazón,

porque fue en él donde naciste.

Fue en él donde escribiste tu nombre de niña sobre los muros.

Y, como una mujer que vio morir al esposo terrestre.

Vuelves con un gusto de sal y de viento en tus mejillas blancas

Y ese viejo, viejo olor de escarcha de Navidad en tus cabellos.

Como desde un carbón balanceado alrededor de un féretro,

sí de mi corazón, donde crepita ese ritmo misterioso,

Siento subir el olor de los mediodías de la infancia.

No he olvidado

El hermoso jardín cómplice donde me llamaba Eco, tu

segundo hijo, soledad.

Y reconocería el lugar donde yo dormía en otro tiempo, a tus pies.

¿No es verdad que la seda irisada del viento corre allí todavía

Sobre la hierba triste y bella de las ruinas y que del

moscardón aterciopelado

El sonido de miel ya no se prolongaría en los hermosos calores?

Y si del sauce trémulo y orgulloso separases

La cabellera de huérfano, ¡el rostro del agua Se me

aparecería tan claro, tan puro!

¡Tan puro, tan claro Como la Lejanía vuelta a veren el hermoso sueño de la. mañana!

Y el invernadero, incrustado del arco iris del viejo tiempo.

Aún abriga, sin duda, al cactus enano

y la débil higuera Venidos antaño,

¿de qué país de felicidad?

¡Y del heliotropo moribundo

El olor delira todavía en las fiebres de la tarde!

¡Oh país de la infancia! ¡Oh señorío umbroso de los antepasados!

Hermoso tilo soñoliento, amado de las graves abejas,

¿Eres dichoso como entonces?

Y tú, carillón de las flores de oro,

¿Encantas la sombra de las colinas para los esponsales

De la Blanca Durmiente en el libro enmohecido,

Tan dulce de hojear cuando el rayo de luz del ocaso

Desciende sobre el polvo del granero

y alrededor de nosotros el silencio

De los parados tornos de la araña hiladora?

¡Corazón! ¡Triste corazón!, el pastor vestido de buriel

Sopla en el largo cuerno de corteza.

En el vergel El dulce picoverde clava el féretro de su amor

Y la rana reza en los cañaverales mudos.

¡Oh triste corazón!

Tierno escaramujo enfermo al pie de la colina,

¿te volveré a ver Algún día? ¿y sabes que la flor donde reía el

rocío Era el corazón tan cargado de lágrimas de mi infancia?

¡Oh amigo. Otras espinas que la tuyas me hirieron!

¡Y tú, tranquila fuente de mirada tan serena y tan hermosa

Donde se refugiaba, durante los grandes calores,

Todo lo que quedaba de sombra y de silencio en la tierra!

Un agua menos pura corre hoy por mi rostro.

Pero al anochecer,

desde mi cama de niño que huele las flores,

La luna locamente adornada de fines de estío.

Ella mira a través de la viña amarga,

y en la perfumada noche

La jauría de la Melancolía ladra en sueños!

Después el otoño venía con sus ruidos de ejes de ruedas, de

hachas y de pozos.

Como la huida de la liebre de vientre blanco sobre la primera nieve,

el día rápido, mudo de asombro,

golpeaba nuestros tristes corazones.

Todo eso, todo eso

Cuando el amor que ya no existe no había aún nacido.