Elena Anníbali

En el pavimento

 

 

 

Palabras de este mundo
Nueva poesía argentina
Selección y edición: Marisa Martínez Pérsico

 

 

 

en el pavimento

 

en el pavimento queda

por la tarde

la sangre seca

de las perras en celo

 

algunos

las agarran del cuello y las hacen morir:

no soportan la libido gloriosa

que alborota los machos

los mechones de pelo en las puertas de alambre

el olor rijoso del orín

en los carteles de las tiendas

 

las perras son dóciles al entrar

en las bolsas de nylon

obedecen y se pliegan al tamaño

enarcan los huesos

se acomodan a la muerte

al silencio

 

conozco esa mansedumbre de haberla ejercido

 

basta tocar la marca roja en el cuello

para evocar soga y dueño

pero yo mordí la mano

y ahora tengo esta libertad

grande

en que me asfixio

 

 

 

 

I

 

señor, vos le diste a mi hermano un ford falcon rojo

para llegar a la casa de la niebla

 

y después qué

 

le dijiste?

le explicaste que el camino estaba cortado?

¿que el motor estaba roto?

¿que todo estaba roto?

¿que no había vuelta?

 

¿qué hiciste, cómo

para convencerlo?

 

para que te diera la mano

se sentara en la sillita de mentira

dejara que la oscura hostia de tu nombre

le llegara a la boca

 

¿o le metiste una piedra?

o una moneda, un gancho,

un papelito

 

de dónde lo enmudeciste, lo hiciste

olvidar

olvidarnos

 

qué señas le habrás hecho para que en vez de volver a casa

apagara el motor del falcon

se escurriera de la sedosa perfección del cuero

de la música en la radio

del ronroneo cachondo del auto

y se bajara con vos

para ir adónde

 

¿a cazar pajaritos?

¿a ver el dorado pasto extinguirse tras el fuego del invierno?

¿a romper el cristal del agua para que beban las crías?

 

o era verano, quizá, por entonces

y le diste el agua peligrosa de tu cielo

 

entradora, el agüita, sí

clarita, el agua, bueno

pero detrás de eso vos sabés que un agua así da más sed

uno se entierra más en el pozo

y más

hasta echarse tierra en el lomo

 

y ni el ángel constante y poderoso de los molinos de viento

puede salvarte

no

 

¿sabías que mi hermano iba a decir sí?

cuando viste el polvito que levantaba el falcon rojo en el camino

no pensaste dejarlo ir?

 

aunque sea, señor, porque él era toda belleza,

a esa edad,

toda alegría

toda

razón de ser

 

 

 

 

S/T

 

No he enloquecido.

No he disparado contra otros, ni contra mí.

No he arrancado las modestas flores del patio.

No envenené agua ni platos de comida.

No he dejado palabras impuras en mí, todas las he lanzado al viento.

No he diseminado horribles verdades.

Neferet, no he corrido contra el viento. Ni a favor de él. No he corrido, porque correr

es un énfasis del cuerpo.

He respetado el Verbo.

No he necesitado develar el verdadero rostro de las gentes.

No he cosechado fruta verde.

He compartido las cargas de los que estaban cerca.

No tapé los espejos durante las tormentas ni en la muerte de los que amé.

No he perturbado las estaciones con perfumes atmosféricos.

No corté mi pelo ni mis uñas sino fue por higiene, nunca por vanidad.

No he alargado la agonía de Argos, mi perro.

No he deseado que regrese la juventud a mi cuerpo.

No he planeado que regresaras. Estamos repartidos en dimensiones floridas

y distantes.

No hablé lenguas.

No insistí en que estuvieras.

No he abierto puertas ajenas. Sí abrí, Neferet, puertas al vacío.

No mentí aunque conviniera.

No he criado serpientes en mi corazón.

No he olvidado aquella tarde.

 

 

 

 

S/T

 

Es la siesta. Tengo, sobre mi corazón,

el libro de Ishiguro Never let me go.

En la penumbra de la pieza, flota la mariposa gris que de noche

roe la ropa y hace el mismo ruido que los muertos hacen

cuando escarban los muros.

La veo golpearse contra el vidrio; su cuerpo es un solo ojo

hacia donde ella cree está la salvación. Y entonces digo

Señor, no me des la esperanza, la fe.

Señor, no permitas que me queme en la luz aparente

de los faroles a gas. He aprendido a caminar en la sombra,

a encontrar mi ropa, allí, el vaso de agua. He aprendido

a no tropezar con los muebles.

No me hagas pensar ahora, Señor, en el fuego.

 

 

 

 

 

Algunas palabras de este mundo

Quiere esta antología, junto con difundir las voces de treinta poetas argentinos nacidos entre 1970 y principios del siglo XXI, ser, con su eco preliminar de Árbol de Diana (1962), un homenaje a Alejandra, de cuya muerte se cumple medio siglo.

Celebrar, desde el guiño de su título, esos pequeños artefactos poéticos perfectos, esas piezas muchas veces brevísimas que dan cuenta de una subjetividad quebrada, de una orfandad metafísica, con unas dislocaciones pronominales que potencian el característico tono de tipo liminar pizarnikeano, siempre al borde, en el umbral o límite entre posibilidad e imposibilidad del decir. Poesía que es desamparo y morada. Claridad y oscuridad a la vez.

Las páginas que siguen son un intento de visibilizar y divulgar un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas nacionales: hay derivas de la poesía conversacional, propuestas en clave realista, programas de carácter hermético, de indagación ontológica o continuadores de la tradición de la ruptura, estéticas herederas del neobarroco/neobarroso y de la poesía experimental, del riesgo, que se institucionalizaron en países como Argentina o México, especialmente durante la década del ’90. Poemas en prosa y otros que buscan el diálogo intergenérico o transmedial (lírica, narrativa, teatro). Poemas que no exceden una página (¿una pantalla?) y poemas largos memorables.

Esta muestra responde, además, a una vocación federal y extraterritorial. Incluye autores que nacieron y viven en distintas provincias argentinas –desde Salta hasta Tierra del Fuego– y otros radicados en el extranjero (Holanda, Francia, España), que encarnan una argentinidad poética ‘extraterritorial’ (George Steiner), ‘glocal’ (Vicente Luis Mora) y ‘posnacional’ (Bernat Castany).

 

Marisa Martínez Pérsico
Roma, octubre de 2021

Elena Anníbali Nació en Oncativo, provincia de Córdoba, en 1978. Es una escritora, docente y tallerista de Argentina. En poesía ha publicado Las mad ... LEER MÁS DEL AUTOR