James Kimbrell

El amor tenía mil formas

 

 

(Traducidos al español por Juan Carlos Galeano)

 

 

 

MEDITACIONES SOBRE UN TAZÓN HECHO DEL ÁRBOL DE NUECES
QUE
TUMBÓ EL HURACÁN EL AÑO PASADO

 

1.

Sobrio, a mi padre le gustaba leer

debajo del árbol de nueces antes de convertirse

en tazón. Un día subí

la escalera con una bolsa de semillas

 

al comedero de los pájaros colgado

de su rama más baja. Mi padre

levantó la mirada de su libro y dijo,

“Estás a punto de romperte el culo”.

 

2.

Las nueces (llenas de gusanos)

no eran comestibles, pero la madera

son estos remolinos de chocolate, heridas de las tormentas

y sueños de aves que convertí

 

con el torno, la cuchilla y el cincel,

en esta vasija fabulosa, radiante

y de cabrilleos oscuros, llena de

estampillas, tornillos, pinzas y monedas.

 

3.

Es difícil impresionar a un fantasma. Una vez le

hice a mi padre un cenicero de arcilla.

Era imposible limpiarlo y

se deshizo por el lavamanos

 

en grumitos manchados de ceniza. Si mi padre

viviera, para ver este tazón, creo que se lo daría

a su grupo de AA para que pudiera rebosarlo

con dólares, buenos para tazas de café.

 

4.

Y entonces el dinero podría, de hecho, crecer

en un árbol, aun cuando el árbol no estuviera.

Sus raíces se levantan

sobre los helechos alrededor del tocón

 

que muestra los sesenta años de ensanchamiento

para convertir una sola nuez

en tanto verdor, para echar

sombra y reunir todos los climas.

 

5.

Tazón, tú no eres mi padre. Si

fueras una puerta al otro mundo, mi padre se habría ido en

autostop hasta los canódromos

con todo tu dinero. Incluso, con estos

 

remolinos y en los tallados de tu madera,

pudieras ser un gran bagre nadando

hacia la luz, con un bicho

moviéndose en su cielo de agua.

 

6.

Un tazón digno de ensalada griega,

en la mesa con truenos de un Zeus hambriento

cuyo hermano gobierna la segunda

vida donde alguna parte del árbol

 

todavía crece, aunque al revés,

echando sus nueces agradecido,

su germinación, en un reino sin viento,

cosecha de sombras gloriosas.

 

 

 

 

PAREIDOLIA

 

Como el cerebro necesita un mundo humano, veo caras enormes

en las formas de las hojas verdes de los árboles en hilera.

Una cara vigila como un dios menor en el panteón

sin Zeus de mi patio. Otra mira a la distancia llena de moretones

El Periodo Azul de Picasso. Poderoso roble. Palosanto. Cerezo.

Nogal negro. Qué rápido se llenan

de sus personas, los árboles con ojos laterales y bigotes.

Incluso cuando de niño, pateando la cobija, mirando por

la ventana al mirto meciéndose cerca del poste de luz,

con su cara fantasmagórica, cara de Scrooge

con barba puntiaguda y un monóculo, nunca me pregunté

¿por qué caras? Ni una vez me lo imaginé, ¿por qué no un enorme

saxofón? ¿Un banjo? ¿Un Ford Modelo-T? ¿Por qué no un árbol,

solo un árbol? Un árbol debe ser más que suficiente.

 

 

 

 

EL AMOR TENÍA MIL FORMAS

 

…era la frase favorita de mi madre en todas las obras de Woolf.

No es que esperara que ella fuera infeliz, pero cuando

entré al hogar de ancianos ella reía,

tomaba café, tenía libros sobre la cama, apilados en el

estante de sus medicinas. La cosa misma antes de

 convertirse en algo, lo que Lily Briscoe quería,

una buena sacudida de nervios. Mi intuición de que las cosas

no iban bien: el patio de conchas de ostras,

quería lucirse bonito, el musgo español mal puesto,

las nubes como colgadas de cuerdas. Date cuenta

y comienza de nuevo… Me preocupaba que los tubos de oxígeno

se enredaran y tumbaran los libros al piso.

Quería abrazarla. Quedarme dormido. Cuando sopló una tormenta

pensé que el edificio iba a derrumbarse. Ella escuchaba Madame Butterfly.

El papel de aluminio en las ventanas mantenía la habitación fresca.

 

 

 

 

XII

 

Mi madre me acompañaba a todas partes:

aunque muerta, ella se ponía junto a mí,

mientras cortaba el arbolito de té, manchando

el patio de verde. Me miraba desde arriba

cuando le dije a mi esposa que no aguantaba más,

adelante, lárgate. Traje unas cajas. Cuando

convertí mi casa en una cueva de borrachos

mi madre también bebía, pero desilusionada de mí.

Revisaba y revisaba los estantes, convencida

de que alguien se había llevado un libro.

Llamó a la policía. Les pasó

dinero cuando me quitaron la licencia de conducir.

“¿Estás conmigo, o contra mí?”, le grité

¿Pero cómo podría responderme? Caminé

por la calle bajo los postes de electricidad

y los tres cuervos gordos, y cuando llegué

al final, al agua estancada en la zanja

y las copas de los rines y la lata de cerveza, mi vaso

nunca se llenó, ni mi madre

pudo llenarlo. ¿Qué más podía esperar? Me eché

junto al poste en la grava,

la basura, la maleza y animales muertos en la calle

hasta que los gallinazos dieron vueltas sobre mí

como aves pintadas sobre la cuna de un bebé.

 

 

 

 

XV

 

El sonido tiene una forma: alguien que pasa

en una camioneta azul. Y la forma de la luz

en la carretera volviéndose polvo ya sin camioneta.

Forma de que la luz no es real, que las ramas

 

y postes de las cercas tampoco. Toda esta colina es la forma

de los años. Hay la forma del sueño en la que ella está conmigo

empacando para su tumba: estampillas de Rusia y Marruecos.

Un enredado collar barato de perlas. Una bufanda de seda. Un teléfono.

 

Y la forma de esta frase queriendo decir que aquí abajo

todo está bien (qué especial esa luz cuando

las nubes se van) en caso de que ella me escuche.

Hay la forma del amor, más grande que la forma de

 

la pérdida y de las flores que le traigo cuando visito su tumba,

y de los floreros vacíos que guardo con otros en el patio

detrás de la cabaña: forma de un museo.

Basurero de una floristería. Campo de un alfarero. Y hay la forma

 

del cielo color musgo, que es la forma del escuchar.

Ella está escuchando… la forma de un anhelo, cuando todo

pensamiento es solo anhelar y todos los anhelos revelados  –Madre–

(qué elegante la enredadera… el sonido del arroyo dulce y cercano).

James Kimbrell (Jackson, Mississippi, 1967). Es uno de los autores sobresalientes de la nueva generación de poetas norteamericanos. Los poemas de sus libr ... LEER MÁS DEL AUTOR