El amor tenía mil formas
(Traducidos al español por Juan Carlos Galeano)
MEDITACIONES SOBRE UN TAZÓN HECHO DEL ÁRBOL DE NUECES
QUE TUMBÓ EL HURACÁN EL AÑO PASADO
1.
Sobrio, a mi padre le gustaba leer
debajo del árbol de nueces antes de convertirse
en tazón. Un día subí
la escalera con una bolsa de semillas
al comedero de los pájaros colgado
de su rama más baja. Mi padre
levantó la mirada de su libro y dijo,
“Estás a punto de romperte el culo”.
2.
Las nueces (llenas de gusanos)
no eran comestibles, pero la madera
son estos remolinos de chocolate, heridas de las tormentas
y sueños de aves que convertí
con el torno, la cuchilla y el cincel,
en esta vasija fabulosa, radiante
y de cabrilleos oscuros, llena de
estampillas, tornillos, pinzas y monedas.
3.
Es difícil impresionar a un fantasma. Una vez le
hice a mi padre un cenicero de arcilla.
Era imposible limpiarlo y
se deshizo por el lavamanos
en grumitos manchados de ceniza. Si mi padre
viviera, para ver este tazón, creo que se lo daría
a su grupo de AA para que pudiera rebosarlo
con dólares, buenos para tazas de café.
4.
Y entonces el dinero podría, de hecho, crecer
en un árbol, aun cuando el árbol no estuviera.
Sus raíces se levantan
sobre los helechos alrededor del tocón
que muestra los sesenta años de ensanchamiento
para convertir una sola nuez
en tanto verdor, para echar
sombra y reunir todos los climas.
5.
Tazón, tú no eres mi padre. Si
fueras una puerta al otro mundo, mi padre se habría ido en
autostop hasta los canódromos
con todo tu dinero. Incluso, con estos
remolinos y en los tallados de tu madera,
pudieras ser un gran bagre nadando
hacia la luz, con un bicho
moviéndose en su cielo de agua.
6.
Un tazón digno de ensalada griega,
en la mesa con truenos de un Zeus hambriento
cuyo hermano gobierna la segunda
vida donde alguna parte del árbol
todavía crece, aunque al revés,
echando sus nueces agradecido,
su germinación, en un reino sin viento,
cosecha de sombras gloriosas.
PAREIDOLIA
Como el cerebro necesita un mundo humano, veo caras enormes
en las formas de las hojas verdes de los árboles en hilera.
Una cara vigila como un dios menor en el panteón
sin Zeus de mi patio. Otra mira a la distancia llena de moretones
El Periodo Azul de Picasso. Poderoso roble. Palosanto. Cerezo.
Nogal negro. Qué rápido se llenan
de sus personas, los árboles con ojos laterales y bigotes.
Incluso cuando de niño, pateando la cobija, mirando por
la ventana al mirto meciéndose cerca del poste de luz,
con su cara fantasmagórica, cara de Scrooge
con barba puntiaguda y un monóculo, nunca me pregunté
¿por qué caras? Ni una vez me lo imaginé, ¿por qué no un enorme
saxofón? ¿Un banjo? ¿Un Ford Modelo-T? ¿Por qué no un árbol,
solo un árbol? Un árbol debe ser más que suficiente.
EL AMOR TENÍA MIL FORMAS
…era la frase favorita de mi madre en todas las obras de Woolf.
No es que esperara que ella fuera infeliz, pero cuando
entré al hogar de ancianos ella reía,
tomaba café, tenía libros sobre la cama, apilados en el
estante de sus medicinas. La cosa misma antes de
convertirse en algo, lo que Lily Briscoe quería,
una buena sacudida de nervios. Mi intuición de que las cosas
no iban bien: el patio de conchas de ostras,
quería lucirse bonito, el musgo español mal puesto,
las nubes como colgadas de cuerdas. Date cuenta
y comienza de nuevo… Me preocupaba que los tubos de oxígeno
se enredaran y tumbaran los libros al piso.
Quería abrazarla. Quedarme dormido. Cuando sopló una tormenta
pensé que el edificio iba a derrumbarse. Ella escuchaba Madame Butterfly.
El papel de aluminio en las ventanas mantenía la habitación fresca.
XII
Mi madre me acompañaba a todas partes:
aunque muerta, ella se ponía junto a mí,
mientras cortaba el arbolito de té, manchando
el patio de verde. Me miraba desde arriba
cuando le dije a mi esposa que no aguantaba más,
adelante, lárgate. Traje unas cajas. Cuando
convertí mi casa en una cueva de borrachos
mi madre también bebía, pero desilusionada de mí.
Revisaba y revisaba los estantes, convencida
de que alguien se había llevado un libro.
Llamó a la policía. Les pasó
dinero cuando me quitaron la licencia de conducir.
“¿Estás conmigo, o contra mí?”, le grité
¿Pero cómo podría responderme? Caminé
por la calle bajo los postes de electricidad
y los tres cuervos gordos, y cuando llegué
al final, al agua estancada en la zanja
y las copas de los rines y la lata de cerveza, mi vaso
nunca se llenó, ni mi madre
pudo llenarlo. ¿Qué más podía esperar? Me eché
junto al poste en la grava,
la basura, la maleza y animales muertos en la calle
hasta que los gallinazos dieron vueltas sobre mí
como aves pintadas sobre la cuna de un bebé.
XV
El sonido tiene una forma: alguien que pasa
en una camioneta azul. Y la forma de la luz
en la carretera volviéndose polvo ya sin camioneta.
Forma de que la luz no es real, que las ramas
y postes de las cercas tampoco. Toda esta colina es la forma
de los años. Hay la forma del sueño en la que ella está conmigo
empacando para su tumba: estampillas de Rusia y Marruecos.
Un enredado collar barato de perlas. Una bufanda de seda. Un teléfono.
Y la forma de esta frase queriendo decir que aquí abajo
todo está bien (qué especial esa luz cuando
las nubes se van) en caso de que ella me escuche.
Hay la forma del amor, más grande que la forma de
la pérdida y de las flores que le traigo cuando visito su tumba,
y de los floreros vacíos que guardo con otros en el patio
detrás de la cabaña: forma de un museo.
Basurero de una floristería. Campo de un alfarero. Y hay la forma
del cielo color musgo, que es la forma del escuchar.
Ella está escuchando… la forma de un anhelo, cuando todo
pensamiento es solo anhelar y todos los anhelos revelados –Madre–
(qué elegante la enredadera… el sonido del arroyo dulce y cercano).