Louise Glück

Meadowlands

 

 

 

(Traducción al español de Andrés Catalán)

 

 

 

 

Ítaca

 

El amado no

necesita estar vivo. El amado

vive en la cabeza. El telar

es para los pretendientes, encordado

como un arpa con el hilo blanco de un sudario.

 

Él era dos personas.

Era el cuerpo y la voz, el magnetismo

natural de un hombre vivo, y después

el sueño o la imagen que despliega

y moldea la mujer que trabaja el telar,

sentada allí, en un salón lleno

de hombres sin imaginación.

 

Igual que te compadeces

del engañado mar que intentó

llevárselo para siempre

y solamente se llevó al primero,

al verdadero marido, debes

compadecerte de estos hombres: no saben

qué es lo que están mirando;

no saben que cuando uno ama de esta forma

un sudario es un traje de novia.

 

 

 

 

Parábola de la bestia

 

El gato ronda por la cocina

con un pájaro muerto,

su nueva posesión.

 

Alguien debería hablarle

de ética al gato mientras este

husmea el lacio pajarillo:

 

en esta casa

no ejercemos

la voluntad de este modo.

 

Cuéntale eso al animal,

con sus dientes ya

clavados en la carne de otro animal.

 

 

 

 

Parábola del vuelo

 

Una bandada de pájaros abandona la ladera de la montaña.

Negros en la tarde primaveral, dorados a principios de verano,

se elevan sobre la lisa superficie de la laguna.

 

¿Por qué el joven se inquieta de repente,

por qué decae la atención en su pareja?

Su corazón ya no está del todo dividido; intenta pensar

en cómo decir esto con cierta compasión.

 

Ahora oímos las voces de los demás al cruzar la biblioteca

hacia la veranda, la galería de verano; los vemos

sentarse como siempre en las diversas hamacas y sillas,

las blancas sillas de madera de la vieja casa, mientras recolocan

los cojines de rayas.

 

¿Importa acaso a dónde van los pájaros? ¿Importa acaso

de qué especie son?

Se marchan de aquí, de eso se trata,

primero sus cuerpos, luego sus tristes gritos.

Y, desde ese momento, dejan de existir para nosotros.

 

Debes empezar a pensar en nuestra pasión de esa manera.

Cada beso fue real, después

cada beso abandonó la faz de la tierra.

 

 

 

 

Bañador morado

 

Me gusta verte trabajar en el jardín

mientras me das la espalda con tu bañador morado:

tu espalda es mi parte favorita de tu cuerpo,

la parte que está más alejada de tu boca.

 

Harías bien en pensar un poco en esa boca.

También en tu forma de quitar las malas hierbas,

rompiendo los tallos a nivel del suelo

cuando deberías arrancarlas de raíz.

 

¿Cuántas veces tengo que explicarte

cómo se esparce la hierba, a pesar

de tu montoncito, en una masa oscura que

al alisar la superficie has acabado

por ocultar del todo? Cuando te veo

 

con la mirada perdida en las ordenadas

hileras de la huerta, aplicándote

aparentemente a fondo cuando en realidad

haces el peor trabajo posible, pienso

 

que eres una irritante cosita morada

y que me gustaría que te esfumaras de la faz de la tierra

porque eres todo lo equivocado de mi vida

y te necesito y te merezco.

 

 

 

 

El deseo

 

¿Recuerdas aquella vez que pediste un deseo?

 

Pido un montón de deseos.

 

La vez que te mentí

sobre la mariposa. Siempre me he preguntado

qué deseo pediste.

 

¿Qué deseo piensas que pedí?

 

No lo sé. Que yo regresara, que

de alguna manera al final acabáramos juntos.

 

Pedí lo que pido siempre.

Pedí otro poema.

 

 

 

 

 

-Louise Glück
Meadowlands
Traducción de Andrés Catalán
Colección Visor de Poesía
España, 2022

 

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