David Constantine

“Estás distante, ahora te marchas”

 

 

 

(Traducción al español de Allain Pallais)

 

 

 

 

Espejo, ventana

 

Antes del amanecer la ventana es un espejo oscuro

en donde nada se observa salvo mi reflejo

mirando al interior. Uno frente al otro. Él sabe

tan bien como yo lo que ocupa mi mente

y envuelve mi corazón. No es que sea despiadado

sino que no puede ayudarme. Yo podría, a él.

Tan solo con mirar hacia otro lado lo liberaría

de esa postura que observa desde afuera.

Pero no lo hago y lo observo, él observa. Es obvio

que ninguno es bueno para el otro.

Espero que se desvanezca cuando el gallo cante

como siempre lo ha hecho y que afuera exista un mundo

tierra, mar y aire y hermanas criaturas

y me haré invisible ante mis ojos

frente a una ventana mirando agradecido hacia el exterior.

 

 

 

 

 

“Le dijeron que uno de los peces dorados no sobreviviría esa noche…”

 

Le dijeron que uno de los peces dorados no sobreviviría esa noche

escondió sus ojos con ferocidad bajo el ceño fruncido

salió volado de la casa y en su bici dio

vueltas y vueltas, vueltas y vueltas

 

Pero fue en vano y volvió en las mismas circunstancias

iba hacia su dormitorio por los chocolates escondidos en secreto

pero su madre lo detuvo, se introdujo en aquel ceño fruncido

hasta que él mostrara sus ojos y eso fue todo.

 

Tanto dolor en un niño que aún no cumple los cinco años

ellos ya entienden mucho y sospechan el resto

ya están más allá del consuelo

observan, ya han presenciado y confirmado

 

que todos los seres vivos tenemos algo en común:

morimos. Criaturas tan complejas y variadas

como el gusano, una golondrina, el gato, un escorpión de agua

el recién nacido y los adultos, todos ellos, todos nosotros

 

morimos. Entonces, cuando el hijo se volvió pozo entre sus brazos

y las aguas del dolor que corren bajo tierra se abrieron paso

por un pez dorado, ella se lamentó sin consuelo

pues el duelo de su hijo tenía sentido, era justo y sincero.

 

 

 

 

 

“Estás distante, ahora te marchas”

 

Estás distante, ahora te marchas

habrás creído estar aquí, entre trenes

donde nos encontramos en un momento expectante

y lo último que deseas es que pongamos nuestras miradas en ti.

 

No habremos dicho nada, no habremos hecho

nada en todo ese tiempo no habría

ningún obsequio que nos contentara

habrías volteado la mirada y solo detrás del cristal

al tomar asiento entre extraños que también parten

y ya no haya nada que detenga tu partida

quizás sonrías y solo entonces

le concederás a tu rostro el mínimo consuelo de llorar.

 

 

 

 

 

“En Espera”

 

Hemos reunido

las cosas que necesitarás de inmediato

y las pusimos sobre una mesa

junto a la cama donde nacerás.

A tu nombre hay tres gavetas

con ropa para los primeros meses.

 

Voy de una habitación a otra. La casa

está en espera. Nuestras manos están listas.

Aún sin conocerte

ya te amamos; agradecidos

por cómo nos has aumentado; contentos

de sentir este amor fresco para compartirlo.

 

 

 

 

 

Lázaro a Cristo

 

Se te olvida que en verdad estuve muerto

no estaba en coma ni dormido y no podría haber anhelado

más la resurrección de lo que somos antes

de poder desear el nacimiento. Ya me había hundido

 

por cuatro días cuando a rastras me sacaste de nuevo al aire.

Ahora vienen a verme partir el pan

y beber el vino, incluso suplican con discreción

y rostros de idiota que diga algo, y, amado,

 

incluso tú, que lloraste por mí y de quien se dice

que lo sabe todo, hasta lo que murmuro en pesadillas

te imagino acostado pero despierto para escuchar.

También tú sientes curiosidad, también tú me haces temer

 

de este mi corazón gélido. Sin importar la manera

que lave mi carne no puedo deshacerme del contagio.

 

 

 

 

 

Cristo a Lázaro

 

Cuando llegamos al sitio vacilaron, entonces supe muy bien

que ya me abandonaban. No hubo uno

entre tus dolientes que tuviera el coraje para continuar

y cuando movieron la roca y percibimos el olor

 

de la Muerte en su guarida, se escurrieron como nubes

y me dejaron reluciendo sobre la tumba abierta

llorando por ti y jadeando hasta que la Muerte cedió

y estabas molesto en tu sudario moteado.

 

Ocultaron sus ojos, me suplicaron que allá te dejara,

pero me mantuve firme, amigo mío. Pues pronto

un padre amoroso y más feroz que cualquier luna

hará lo mismo por mí, en el tercer día.

 

Te saqué porque deseaba hacerlo.

Jamás lloré por nadie más que por ti.

 

 

 

 

 

Lilith

 

Cuando llueve es cuando más pienso en ella.

Luz nívea: al despertarme muy temprano

no observo nada viviente en el jardín

solo aves abultadas. Anoche mi hijo,

al telescopio, me llamó hacia su gélida habitación.

Hilos de luz desde sus ojos, pequeños dardos,

habían atravesado la distancia fría

e impactaron en una luna.

Estaba doblado sobre la imagen, haciendo comentarios,

pero yo contemplaba aquel jardín blanquecino

hasta la cerca y el álamo lombardo

y no podía ver nada que estuviera vivo.

 

 

 

 

 

Adán le confiesa a Eva una infidelidad

 

Soñé que te arrebataban de mi costado izquierdo

y desperté abrazado al dolor. Allí en nuestra habitación

iluminada por una farola apareció

como algo extraído de la tierra. Tan blanca como un foco;

 

su espacio sombrío tan oscuro como el musgo húmedo

o una viuda negra. Créeme

sometió a mis manos elevadas, tomó

la jaula de mi corazón entre sus rodillas,

 

ávidas de mandrágora, y ya satisfecha,

atiborró su boca inferior tanto que enraizó en

mi evasiva lengua, la que temí se tragara.

Unidos, cortinados bajo su cabello

 

sólo al levantarse después de haber bebido

y yo haber rodado y corcoveado tal sujetado por riendas

logré ver su rostro de luna sesgada,

de ojos manchados y cavernosos, labios amoratados.

 

Gritó como foca. Cuando se inclinó y puso

su frente sobre la mía como rezan los salvajes

confinó mi cabeza entre sus antebrazos

luego, confieso, al sentir sus gélidas lágrimas

 

las lamí de sus mejillas y la dejé reposar.

Mi semilla se escurrió de ella, fría. Desde la calle

se escucha silbar a la lluvia con farolas ya extinguidas.

Tú, cuando desperté, yacías acurrucada sobre mi brazo izquierdo.

 

 

 

 

 

‘Decimos que los muertos se marchan’

 

Decimos que los muertos se marchan, sin saber decir hacia dónde

imposible es imaginar que se hallan en ninguna parte,

que el tiempo se detuvo por completo.

Sin embargo, la ausencia está aquí y ahora,

vamos frotándonos los hombros con esos vacíos

que han dejado, haciendo lo mejor que podemos

menos bien con medios escasos y una mayor necesidad

en un mundo desmejorado, con tal de llenarlos. Esta semana

todos podemos ver esa deuda, el tiempo que se acaba

todos tenemos la bondad del fallecido en la mirada

los que la requieren, nadie pretenderá

reunirse con algún amigo esta semana

pues hemos recibido una noticia desagradable. Y cuan vivo

el mundo continúa siendo con las cosas que el fallecido adoró

la semana pasada, los jilgueros, digamos,

un encanto, y qué despojados lucen, no tan sorprendidos,

anhelan su porción y nos observan

afligidos, como suplentes.

 

David Constantine Nació el 4 de marzo de 1944, en Salford, Lancashire, Gran Bretaña. Contanstine es un poeta, escritor, traductor y crítico literario. Comp ... LEER MÁS DEL AUTOR