La semilla de los astros
VERDOR QUE SALTA
Inminencia, celeste inminencia
de días que son pájaros,
de pájaros que son venas.
Frescas corolas que se imantan
más allá de mi abismo.
Un ritmo aparte que mitiga
la ausencia en que me hallo.
Algo como un dolor que acorta la distancia
del cielo.
Tendré un nuevo ser.
Un ritmo cenital que me hace libre
de todos los augurios de la tierra.
Verdor incontenible.
Verdor que salta
hasta alcanzar el triunfo
de lo que ha sido en mí
la noche plena.
A UN POETA PSEUDO JOVEN
El gritón de deshace,
en palabras, palabras,
y huye del jardín,
tras un odio sin lágrimas.
AL JARDÍN DE BORINQUEN
Vendrá la luna llena sobre tu nido.
El mar no es el semblante torvo de olvido.
Vendrá el orvallo. Y Manolo el Leñero en su caballo.
Vendrá el incandescente sueño en la era.
De Diego en la pupila de tu bandera.
Vendrá azahar de la luna que ronda en tomo al mar.
Pedro, que es agonía de mil cristales,
dirige hacia los ortos mis manantiales.
No habrá desvío en el dejo remoto que está en el río.
Es jardín de la luna nuestra costumbre.
Lolita, en su amapola, ríe en la cumbre.
Y luminares vendrán de ese misterio que habita en Lares.
BORINQUEN
Estaba negro por dentro.
Ni una hoja se movía.
La paloma cantaría
pero no tenía centro.
De pronto, ese rubio encuentro
de miel, esa marejada
de añil. Mi alma posada
en el viento que se asoma
descubría la paloma
por la luz aligerada.
EL AISLAMIENTO DE PUERTO RICO
¿Por qué el mar se achica
dentro de la pupila alelada?
El aroma, ya invisible,
del jardín está en la pausa,
como olvido, como anhelo,
de una llama divorciada.
¿Por qué el tenue peregrino
se queda en la orilla
casta de su genuflexión,
vino el desprecio de las águilas,
la asfixia de los combates,
la torpe burla que pasma?
¿Por qué no viajo al rocío,
en columna enamorada?
Los héroes me necesitan
basta ya de marejada
oculta de desperdicio
de la herida que no habla.
CAE LA BANDERA
Estoy azorado porque el ave vuela.
La muerte… el jardín,
La luz manifiesta.
No me acostumbraba.
Perdí la terneza de las cosas simples,
la raíz alterna que viene del astro.
Y la muerte acecha.
Tanto fucilazo.
La noche recuerda el desdén del mundo.
Se inmuta la senda.
Soy el peregrino de lejana aldea.
De niño pensaba la verde luciérnaga.
El jardín no puede sostener la perla del mar agitado.
EL ADVENIMIENTO DE LA LIBERTAD
Insonde es el jardín,
rostro parlero y mudo,
el avatar distante,
el silencio desnudo.
Una larga paciencia
de siglos me depara
la bella oscuridad
en la espera tan clara.
La sangre fue vertida:
el adoquín no nace.
La memoria de todos
con su fuego complace
la inermia en la colina.
Y lo que fue arrebato
pasa como luciérnaga
en lo verde nonato.
Pero… mi cruel crepúsculo
no satisface apenas.
El hombre de este tiempo
reflorece en cadenas
y cede sus angustias
a lo que es profecía.
No todo, con augurio,
refuerza la agonía.
—Jardín insonde,
anulas la perlada ceniza.
Y el águila convoca
su muerte muy aprisa—.
El humilde estandarte
del crepúsculo implora
la fragancia total que se
yergue en la aurora.
Se cansa el mal unánime,
se cansa el torreón,
sirviendo a los espacios
en perpetuo baldón.
La piedra está en la mano
y la hierba se agita
en este te tornasol
pulsado por la cita.
La libertad invade
al siervo. Y el jardín
bocado a la nostalgia
de Dios en el confín
presenta rosas, rosas,
promesas de la lumbre.
Hoy estamos sin sombra
en la tórrida cumbre
en la hermandad gloriosa
que salta en la simiente.
Y no hay paloma insonde.
Late en la mano hiriente
del que quiso obstruir
la virginal poesía
en el centro del mar
la paloma nacía.
EL EFLUVIO DE PUERTO RICO
El efluvio de curva propiciante veda la lejanía.
Circuido de rosas, el instante.
A pesar del silencio, brota la profecía.
Espero la celeste acometida
porque el claro del bosque me convida.
El jardín se pasea por el río distante
y yo soy el amante florecido en rubor.
La vida se presenta enderredor de la rosa lejana,
y recibo la cálida mañana
en la instancia suprema del color.
EL NUEVO YANQUI
El resentido que en la patria extraña
encuentra su consuelo de suicida,
huye de sí, no tiene fe florida
en el cielo que baja a la montaña.
Tanto esplendor en gracia consentida,
en vislumbre de mar que no se ensaña,
y sin embrago, el torpe sin entraña,
suprime su jardín, mustia la vida,
en la nieve muy lejos del sigilo.
Yo contemplo a este terco tan tranquilo,
negando la alabanza que lo encierra,
negando el don de la fragancia sola,
prestigiado en el gozo que se inmola,
el nuevo yanqui se desprende en tierra.
LA SEMILLA DE LOS ASTROS
¿Por qué arrebatas la flor
con estruendo de alma herida?
Porque no hay paciencia noble,
ni sufrimiento que aísla.
Abre el puño a los combates,
deja la estrella en el prisma,
en el pan ausente, en tierras
desgastadas del estigma.
No soportes más el humo sin fuego,
la vena misma que se desborda en traición.
El paria, en la historia, priva.
Pero tú debes tener el pulso del alba encima.
La semilla de los astros
en el jardín me convida.
SANGRE DE LOS NACIONALISTAS
Fe en las rosas. Por la vena
de Jesús palpita el cielo
de los mártires en vuelo.
Sangre es ascuas. Sangre buena,
tan alta que se encadena
a la paz. Sangre proscrita
que en la cárcel precipita
pupilas de roja flor.
Sangre curvada en dolor
Hasta ser sangre infinita.
LOS CONTRASTES VIOLENTOS
Y no hay duda, el tirano lleva muerte,
castra, castra.
(El jardín balancea
los ricos ortos).
El tirano en su inicua pesadumbre
desplaza el monte de los egregios pájaros.
(El jardín se ha brindado en lucha mía
más allá de la estela).
El tirano sostiene en la cisterna
el arrebato de los peces muertos.
(El jardín, con su ola liberada,
no permite el ludibrio en la ciudad).
EL POEMA OLVIDADO
Ya no me acuerdo,
jardín vedado.
El yo suprime
todos los rastros.
Esfuerzo inútil
del que es extraño.
Corola turbia,
vacíos labios.
Sobre el poema
caen los resabios
de tardes lentas
que me soñaron.
Y el yo que atisba
lo que he fraguado
desaparece
contra los pájaros.
PUERTO RICO, AVE PRESA
¿Qué fin persigue el ave
en su terca prisión,
asombrar los claveles
vedar el corazón?