Silvia Eugenia Castillero. Cantos

Presentamos cuatro textos claves de la reconocida poeta y editora mexicana.

 

 

 

 

Silvia Eugenia Castillero

 

 

La marea

Entre Eloísa y lo posible
se interpone una luz vacilante;
un temblor
nocturno y denso
se apropia de la habitación,
donde Abelardo
es costra desprendida
de marea índigo sofocante en los ojos:
mientras más combinadas
las facciones, más disueltas.

 

 

Cantos

De la piedra, Eloísa,
vuelves incandescente, de cada piedra
eres extraída en un cúmulo de años:
rosetones de lo que fue tu cuerpo.
Te aligeras, tal vez
te aligeras cuando apareces bajo el cincel,
clara, cálida, de un ocre matutino. La luz
con su prisma incita tu boca impregnada de sol.
Pero la piedra te arrebata,
sólo mis sensaciones te reconocen, ruedas
entre los bloques extraídos del suelo, cantos
agudos y esculpidos te arrastran del detalle
hacia el tiempo tumultuario y amorfo.

 

 

El ángel

No quiere ver el cielo
resbala por el cordel
hacia una penumbra color sepia
en el vano de columnas.
No quiere el cielo, en sus manos
el temblor:
rúbricas de la tierra.
Y sus dedos alargan el tacto
sobre la desnudez de la bóveda.
Las alas abiertas;
mas su cuerpo se inclina
ávido de cierzos y cabras,
se va con nuestro paso:
ese ángel.

 

 

Letanía

Dintel o tallo,
pétalo: la memoria.
Palabra inútil
entre labios ávidos,
sin despedida
voló, tasajeó,
hubo alianzas,
sonidos acodados.
¿Música?
Rogaba en rimas,
mejor: rezaba.
Empeño balbuciente
—la memoria—
atiza la mañana.
Como letanía al alba
se vuelve necedad.
Al atardecer
memoria violenta,
y toca una a una
sus astillas,
letra sin letras,
rijosa, cruel.