Yusef Komunyakaa

Teatro de perros

 

 

(Traducción al español de Juan José Vélez Otero y Renato Rosaldo)

 

 

EN LA PUERTA

 

Justo antes de que el sol

haya disipado la niebla de la mañana

me pregunto si es ella la que está ahí. ¿Sabrá

lo que he visto y lo que he hecho,

sabrá que mis botas dejan pequeñas lápidas

marcadas en la tierra húmeda,

que hace tiempo que ya no tengo

los pies ligeros, que hay una piedra

en mi vientre? Pesa

tanto como la historia

que me contó Paul, la que anda por mí

como si fuera mi propia historia.

¿Será la misma por la que tuvieron que encerrarlo

en una celda acolchada?

Después de todos los hombres que había matado

en Corea y en la primera vez de Vietnam,

alguien había averiguado su paradero.

El sargento especialista al que había mandado

meterse en un túnel en Cu Chi

le esperaba ahora

detrás de la antepuerta con el crepúsculo

en los ojos; un hombre muerto

con el rostro de su hijo adolescente.

El grito que salió

de la boca de Paul

no era el suyo, no era el de un héroe

condecorado. Aquella figura

no era su hijo ¿Quién

me espera, quién es la sombra alargada

y oscura bajo el dintel de la puerta, no más

que un contorno del pasado?

Suelto el macuto

y corro por instinto,

corro hacia ella, la única

que no habría de asombrarse,

la que sigue ahí al amanecer

contemplando la llegada del nuevo día

que se tambalea azotado como la hierba por el viento,

como un hombre embriagado

por la furia de estar vivo.

 

 

 

PADRASTRO: CANCIÓN
DE UNA MUCHACHA

 

Llueve de nuevo intensamente. Deja el maizal

y se dirige a la casa. La lluvia cubre

las pisadas y borra las huellas.

Sus ojos llevan años desnudándome.

Hay en su postura un río

que me arrastra.

 

Entra en mi habitación

de rincones iluminados por la luna;

sin esperarlo me toma

entre sus fuertes brazos. Una música antigua

a la orilla de mi boca.

Me mira de reojo y me advierte:

“Estas manos fustigaron a una mula hasta volverla loca

y mataron a un hombre en el 63”.

 

Mis manos son como gorriones, estrellas

atrapadas en un baile enmarañado de ramas.

Me levanta el vestido.

Me arrastra la corriente.

Su boca en la mía besando a mi madre.

 

 

 

 

APRENDIZAJE

 

Tiene negras las uñas de las manos

y destrozadas por los golpes,

como si el martillo

tuviera su propio ángulo de referencia.

El joven carpintero maldice:

“¡Ay, joder! ¡Hijo de puta! ¡Imbécil de mierda!”

 

La novia deja caer su vestido blanco

y se marcha.

Vuelve a aparecer desnuda,

pone un pie sobre una silla roja,

le mira fijamente a los ojos.

Su piel brilla como la de una mujer

que ha estado haciendo el amor toda la tarde.

A veintidós pisos de altura salta

sobre la luz como un hombre con alas.

 

 

 

 

SOBRE EL ASUNTO

 

Hola, señor Jack

el Destripador, pase adentro,

está en su casa.

Aquí en Deadwood City

sus manos están tan limpias como las nuestras.

Nuestros ojos hacen un flash back

y ven navajas en plateadas piedras de afilar.

¿En qué puedo servirle, compadre?

¿Se le antoja una copita de Four Roses?

En esta estación gris de madera

nuestros corazones son trapos mojados

y nos prestamos ayuda a nosotros mismos

cogiéndonos de nuestras propias manos

mientras se balancean los andamios.

Es todo lo que le puedo decir,

Brother Justice, nuestra fe

es inquebrantable, aunque mezamos piedras

dormidas en nuestros brazos rotos.

Todos hemos visto un claro de luna en los lagos,

y cuervos tallados en un trozo

de aire. En esta noche animal, no

señor, no le decepcionaremos

cuando surjamos de los jaramagos,

porque aún estamos

obsesionados con la Ley

y el Orden.

 

 

 

  

TEATRO DE PERROS

 

Para animar al público

inauguro el acto con payasadas.

Me doy puñetazos en la cara

mientras camino por el escenario improvisado.

Me caigo en trampillas imaginarias.

Como el diablo, doy saltos mortales

y me prendo fuego al pelo.

Hay una contradicción, el viejo pregonero

se vuelve a emborrachar con estas luces

y con la camaradería. Los caniches blancos,

Leo, Camelia, St. John, y Anna,

saltan por aros de fuego

y me estrechan la mano.

Hago una mueca

que quiere morir

en mi interior.

“Acercaos, damas y caballeros,

a ver el espectáculo más grandioso del mundo,

leones con dos cabezas, serafines,

unicornios, sátiros, una mujer

que se corta en dos con una sierra”.

Puedo hacer la danza del macho hasta

enamorar a la trapecista.

¿Me podríais prestar atención ahora?

Voy arrastrándome por el suelo del escenario

como un perro con cuatro piernas rotas.

Ahora tenéis que saltar para arriba

y para abajo es obligatorio reír y aplaudir.

 

 

 

 

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-Yusef Komunyakaa
Neón vernacular
Traducción al español de Juan José Vélez Otero y Renato Rosaldo
Valparaíso ediciones
Granada, España, 2016

http://valparaisoediciones.es/tienda/poesia/243-89-neon-vernacular.html

 

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Yusef Komunyakaa (Bogalusa, Lusiana, 1947). Hijo de un carpintero analfabeto e inscrito con el nombre de James William Brown, reclamó más tarde el apellido ... LEER MÁS DEL AUTOR