

Presentamos algunos textos claves del reconocido poeta y ensayista chileno radicado en España.
Andrés Morales
BIOGRAFÍA FRAGMENTADA DE EUGENE O´NEILL
(A Nelly Donoso)
1.Las Noches
Las botellas enfilan hacia el muro
donde tu hermano duerme:
En noches como ésta,
Eugene O’Neill corría
entre bares de New Orleáns.
En noches como ésta,
las botellas devuelven sus muertos
y un loro carraspea en el balcón.
La orquesta entera caía
por el abismo de los muebles,
mientras caían los discos,
mientras caía tu madre
en los sueños largos del opio.
James O’Neill no te creyó
cuando quisiste romper
el cordón de seda en las ventanas,
cuando viajaste en barcos carboneros,
cuando aprendiste el español
del “buenos días”:
-Convéncete tú mismo:
no hay más vida que en las noches
donde se ahorcan los curas,
los niños,
los poetas.
Y tú quisiste abrir en las calderas
un hueco donde esconder al Conde de Montecristo,
donde morder el soliloquio del fuego
y adivinar familias felices
en la costa de Nueva Inglaterra.
2.El mono velludo
Como el mono velludo,
imaginabas los dólares de plata,
como el mono velludo,
bailando,
regresaste cargado de hollín
y novedades.
Europa era una sopa de letras,
Europa era el grito desde el puente,
Europa era bombas de azufre
y tuvo que quedarse en una guerra.
Como el mono velludo,
abrazaste las jaulas rituales
y tus mujeres sintieron
los dedos del sol.
Y allí comenzaron los aplausos
y el mar al que volvías
sin saber por qué,
resonando en las botellas.
Como el mono velludo,
James O’Neill te mira
creyendo que le llevas periódicos
al banco del Central Park,
para taparlo entre las últimas modas
y un sabor inexacto de comedia.
3.Entre hermanos
-Tú no te acuerdas del sol
que vimos en Utah:
cómo corrían mormones
bajo la lluvia creciente.
-Tú no te acuerdas,
tú no te acuerdas.
(Otra vez la lluvia asemeja
las noches del teatro vacío
y James O’Neill se muere
como un caballo de piedra).
-Tú no te acuerdas del sol:
Yo solo veía amanecer
y tú cerrabas postigos
para soñar con los aplausos.
(El último,
por fin,
el último segundo
en que James O’Neill dejaba
los parques,
los días,
el mar).
-Tú no te acuerdas de nada
y nunca dejaste mi sombra.
-Tú no te acuerdas de nada,
de nada,
de nada.
(El médico sacude la cabeza
y Eugene O’Neill llora
como nunca lloró en un estreno).
4.Después
Lo que vino después
ya no importa,
todo el mundo lo sabe.
Lo que vino después
fue el mar,
de nuevo el mar
y una mujer de mármol
para negarle los hijos.
Lo que vino después,
en el infierno,
James O’Neill también lo sabe:
Un largo camino de noche
para no encontrar el día.
Un hijo suicida,
otra vez la muerte,
y ahora,
rompiendo sus vasos de oro
y todas las botellas.
(Del libro Soliloquio de fuego. Santiago de Chile, 1984)