Marcelo Gatica Bravo

Aproximaciones a los orígenes de lo sagrado en
Echa tu pan sobre las aguas

 

 

ACCÉSIT II PREMO REY DAVID DE POESÍA BÍBLICA IBEROAMERICANA (2021)

 

Por Yordan Arroyo Carvajal*
Universidad de Salamanca

 

Conocí en octubre de 2021, días previos a mi cumpleaños, en Salamanca, al poeta chileno Marcelo Gatica Bravo. Justamente, este encuentro fue en el acto de premiación del II Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana en el cual recibió el Accésit por medio de su libro Echa tu pan sobre las aguas (2021).

En la conocida Ciudad Dorada me enteré de que el poeta Gatica pasó por las aulas de la universidad más antigua de España, misma en donde me encuentro contemplando sus 804 años de fundación, desde que Alfonso IX decidió crear las scholas Salamanticae por las cuales han pasado tantos seres ilustres, entre ellos, Miguel de Unamuno y Fray Luis de León, que tanto bañaron a España con el esplendor de las culturas griega y romana y con la tradición cristiana, base primordial de este poemario que comento en esta ocasión.

Este libro, debido a su rigurosa creación, quizás trabajo de años o meses, comienza con unas palabras del poeta y miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, Juan Antonio Massone, de las cuales extraigo las siguientes expresiones para luego ampliarlas: “su palabra se hace cargo de una realidad humana, más amplia y profunda (p. 5)”.

Sin duda, el yo lírico, en cada uno de los poemas, viaja por las memorias colectivas y llega hasta los espacios más profundos de la humanidad, aquellos en donde las palabras “cielo y salvación” caminan de la mano, y a su vez, dan fe de un mundo, quizás, muy lejano al nuestro, pero al cual podemos acercarnos por medio de la palabra como fuente sagrada de búsqueda y encuentro, es decir, como filosofía.

Justamente, la fuerte base epistemológica que se puede leer en este poemario permite que la voz lírica se vista de gala y se presente como una especie de sacerdote antiguo o como un mensajero que utiliza la poesía como bálsamo o como un pensador que, partiendo del Génesis X, plantea cómo pudo crearse Babel (APROXIMACIONES A BABEL, p. 35). También, este libro propone que, por medio del acercamiento con nuestras abuelas, como lo hace el yo lírico en la tercera parte, en donde se confiesa que la abuela de Marcelo fue experta en hierbas y además, conocedora voraz del Apocalipsis, se puedan entender mejor los componentes espirituales, religiosos, metafísicos y filosóficos que conforman la vida de los seres humanos.

En este caso, el poeta en mención utiliza, en su gran mayoría, referentes bíblicos como hilo conductor para unir lluvia, fuego y sol, compuestos sagrados de la naturaleza, y de esta forma mostrarles, a través del ojo, corazón apócrifo del espíritu, arcoíris llenos de esperanza a sus lectores, pero también, plantea diferentes mundos primigenios y mitológicos en donde el mar era diferente a como hoy se le conoce “fue el techo del cielo” (p. 34, SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS DE LOS ESTADOS DEL AGUA Y LA LUZ), y se plantea la idea de que “Marte es un desierto remoto / una fosa de océanos / un espejo de agua / en nuestra imaginación evaporada” (p. 34), rompiendo con la imagen común de Marte como planeta, provocando con ello que el público lector se acerque más a las grandes posibilidades que brinda la imaginación como otro tipo de inteligencia, tan poco valorada hoy en día.

Además, parte de lo que Marcelo muestra en este libro es un ejemplo clarísimo de humanismo y misterio, por eso, cualquier lector, entendido o no, se sentirá espiritual y filosóficamente atrapado. En él se encuentran, solo por exponer algunos casos, esbeltos viajes espirituales que conducen hasta la memoria del universo. Por ende, tal cual lo dice Massone al inicio, en este poemario se leen expresiones que nos conciernen a todas las personas, en especial, a Jacqueline Alencar Polanco, su principal dedicada.

Sobre la mentora de este libro, muy bien acompañado con pinturas de Miguel Elías, según lo he comprobado, principalmente, en cercanía del poeta Alfredo Pérez Alencart, es un ángel en vida, pues su espíritu yace, quizás, en otro mundo, aunque su presencia se mantiene intacta en los libros, en los abrazos, en la solidaridad, en las fotos, en las pinturas, en la poesía y en la calles de Salamanca en donde se respiran, con mayor fuerza, el amor, la esperanza y la cultura, y en los Cementerios de Agua, en donde, como se dice en el poema “LOS CEMENTERIOS DE AGUA O LA IMPOSIBILIDAD DEL OLVIDO” (p. 38), por más que se tachen las palabras es imposible olvidar, porque hay situaciones y personas que nunca se olvidan; ellas, como Jacqueline, que me lo confirmen su esposo y su hijo, ambos poetas, quedan flotando para siempre en el mar de nuestros recuerdos o en el río sagrado de nuestras mentes.

Sobre el título, si se aprecia desde una lectura hecha en un primer plano, básica, podría conducir a una imagen cotidiana, echar el pan sobre el agua para que se moje y luego digerirlo; sin embargo, si se profundiza en el asunto, se encadenan hilos que remiten a un palimpsesto: se ha borrado el pasaje bíblico de Eclesiastés 11:1 que aparece como epígrafe inicial “Lanza tu pan sobre las aguas; / después de algún tiempo / volverás a encontrarlo” (p. 11), para darle una resignificación y apropiación literaria.

Marcelo sustituye, como una especie de traductor, el verbo “lanzar”, por “echar”, ambos de acción, se piensa, con el sentido estético o de juego posmodernista para no caer en el simple plagio, asunto tan normal durante la antigüedad tardía en donde relucen diferentes ejemplos de poetas que se encargaron, por ejemplo, de cristianizar a Virgilio.

De esta forma, lo que el poeta Marcelo Gatica crea es una reescritura de diferentes pasajes bíblicos que se adaptan, de manera creativa, al campo de la poesía bíblica contemporánea, donde se contemplan, además del eco medieval de Dante, diferentes tópicos sagrados que, prácticamente, en su totalidad, recordando a Jorge Luis Borges, remiten a distintos viajes espirituales, mundos utópicos y míticos que tientan la pluma y motivos que enriquecen la razón, la duda y el misterio de cualquier escritor.

Es un hecho que las conocidas como sagradas escrituras, aparte de permitir diferentes posibilidades lúdicas, semánticas, sintácticas, simbólicas, entre otras, alimentan el alma del lector y del poeta, por eso, el primer poema de este libro “ECHO MI PAN SOBRE LAS AGUAS”, provoca un juego anafórico con el verbo lanzar, que aparece en la cita original del epígrafe referente a Eclesiastés 11:1. En este caso, lo utiliza siete veces, número sagrado para el cristianismo:

Lanzo mi alma sedienta / mis ojos encarcelados por las sombras / cotidianas de un día aparente. / Lanzo y vuelvo a lanzar con todas / mis fuerzas el llanto el crujir de dientes / porque la justicia yace ciega, sorda y / muda. / Lanzo y vuelvo a lanzar el pan nuestro / de cada día. / Lanzo al fondo del mar los muros que no / me permiten desplegar las alas / bajo mi costilla. / Me lanzo y vuelvo a lanzar sabiendo / que sólo hay fruto cuando la semilla muere. / Me lanzo esperando ser árbol rama del barro / que extiende sus manos al cielo. / Lanzo el pan cada día porque bajo las aguas / el fuego de la zarza permanece intacto.

Además del uso del verbo lanzar al inicio de cada verso, cabe mencionar cómo, en cinco de las siete veces, se utiliza para referirse al lanzamiento de un objeto, siempre con un fin sagrado. En la primera de las estrofas es el alma sedienta, mientras en los dos casos faltantes es el mismo yo lírico quien se lanza. Todo esto encadena un fin: el anhelo del yo poético por tener el fuego para siempre en sus cercanías.         El fuego, en este caso, de la mano con el pan (cuerpo de Cristo), alegóricamente hablando, es el espíritu de Dios y por eso, en el último verso se menciona el fuego de la zarza, lo que remite, inmediatamente, a Éxodo, capítulo 3, versículos 2 a 4, en donde a Moisés se le aparece el Señor para decirle cuál es su misión en Egipto.

En este caso comentado, el yo lírico sabe y expresa, abiertamente, su conocimiento para dar a entender que es necesario mojar el pan diariamente sobre las aguas. Esta es la única manera de mantener el conocimiento y la luz sagrada cerca, momento urgente, tal cual se dice en el poema “PALABRAS PRELIMINARES” (p. 18) que remite a un pasado remoto “cuando los animales caminaban / desnudos junto / Adán nombrando las estrellas” (p. 18) y en donde se encuentra la base de toda la humanidad, fuente de vida, muerte, conocimiento e ignorancia, como se declara en el poema “DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS”, cuyo epígrafe es de Job 9: 7-12, y de esta forma, dejar claro que hay asuntos sagrados a los cuales la razón humana no llega ni debe llegar, aunque, al menos, quede la felicidad de saber que somos “imagen de otro mundo”, también creado bajo un sol que provoca que el yo lírico de este poema se declare ciego, pues ese sol es la divinidad misma, su mayor alimento.

Por otro lado, este libro, aparte del exquisito manejo de los ritmos en cada uno de los poemas construidos en verso, pues también los hay en prosa con un mayor tinte filosófico, destaca por su riqueza léxica, por el encadenamiento de diferentes tópicos y referentes sagrados, y por la creatividad de asombro que se destaca en “LAS VOCALES DEL ASOMBRO”, cuyo epígrafe es del Génesis 1:31:

Para aprender el alfabeto del asombro / vuelvo acariciar los primeros sonidos / la ondulación de la luz en mi piel. / Me sumerjo en las mareas siderales / del primer capítulo del Génesis. / Y leo que todo era bueno / multiplicado por siete. / Mientras a mi hijo pequeño / le brillan sus ojos en los míos. / Indica como un astronauta de lo diminuto / con la convicción de un sacerdote / que ve una galaxia en sus ojos. / Entonces no me queda más que suspirar / como aquel eco de la primera vez que la luz / se posó en mis huesos. (p. 20)

En este texto surge un viaje por las aguas del inconsciente del yo lírico, que lo remiten al origen de sus primeros sonidos, a la lectura del Génesis bíblico, motivo para contemplar un pasado donde solo existía el bien y por eso, el interés de construir el mito del pasado que fue mejor [Mircea Eliade] se fortalece con la mención al número siete, que, como se mencionó anteriormente, es sagrado para el cristianismo. Además, por medio del brillo de los ojos (sobre los ojos como base sagrada de conocimiento y búsqueda, léase el poema “EL OJO INSACIABLE” [p. 29], sin embargo, la simbología del ojo aparece en gran parte del poemario, otros ejemplos son “VERSOS CUÁNTICOS” [p. 30] e “INSTRUCCIONES COTIDIANAS” [p. 31]) se remite a la bondad y pureza de las almas en tiempos desiguales a los nuestros.

Estas épocas actuales, deben, sin duda, a partir de los códigos sellados en las páginas de este poemario, apostar por el reencuentro de aquella luz que se posó por primera vez en nuestros huesos cuando éramos niños, cuando más se asomaba “una paloma de fuego / aleteando / en medio de la tormenta (p. 33, APROXIMACIONES A LA PALABRA PAZ)” y, en referencia al poema “ALIENTO” (p. 21) o cuando el Padre soplaba, con su sagrado aliento, su primer verso numinoso para llenarnos de la materia más importante que habita en nuestros cuerpos y que solemos llamar alma.

 En fin, leer este libro de Marcela Gatica, aparte de llenarnos de humanidad y pasado (arqueología) por medio de la palabra como base sagrada, nos sigue confirmando que nuestras almas, sin importar cuántos años han pasado desde aquellos tiempos que se cuentan en el Génesis bíblico, siguen buscando respuestas, buscando llenarse y buscando salvarse de la sentencia que, según el poema “AL SUR DEL TIEMPO” (p. 49) “Mammón, el dios de los mercados” dictó “sobre los muros de América y Europa” (p. 49), colocándose, al final de este poema y de todos los de esta tercera parte del libro, un Omega Ω que, adverso al alfa A, significa el final de los tiempos de la humanidad.

Dichos tiempos, sin importar que no haya fecha fija, son esperados por una parte de la sociedad con temor; mientras por otra no, aunque, según este poemario, lo único válido en este juego de supervivencia es sentirnos niños, pero sin miedo, para que Goliat no se alimente más de la cuenta (DEBAJO DE LA LENGUA DE GOLIAT, p. 52); sentarnos al lado de nuestros abuelos, del maná; trasplantar “las montañas del mar / en las palmas de nuestras manos” (POR LA FE, p. 66), coger un espejo y mirarnos desnudos; bucear en los poemas de Dios (DESPUÉS DEL TIEMPO, p.70); comprar una Biblia, abrirla y bailar por sus páginas con nuestra mirada llena de ignorancia; coger un vaso de papel, empaparlo de amor, absorberlo hasta la última gota para querer saciar siempre nuestra sed; y por último, volviendo al alfa y el omega de todo, echar el pan sobre las aguas de la poesía para que el fuego de la zarza no se apague y de esta forma, no desaparezca “el Camino” (POR EL CAMINO, p. 64) ni se cierren nuestros ojos para siempre por no ser realistas y no creer en los milagros (POR LOS CANSADOS) o por no creer que:

“en una sola gota de su sangre
cabe todo lo
ro
to
del mundo” (POR LOS OTROS, p. 67).

 

 

 

 

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*Yordan Arroyo Carvajal. Costarricense. Actualmente vive en España. Es presidente nacional y director literario de la Unión Hispanomundial de Escritores en Costa Rica. Director y fundador de la revista literaria Ajkö ki, cuyo título deriva de la lengua bribri y significa “Sobre la boca”. Jefe editor de la revista académica española-costarricense De dioses y hombres. Estudios de las religiones y mitos. Redactor en Kametsa, Perú y Nueva York Poetry Review.
Entre sus premios académicos destacan el Certificado de Oro del Ministerio de Educación Pública Costarricense otorgado por su excelencia académica en estudios de maestría con la Universidad de Costa Rica, así como ganador en América Latina de la Beca Santander en España, para realizar estudios de posgrado en la Universidad de Salamanca, siendo el primer costarricense en filología en recibir este beneficio.  Y en poesía, primer lugar del Certamen Birkat Elohim en Argentina.

 

Marcelo Gatica Bravo (Cauquenes, Chile, 1976). Escritor, profesor de Castellano (UMCE) y doctor en Literatura Hispanoamericana por la (USAL). Realizó su tesis d ... LEER MÁS DEL AUTOR