Carlos Germán Belli

¡Salve, Spes!

 

 

 

 

¡SALVE, SPES!

 

X

 

(El dioscuro inmóvil y el dioscuro andante)

 

Estos de Zeus y Leda amados vástagos

qué situaciones tan distintas viven

desde que vieron el primer lucero:

uno fijo en la terrenal corteza,

en tanto como flecha avanza el otro

hasta coronar el remoto Orión;

que haber o carecer

de movimiento es harto decisivo,

bien para ser un ave,

o un clavo en la madera hasta las cejas.

 

Es Pólux el inmóvil sempiterno

en el suelo, en el agua y en el aire,

que privado de pies, aletas y alas

está en un mismo sitio resignado

como un árbol que no camina nunca,

que el cetro de la múltiple parálisis

a cada cual le puede

tocar al nacer en aquellos reinos,

y sea acá o allá

queda en la más atroz de las quietudes.

 

El otro es Cástor -el dioscuro andante-

que a Pólux las espaldas no le vuelve

desde cuando estuvieron en el mundo,

aunque sí parte en pos de su destino

que en cada punto cardinal lo aguarda,

y en donde pisa fuerte el duro suelo

con las plantas ligeras

ambas centuplicadas con las otras

del hermano inactivo,

a quien le usurpa su personal tránsito.

 

Que el injusto reparto de la vida

ocurre prono cuando brilla el alba,

y acá el rincón sombrío queda íntegro

para allí gatear a duras penas

entre un montón de cosas inservibles

como él inanimadas justamente,

que es la jurisdicción

de la paterna casa donde nace,

que aunque diáfana y vasta

tal punto oscuro para sí lo escoge.

 

En tanto el otro erecto cual coloso

sobre los dos talones firmemente,

no en las aguas pescado horizontal

como aquel mortal en el suelo a rastras;

y en verdad de su asombro no se libra

al ver los pies distintos por entero,

que son sin duda alados,

y en cambio los de su entrañable prójimo

en el presente inmóviles,

como ayer y mañana puntualmente.

 

Que por ti, Pólux, tu feliz hermano

no deja de sentirse un inmortal,

compendio de la gran familia azul

al que le han dado el sacro movimiento,

que a perpetuidad debió ser de ti,

y merced al cual llega a las antípodas

por ese impulso puro

que tuyo era y pasó a él de repente

por mandato divino,

que ni tú entiendes ni tampoco Cástor.

 

Y son éstos los hechos insondables,

si bien, inmóvil Pólux, tu confianza

prosigue inmarchitable pese al tiempo,

que tus talones a la vez se empeñan

en discurrir como los de un ser sumo

que es volátil, acuático y campal,

como Cástor que quiere

vivir con los sentidos palpitando,

aunque raudos los pies

son mejor que afinados los sentidos.

 

Porque quien nunca pudo ir y venir

e inalcanzable le resulta el mínimo

trayecto de la hormiga pequeñuela,

es más justo empeñarse en codiciar

el ir y venir de los otros reinos,

que así al valle de Josafat arribas

primero que tu par,

y de allí al más allá directamente,

pues qué alados resultan

tus talones por mucho imaginártelos.

 

Y merced a Spes ambos satisfechos

en el albor de las postrimerías,

porque en ondas ligeras ha trocado

por fin Pólux el inactivo ser,

y también parte en pos de su destino

que por suerte no es ya de un gris efebo;

y Cástor ¡qué rareza!

que la grandeza humana la corona

a través de su hermano,

al velar cada átomo de él siempre.

 

Por lo uno y lo otro Zeus y Leda

al pie de los confines siderales

esperándolos por igual felices

a los dioscuros, que son sus amados

vástagos, por aquellas circunstancias

únicas en el globo sublunar,

uno por tan andante,

el otro por no andar nunca ni un trecho;

y Zeus y Leda observan

que los dioscuros y ellos son un todo.

Carlos Germán Belli (Perú, 1927). Poeta, traductor y periodista. Considerado unos de los autores fundamentales de la poesía peruana del siglo XX. Ha sido cate ... LEER MÁS DEL AUTOR