Elogio de la fragilidad
(Traducción al español de Emilio Coco)
ELOGIO DE LA FRAGILIDAD
Mi corazón está débil, esta noche,
como el sol que lento vuelve a subir
por los tejados, y profundas son mis culpas;
¡ay!, el hombre, como siempre atardece.
Como siempre, mientras él atardece,
queda el horizonte inefable
¡e inmenso el destino, para cualquiera,
del existir, inmenso!
Lo que dejamos atrás
se arrastra hacia la oscuridad,
lo que nos espera es incomprensible
incluido el momento que transcurre.
Yo soy: ¡heme aquí! yo soy,
solo en esta hora débil,
lo que decide: yo soy
la línea que divide
el pasado del futuro.
Momento eterno del ser
che te estableces en el instante,
eres tú mi gracia, decides.
UNA DULCE TARDE DE INVIERNO
Una dulce tarde de invierno, dulce
porque la luz no era sino una cosa
inmutable, no el alba ni el ocaso,
mis pensamientos desvanecían como muchas
mariposas, en los jardines llenos de rosas
que viven allá, fuera del mundo.
Como pobres mariposas, como aquellas
sencillas de primavera que en los huertos
vuelan innumerables amarillas y blancas,
se iban ligeras y hermosas,
perseguían mis ojos absortos,
cada vez más en lo alto volaban nunca cansadas.
Todas las formas se volvían mariposas
mientras tanto, ya no había nada inmóvil
alrededor de mí, una trémula luz
de otro mundo invadía aquel valle
adónde yo huía, y con su voz eterna
cantaba el ángel que a Ti me conduce.
DE LA SOMBRA
Un día de primavera
vi la sombra de un madroño
durmiendo en el brezal
como tímida cordera.
Estaba lejos su corazón,
suspendido en el cielo;
en medio del sol reluciente
pardo dentro de un pardo velo.
Disfrutaba del viento;
solitario se apartaba
para complacer a aquel árbol:
de llamas, aquí y allá, ardía.
No tenía prisa ni pena;
sino de sentir la mañana,
luego su mediodía y la noche
con su tenue camino.
Entre tantas sombras que van
continuamente, a la sombra eterna,
y cubren la tierra con el engaño
yo adoraba esta sombra quieta.
Así, a veces, entre nosotros
desciende esta apacible apariencia,
que yace, y parece que se aburre
en la hierba y en la paciencia.
ODA A LOS PÁJAROS
¡Deseable vida
de los pájaros! ¡Ellos
que alegran los rincones
del bosque con sus argénteos dedos!
Vi uno, un gorrión
solitario y lento
emplumado por el viento
delirando para que lo saciaran:
y escuché el canto que modula
e intacto dispersa
entre los profundos cielos y las hierbas
una vertiginosa alondra.
Están en la piadosa noche
los ruiseñores;
¡se quedan solos con la luna
entre frondas que el viento corrompe!
Y donde las olas hacen
un quieto lago
demora el vuelo vago
de algunos, deleite y engaño.
Arde el ave fénix
por arder, y nace
el ave fénix: alimenta
en sí el cisne un dolor que lo mata.
¡Indefinido vivir
de los pájaros! Esta oda
los canta, mensajeros
de la vida que vamos a vivir:
cuando remontemos
ríos azules
entre celestes susurros
hacia la voluntad del cielo.
RUINAS, 1945
No es verdad que han destruido
las casas, no es verdad:
sólo es verdad en aquel muro en ruinas
el cielo que avanza
a plenas manos, a pleno pecho,
donde desconocidos soñaron,
o viviendo creyeron soñar,
los que han desaparecido…
Ahora le toca a la hora quebrada
el juego de otros tiempos,
sobre los muros, en el alba soleada,
imitar los acentos…
y en el vacío, a la golondrina que pasa.
PERO TAMBIÉN ES VERDAD QUE A LOS VIEJOS
Pero también es verdad que a los viejos,
despojados de la belleza,
les queda aquel signo, en el alma,
de su rápido aparecer
y desaparecer, aquel surco de cosa
existida, que todavía sangra,
grave, en la conciencia;
pero que, gota a gota, va
hundiéndose lentamente en un casi,
un casi livor
de blanca inocencia…
REDONDA TIERRA; ESCENA QUE SE REPITE
Redonda tierra; escena que se repite,
en ti, del saludo vespertino: mi costumbre
planetaria, contigo y con tus ocasos:
estremecimiento, de teja en teja,
de mi vivir que se va con tu
tránsito, luz diurna, lenta,
en el tejado delante de mi casa; y el formarse en mí,
entretanto, un pecho como de paloma;
y exhibir plumas amorosas para la noche
que viene; envolverme en unión
con ella: gorjeo interior; pérdida
de lo humano: mi devenir universal.