Hart Crane

Travesías

 

 

(Traducción al español de Jeannette Clariond)

 

 

 

Travesías

 

I

 

Sobre el encaje fresco de las olas el brillo

De los chicos alineados echándose arena.

Imaginan la conquista de una colonia de ostras,

con sus dedos desmenuzan algas resecas

y felices las propagan por los aires.

 

Y en respuesta a una dicha excesiva

el sol inunda el oleaje con sus rayos,

las olas vuelcan su algarabía contra la arena;

si pudieran escucharme les diría:

 

¡Retozad, chicos brillantes, con vuestro perro!

Disfrutad de las conchas y de las varas blanqueadas

por el tiempo y los elementos; pero hay una línea

que no debéis traspasar ni confiar en lo que hay más allá.

Entregad el cordaje de vuestros cuerpos a las caricias

fieles al liquen de tan amplio pecho.

Es cruel el fondo del mar.

 

 

II

 

Aun así este destello de eternidad,

riadas sin orilla, resguardos de algas,

solemnes tisúes peregrinan a donde

su ondulado vientre se inclina hacia la luna,

 

burlando las ocultas inflexiones de nuestro amor;

tomad este Mar, que su diapasón anuncie

En pergaminos, palabras de nieve y plata,

La investidura del terror que llega a su fin

Mientras su conducta opta entre bien y mal,

todo menos piedad en las manos de los amantes.

 

Y en adelante, mientras las campanas de San Salvador

saludan el brillo azafrán de las estrellas,

en estas praderas de poinsetta y marea,

adagios de islas; ¡oh mi Pródiga,

concluye las oscuras confesiones que sus venas presagian!

 

Mirad cómo el giro de sus hombros marca la hora,

y apresuraos mientras sus ricas palmas vacías

alientan sobrescritos de arqueada ola y espuma,

daos prisa pues hoy son sinceras: sueño, muerte y deseo

se unen al instante sagrado de la flor.

 

Atadnos al tiempo, oh estaciones claras y tristes.

Oh galeones que cantan el fuego del Caribe

negadnos las arenas de esta playa hasta que

en el vórtice de nuestra lápida quede inscrita la respuesta

a la vasta mirada de la foca al contemplar el paraíso.

 

 

III

 

Infinita consanguinidad conlleva

este tierno tema tuyo de que la luz

rescata las extensiones del mar donde el cielo

renuncia al hueco que toda ola corona;

mientras bordo las ornadas estelas

son recordadas y arrastradas al azar

lejos de ti, para que también el mar, a esta hora,

eleve como relicario sus manos.

 

Entonces, ya dentro de las anchas puertas oscuras

que arrojan a otro sitio la distancia,

más allá de columnas salomónicas y esbeltos frontispicios,

¡La lucha incesante de la luz contra la luz,

estrella besando otra estrella en el oleaje

Tu cuerpo meciendo!

y donde la muerte, si derramada,

no admite carnicería, solo este simple cambio,

lanza sobre este suelo escarpado, de alba en alba

la delicada destreza de transmutar los cantos.

 

Permitidme, amor, la travesía hacia tus manos…

 

 

IV

 

Cuya sonrisa se mide en horas y días, supongamos

que conozco como un espectro el mar, y juro

partir en dos el golfo y hacer de las alas

puente de unión, lo sé (de las palmas a la gélida

blancura inmutable del albatros),

ninguna corriente de gran amor avanza

cantando, salvo esta única conciencia:

que por la arcilla la inmortalidad os sea devuelta.

 

Toda fragancia intacta y a esta hora

exijáis pasión en el encuentro

y en esta región nuestra para el combate,

presagios de miradas y labios que reclaman

sacristía en el puerto y una porción de nuestro junio.

 

Jamás se alcen y cierren a nuestro paso

las radiantes estrofas de flores y plumas.

¿En qué fatal marea debo perderme para hablar?

Bajo la rúbrica del verbo encarnado

el puerto se alza contra la unión

de las dos sangres, transpirando como si revelada

y ampliando el mediodía en tu pecho para albergar

el brillo de las insinuaciones que mis años entregaron

a estas islas que nos guían intactas hacia

latitudes azules y a la sinceridad de tus ojos,

 

en esta espera, una serena exclamación recibe

el remo secreto y los pétalos de todo amor.

 

 

V

 

Meticulosas, pasada la medianoche en la escarchada claridad,

infranqueables y solas, tersas como forjadas

en una sólida espada sin piedad,

las rías salpican los límites rocosos del cielo.

 

¡Tan frágiles y transparentes al tacto!

Los cordajes de nuestros sueños apenas registrados

desprenden, al evocarlos, deshiladas puntas de estrellas.

Gélida sonrisa sin rastro… ¿Qué palabras

pueden acallar esta sorda luz de luna? Estamos

 

derrotados. Hoy no hay llanto ni espada

que sostenga o desvíe la fuerza de la marea,

lenta tiranía de luz de luna, amada

y cambiante… «No hay nada

 

igual en el mundo», dices,

consciente de que no puedo acariciar tu mano

y mirarte, en un hueco estelar sin Dios

donde nada es sino fulgor de muerte en la arena.

«¡Y nunca entender del todo!» No,

nunca en el navío de tu brillante cabellera soñé

algo tan salvaje como esta piratería.

 

Pero ahora

reposa tu mente,10 sola y tan alta aquí.

Tus ojos en el acantilado de la esquiva espuma;

tu aliento lacrado por fantasmas que desconozco:

reposa tu mente y duerme en el trayecto a casa.

 

 

VI

 

En la escarcha luminosa de las mazmorras, asoman

los matinales ojos perdidos de los nadadores,

y las riadas, agitándose, intercambian

sus verdes bordes bajo los más extraños cielos,

 

constante como la concha que secreta

sus rítmicos latidos de monotonía

o como agua plegada bajo la roja quilla del sol

más allá de las abrisadas rocas del cabo;

 

oh ríos entrelazándose hacia el cielo:

puerto en el pecho del fénix,

mis ojos se oscurecieron contra la proa,

tu abandonado y ciego huésped

 

espera, ardiente, qué nombre, nunca dicho,

no logro pronunciar: dejad que tus olas rompan

más violentas que la muerte de los reyes,

Astilladas guirnaldas para el vidente.

 

Más allá de los sirocos segando

los estruendos del solsticio, se escurrieron,

como un abismo oscilante o una vela

ondeando en el día más secreto de abril.

 

Goce de la creación y palabra florida

para una diosa quieta que, al alzarse,

cedió al diálogo con ojos

sonrientes de un reposo inalcanzado.

 

Ferviente sereno acuerdo, Belle Isle,

flotando en la antesala.

¡Como arcoíris trenza su infinita melena,

Belle Isle, albo rumor del remo!

 

La Palabra imaginada es la que sostiene

el silencio de los sauces anclados a su luz.

Es la respuesta que nunca traiciona

y cuyo acento no conoce despedida.

 

 

 

 

-Harold Bloom
La escuela de Wallace Stevens
Un perfil de la poesía estadounidense contemporánea
Edición, traducción y notas de Jeannette Clariond
Vaso roto ediciones
España-México, 2011

https://emea.vasoroto.com/products/la-escuela-de-wallace-stevens

 

La escuela de Wallace Stevens

Hart Crane (Estados Unidos, 1899 – 1932). Poeta inserto en la corriente modernista. Aparte de viajar por su país durante varios años, también trab ... LEER MÁS DEL AUTOR