Gaby Sambuccetti

Mis ídolos y otros textos

 

 

 


Mis ídolos

Les voy a contar el secreto de muchos artistas consagrados:

Algunos están demasiado locos,
demasiado blancos,
demasiado ricos,
demasiado egocéntricos.

Incluso demasiado pedófilos o demasiado dealers.

Todos lo saben, pero muchos los siguen consumiendo,
como parejas disfuncionales de un crimen secreto.

Lo siento –No sabía que estaban ahí,
No me crean lo que estoy escribiendo. No es cierto.

Los artistas son talentosos.

Si seguimos usando las palabras correctas.
Si seguimos elaborando discursos perfectos…

Nadie va a ver los cuerpos.
Las piedras en sus manos.
La furia de las moscas.

Voy a tomar esa maldita flor del invierno,
Se la voy a dar a ese nene del metro,
ese que me pide una moneda.
Él vio el disfraz.
Él sabe que esto es falso.
Él sabe.

 

 

 

Mi vulnerabilidad

Escribo en una oficina,
mirando a mi jefe con seguridad.

Guardo todos los archivos,
digo, una y otra vez,
“Estoy bien, gracias”.

Camino por un pasillo
con un tubo de luz amarillento y de bajo consumo
sobre mi cabeza.

Mañana me van a despedir
o voy a ser bulliada,
o acosada.

La frase inspiradora de mi taza dice que hoy fue bueno,
pero mañana va a ser mejor.

Mi jefe no quiere que sea fuerte como él,

pero después de haberme tenido que reconstruir,
una y otra vez,
ya sé que nada es más fuerte que la vulnerabilidad.

Algunas veces,
solo quiero darme un beso
en mi propia frente
antes de quedarme dormida.

 

 

 

Narciso

Narciso
se
hunde
lento

Y resucita.

Entre
periodistas
desilusionados.

Levanta sus pies
azules,
en el mañana.

Narciso junta los fragmentos.
Arma una luna nueva.

Los mitos son reflejos
calcinados.

Narciso
tiene mil
espejos.

Nada perece. Nada permanece.

Narciso
se fuga entre
las alas
de un
rompecabezas

d e s a j u s t a d o.

Y esos niños ciegos no pueden armarlo.

Ese es el final. Oficial
o reciclado.

Del narciso en diez
televisores
asesinado.

En una
noche
oscura

de ninfas
y de bosques
no
identificados.

 

 

 

Mis sueños

Estoy tan cansada
de la gente que nos llama soñadores
por todo lo que hicimos bien.

Tenemos tantos problemas: las emisiones,
y la tala,
o ambas cosas,

o comer las partes de animales que no necesitamos,

mientras se llenan los periódicos con las caras no tapadas
*Anónimo son siempre los mismos.

El río está hecho de deshechos,
el desierto ya no es el Sáhara:
está en nuestras venas.

Hay una brisa en nuestra garganta
que desaparece lento.
Y la ciencia ya no puede más con nuestro desastre.

Un día soñar con lo que está bien va a ser tan humillante
que ya no nos van a llamar soñadores,
van a buscar nuevas formas de torturarnos.

Cerrar nuestros ojos va a ser tan ilegal,
que no vamos a poder ir a ningún lugar,
ni siquiera con los ojos cerrados.

Nos vamos a ver como una especie de Cristo,
separándose de la astillada cruz:
seremos su premio.

Y nuestros sueños nos van a atravesar las manos
como clavos de oro,
pero la sangre no va a caer esta vez desde esa corona de espinas.

Algo más va a caer.
Algo invisible se derramará.

Pero quién quedará en pie
para sentirlo…

 

 

 

Mi final

El final es el corazón de los versos.
Es el arte de bajar el volumen.
Si el espectáculo valió la pena,
deberías estar de alguna forma involucrado:
porque ahora somos amigos,
despidiéndonos.

Espero ser más que una hoja gris de la calle,
caída y pisada,
y a punto de dejar de ser visible en tu vida.

Esto es el final.

Adiós.

Gaby Sambuccetti (Buenos Aires, 1986). Es Licenciada en Escritura Creativa otorgado por Brunel University (Reino Unido) y profesora de literatura (Argentina) ... LEER MÁS DEL AUTOR