Ming Di

Lunas dobles

 

 

(Traducción al español de León Blanco)

 

 

 

LUNAS DOBLES

 

Un pez camina, su cola barre la playa, sa-sa, sa-sa.

No hay otro sonido esta noche, sólo la cola del pez que sacude,

 

ni el blanco y negro del ying-yang que nada y hace remolinos,

sólo el amarillo sa-sa, sa-sa, sa-sa.

 

Cuando el mar y la tierra chocaron, murieron algunos hombres,

algunos peces sobrevivieron. Se pusieron de pie y caminaron

para no morir aplastados. Este pez camina de noche

 

solitario, de una calle a otra, buscando algo.

Desde esta posición, sólo puede alzar la vista,

y todo lo que puede ver es la Luna sobre las calles, pero

 

la esposa de un amigo no puede ser robada.

No encuentra salida,

ni forma de volver tampoco,

 

entonces se inclina hacia abajo, afila su cabeza

contra el suelo, y se eleva lejos

 

busca al Sol, su amigo imaginario,

y lo acuchilla casi hasta la muerte—

hasta que cae en medio del aire, colgando al lado de

la Luna. El pez cae a la tierra, su cuerpo ya arde—

está necesitando agua, pero no puede volver al mar.

 

La Tierra está seca, algas sobre los árboles, camarones y

cangrejos en flor.

La gente se acostumbra al olor del mar,

 

pero no al día sin la luz del sol. Poco a poco comienzan a

dormir de día y trabajar de noche—

Lunas dobles iluminan cada esquina de 9 de la tarde a 5

de la mañana.

 

Púrpura es el mundo. Maíz púrpura, trigo púrpura,

arroz púrpura,

hasta bananas púrpura y caquis púrpura también.

 

No más luna roja, no más luna azul, no más separación

o muerte. El pez sabe, la Luna gira alrededor de la Tierra sin

jamás amar el suelo o el mar, sólo importándole el Sol.

 

Hasta el flujo y el reflujo de las mareas son fruto del coito entre

la Luna y el

Sol. “Te ayudaré a hacer realidad tu sueño” dice el pez

sacudiendo sus escamas,

 

más humano que los humanos.

No habrá luz desde el vientre del pez, desde el horizonte;

en lugar

 

de noche eterna, Lunas Dobles para siempre.

 

El pez camina, sa-sa, sa-sa.

Levanta la vista hacia el cielo y escupe un chorro de burbujas,

como pequeñas manzanitas— su panza hueca, como una linterna

que flota en el aire, agitando el tedio del nuevo reino,

de otro modo su último aliento podría matar al sol

 

y dejar que la Luna anduviese sola.

“Puedo volar, ¿por qué tú no puedes?”

 

 

 

 

LUNA NUEVA

 

No puede dormir, sufre el insomnio del regreso.

Aún sin saber por dónde empezar, quiere vengarse.

No es esta una guerra entre humanos y peces, los peces son

víctimas también de la tentación, sin lugar donde escaparse.

Él toma una escopeta y sale, disparándole

a cada objeto que alumbra— el mundo se vuelve

negro-púrpura. Él no quiere suicidarse.

Todos los humanos han muerto en su sueño,

debe crear nuevos seres— antes necesita exterminar el día,

luego crear nuevo sol y oscuridad— haciendo que la luz

se enamore de su propia sombra. Todo comienza con

 

un cuento de hadas. Él era el héroe y encontró su amor

en un crisantemo— ellos engendraron un pez-flor amarillo,

llamado Doble. Así es como empieza la historia. En la

nueva versión,

él derriba nueve soles, dejando al último colgando en el espacio,

luego lo carga y a su crisantemo y al pez alrededor de la tierra,

mientras esta da la vuelta a la luna.

 

Dentro de la luna irradian las llamas, derramando

luz a la tierra pedregosa, haciéndola pestañear.

Él comienza a renombrar las cosas, la luna se convierte en sol,

el sol se vuelve la Tierra, la Tierra se hace luna.

 

Otros diez mil años pasan,

el crisantemo se marchita, envejece, el cielo y la tierra se

cierran y vuelven a abrirse otra vez. El

pez-flor amarillo vuela allí, arriba y abajo,

cae sobre la piedra más grande y sobre ella esparce sus escamas.

 

Cuando brilla, el pez exclama: “¡Aquí viene la luz!”

El cielo se abre del todo,

llegan las nubes, cae la lluvia: “Aquí viene el agua!”

El pez va hacia la orilla: “Aquí vienen los humanos!”

Los humanos vuelan después de la muerte,

los pájaros hablan, hablan las flores,

 

las cosas se reciclan, los párpados solitarios se convierten en

poetas,

los pares de párpados se vuelven cocineros, el arroz que se cocinó

 

ya no puede descocinarse, las piedras ya florecidas

continúan floreciendo. Él se levanta desde los fondos abisales,

dibuja una luna alrededor de cada piedra,

como pestañas hechas del agua del mar.

 

 

 

 

LUNA DE NAVIDAD

 

Tan pronto la gravedad ha desaparecido por un instante

vuelan meteoritos a través del espacio,

el mar se gira y derrama agua… en cuanto se calma,

el mundo juega al juego de “tirar el pañuelo”—

El que se siente junto a alguien

debe quedarse a su lado para siempre.

Crecen bosques, corren ríos, las montañas se levantan,

se extienden las llanuras, en paz viven agua y fuego, todo lo

incompatible encuentra una armonía. Todo esto es sólo

 

una bola de cristal ante mí— el universo,

lo tomo con mi mano. Veo rotar la luna y las estrellas, fuera

de la Vía Láctea, otra aldea,

otro mundo en sólo diez segundos de tiempo. La luz

se extingue entre mis manos.

Su negro púrpura, sin fin negro-púrpura, de adentro hacia

afuera.

 

Me siento en la orilla del océano mucho tiempo, al final

un pez llega hasta mí, se acerca desde lejos,

su cuerpo emite un rayo, como la primerísima luz

de un dios,

lo tomo y lo lanzo hacia arriba— y aparece una luna

allá en el cielo.

 

Dicen que cuando en la tierra se muere una persona, un pájaro

muere en el cielo; cuando un pájaro muere en el cielo,

un pez lo hace en el mar.

Nadie se sorprende. Nadie ve al pájaro ya muerto,

pero todos los vivos habrán de encontrarse al pez

 

algún día, cara a cara. Mi pájaro volador, de nombre Luna,

ha nacido hoy porque lo arrojé hacia arriba con mi mano.

“En tu propia mano está tu vida”.

 

Me lo dijiste alguna vez. No lo creí hasta ahora.

Tengo que creerlo— me sigue la luna.

Tú puedes verlo por ti mismo, tienes una luna siguiéndote

también.

Pero tú dices que cada vida proyecta su propio “yo”

en la distancia.

Mientras hablas, te miro, lejos y cerca, de cerca y de lejos.

Flores púrpura germinan en la orilla.

 

 

 

 

LUNA DE AÑO NUEVO

 

No es complicado. Una mujer recoge agua

del pozo, repite la misma acción todos los días,

persistente, como si hubiese en el fondo agua sin fin. Pero se

mueve algunas veces como si regara agua

dentro de él, entonces es el pozo claramente inextinguible.

De algún modo aparezco en escena

en su lugar, repitiendo su misma acción.

Algunos minutos más tarde otra mujer me reemplaza

y repite la mía—

siempre hay una mujer junto al pozo,

hábilmente baja la cuerda, deja que la cubeta caiga,

la llena desde abajo, de adentro hacia afuera.

Es desorientador cuando la cámara se acerca y aleja tan rápido.

Me encanta de esta forma: los sentidos son cuestiones divinas,

nosotros sólo actuamos. Amo

el yacimiento, la percepción del pozo,

ni muy grande, ni muy pequeño.

El movimiento repetitivo no me resulta difícil.

Amo este rol.

Cuando soy reemplazada por otra mujer, tengo más tiempo

para mirar. La que me precede y la que sigue a mí

parecen realmente iguales, las diferencia el tamaño

de sus sostenes, a izquierda y derecha. Pero lo que sobresale

es esta agua inmensa que viene del pozo, como un mar— una

ráfaga de viento aplana la cuchara de madera de mi mano.

Ahora un sampán enorme: instintivamente me aferro a él,

mis pechos apretados; entonces nado en mi cuerpo sin género

a través del mar, y en otro mar. Un mar tras otro

pasan por mi cuerpo, más agua que en el pozo.

No tomo ni doy, solo atravieso o me atraviesan.

Actúo de un modo tan terco como antes.

Pero después de abandonar el pozo y también a las otras mujeres,

mi terquedad se vuelve fortaleza. Es sólo que no puedo

detenerme a admirarlo. Voy a través de los mares,

no me detengo, como si todas las aguas fueran el mismo pozo—

el que no me deja flotar y el que no me deja hundirme, sólo me

convence

de no detenerme nunca. Continúo, yo vuelo para poder

expandir sus márgenes,

o uso mi persistencia (de hecho, mi obsesión)

para poder sondear todas sus profundidades.

Continúo, temo que, si me detengo,

las mujeres del pozo me mirarán como si se mirasen a sí mismas

en el espejo del agua. Espero que un hombre aparezca en escena,

podría ser un extra, nunca el pozo

ni el mar, que nunca he sido yo su accesorio de utilería, sólo

un extra sin mención, A B C D. Suena la campana, E F G H…

a esta hora, en este nuevo año, sin importar la atribución,

el péndulo se mueve insistente como el brazo de una mujer. Suena

y suena de nuevo, ¿cómo pasará esta noche este pez de madera

entre mis manos?

 

 

 

 

-Ming Di
Luna Fracturada
Traducción de León Blanco y Françoise Roy
Valparaíso Ediciones
España, 2014

 

http://valparaisoediciones.es/tienda/poesia/93-35-luna-fracturada.html

 

portada Ming Di

 

Ming Di Nació en China y emigró a EE.UU. para completar estudios de postgrado en la Universidad de Boston antes de mudarse a California. Escribe d ... LEER MÁS DEL AUTOR